Duelo de tahúres en Madrid
No se necesita una comisión de investigación para conocer algo tan
evidente como que el abuso de los privilegios de poder se paga
Ni 24 horas ha durado la
ocurrencia de convertir el caso Cifuentes en una conspiración
socialista auspiciada por el malvado Ángel Gabilondo. El intento de la
prensa afín por suministrarle el relato para una coartada no ha recibido
ni el respaldo de Génova. La dirección nacional Popular ha tomado el
control, seguramente para evitar que los Cifuentes y su dirección
madrileña se hagan daño jugando con las cosas de los mayores. Y
seguramente porque ya no es solo el caso Cifuentes. Ya tenemos el caso
Casado, el hombre de las mis convalidaciones, y estamos a minutos de
tener otro caso PP.
Muy a su pesar, hasta a
Ciudadanos no le ha quedado más remedio que pedir la dimisión de la
presidenta, dándole a los populares el exigente plazo de un mes para que
se lo piensen, se vayan de vacaciones o busque piso o hagan planes de
boda. Sin prisas. Qué más da que se someta a las instituciones
madrileñas a un desgaste insoportable mientras sea bueno para la
estrategia electoral de azules y naranjas: “Nunca dejes que los
principios te cuesten un solo voto”, ese es su lema y lo cumplen a
rajatabla; sin excepciones.
Las direcciones estatales de PP y C's buscaban hasta
ahora la manera de reconducir la situación y agarrarse a la tabla de la
comisión de investigación. A ambos les convenía y si para ello había que
seguir arrastrando por el lodo a la Comunidad, a la Universidad Rey
Juan Carlos y a la Asamblea regional, que así fuera. Ciudadanos ya sabe
que Mariano Rajoy no les va a facilitar la misión imposible de echar a
Cifuentes sin tener que votar con Podemos. Los Populares ya saben que
los naranjas quieren evitar a toda costa retratarse con los morados y
tal es su pavor que sus tragaderas pueden estirarse como un chicle.
Ahora el juego ha cambiado. C's ahora tiene que decidir si se queda a
ver arder las llamas o corre a salvarse del incendio. Es la hora de los
tahúres.
Aún dando por buena la versión
contradictoria, llena de falsedades y medias verdades y avaladas por
documentos falsos o sin ningún valor, el trato de favor recibido por
Cristina Cifuentes, obteniendo un título académico sin más esfuerzo que
pagar unas tasas , supone ya en sí mismo un escándalo político mayúsculo
que en cualquier democracia europea había forzado la dimisión de la
protagonista hace semanas.
No se necesita una
comisión de investigación para conocer algo tan evidente como que el
abuso de los privilegios de poder se paga. Si azules y naranjas no lo
entienden a la primera, entonces la derecha tiene un problema más grave
que la validez o no de los títulos de Cifuentes o Pablo Casado. Su
problema es que no saben ni entienden qué es la regeneración democrática
y cómo se hace.
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