Era de esperar. La Justicia fuera de España es otra cosa muy distinta al cártel de la toga que el pp ha infiltrado y formateado gota a gota en el Poder Judicial hasta convertirlo en su aspiradora particular a la hora de limpiar de obstáculos decentes su trayectoria mafiosa y despejar ese campo del forring office en que han convertido el estado, ayudados indudablemente por los colegas del enjuague, esos que, desde partidos aparentemente distintos, no se atreven a pararles los pies y que incluso optan por sostenerles el andamiaje mientras se les va preparando el relevo y lavando la cara a los alevines que, según las encuestas, están barriendo para adentro, con el fin de que todo se haga a gusto del Ibex35. Hay que ser idotas para creer que una mayoría de españoles votaría estas marrullerías de inútiles, si conociese lo que hay y no estuviese manipulada desde unos medios informativos que son tan vergonzantes como el pp y su entorno.
¿Qué pasaría si la ciudadanía supiese las causas por las que la justicia alemana sí puede contradecir a un fiscal y sentenciar lo contrario, si ese fiscal no acierta en sus demandas y por qué en la justicia española esas cosas no ocurren nunca sobre todo desde que gobierna la Cueva de Alí Babá?
No es posible que pueda funcionar medianamente bien un país sin educar, porque no interesa que se eduque para poder manejarlo a gusto del manipulador de turno, donde el pueblo malvive desentendido de lo que están tramando contra él sus propios gobernantes elegidos en unas urnas-puchero, olla podrida, donde cabe todo con tal de que se pudra junto y deje las cosas como están, por los siglos de los siglos, y con el resultado de que se vote lo que se vote, nunca cambie nada.
Con tantas facilidades para mangonear a su antojo, ni siquiera necesitan hacer trampas con los votos (que también las hacen en la opacidad del sistema "legal" y envueltos en dinámicas normalizadas aunque con la particular desigualdad de que los votos no valgan lo mismo según en qué demarcación se vote, como perpetra la caciquil marrullería d'Hontd, sin ir más lejos) El hecho de que haya votos con más valor que otros y que ese sistema no lo haya aprobado el pueblo en referendum, e ignorando el hecho de que por votar en Madrid, Barcelona o Bilbao, sus votos valen la mitad que si votasen en Cantalasranas de la Marquesa, por ejemplo, es una anomalía antidemocrática que ningún pueblo con conciencia consentiría sin salir a la calle en pleno, exigiendo la derogación de tal procedimiento antidemocrático.
Ese pueblo amaestrado, secuestrado y domesticado, pero no educado e instruído, no relaciona lo que sufre y padece con lo que vota por mayorías absolutas, que lejos de preocuparle le dan una falsa seguridad en que todo irá mejor si gobierna un bloque mayoritario, que haga de su capa un sayo en el Parlamento y en el Gobierno, y por lo que se ve, también en el Poder Judicial. Poder absoluto, riesgo seguro de corrupción absoluta. De ésa que ya no se distingue de la normalidad, y que hace de la trampa y de la podredumbre una herramienta de 'trabajo'. El Caso Cifuentes es de libro, como ejemplo actualizadísimo, desgraciadamente.
Ese pueblo amaestrado, secuestrado y domesticado, pero no educado e instruído, no relaciona lo que sufre y padece con lo que vota por mayorías absolutas, que lejos de preocuparle le dan una falsa seguridad en que todo irá mejor si gobierna un bloque mayoritario, que haga de su capa un sayo en el Parlamento y en el Gobierno, y por lo que se ve, también en el Poder Judicial. Poder absoluto, riesgo seguro de corrupción absoluta. De ésa que ya no se distingue de la normalidad, y que hace de la trampa y de la podredumbre una herramienta de 'trabajo'. El Caso Cifuentes es de libro, como ejemplo actualizadísimo, desgraciadamente.
Tenemos por otro lado y al mismo tiempo el caso Puigdemont. ¿Por qué la justicia alemana no es como la española? Aparte del desarrollo de una conciencia y una sensibilidad social muy distintas, Alemania perdió la guerra mundial que inició el nazismo, tras su derrota hubo un Proceso de Nüremberg donde se abrió en canal la entraña de una dictadura espantosa. El pueblo alemán vio horrorizado todo lo que el régimen de Hitler, el héroe del milenio, le había ocultado durante años. Salieron a la luz las maldades y las locuras del sadismo más aberrante convertidas en normalidad, lo que Hanna Arendt llamó años más tarde "la banalidad del mal", que es la normalización del mal, ese desentenderse por completo de la propia responsabilidad sin conciencia de la propia participación en el montaje de lo más horrible, si uno no lo hace directamente y obedece órdenes superiores a las que ha jurado fidelidad. Los desastres suceden, hay víctimas y miles o millones de personas maltratadas, perjudicadas, arruinadas, torturadas y hasta muertas a causa de unos hechos que han sucedido por arte de magia, nunca por causa del mal ni de la decisión de unos seres humanos que solo lo han sido de nombre, y para colmo convencidos de que nunca han hecho nada más que cumplir con su obligación, con las normas, con la legalidad vigente, sin caer en la cuenta de que cualquier cosa, cualquier disparate, se puede convertir en ley, o sea se puede legalizar si así lo decide un grupo de poder o un individuo que se ha hecho con el poder. Entonces todo lo que deriva de esa circunstancia se "diviniza" y se coloca por encima de la conciencia, social e individual, que es en realidad el único nivel ético y moral que puede validar las leyes y hacerlas dignas de ser cumplidas, y no dependiendo de ideologías ni de intereses espurios, simplemente las valida el hecho de que el bien común sea su objetivo y no el castigo y la venganza como única y primordial finalidad. Hasta los delitos más tremendos, en una sociedad civilizada e inteligente emocional, deben tener una respuesta jurídica y correctiva, que no vulnere jamás al ser que pretende corregir. La Ley del Talión es aberrante a estas alturas de la Historia. Lo mismo que es aberrante considerar delito la desobediencia a una ley injusta y pervertida en su esencia, manipulada por corruptos y obedeciendo a intereses políticos mucho más que jurídicos. Seguramente ese criterio sano y justísimo es el que ha presidido la decisición de los jueces alemanes sobre el caso Puigdemont.
El hecho de que Alemania perdiese la guerra y se enfrentase ante el mundo a sus errores y a la vergüenza de haber consentido algo tan espantoso, cambió su visión de sí misma y activó su capacidad de autocrítica. Se hizo cargo de su grave responsabiliad y se propuso una educación y unas leyes que no permitiesen nunca más otro episodio degradante y perverso como los años de nazismo. Por eso la libertad de la conciencia y el uso de las leyes allí, van de la mano.
Por el contrario, en España el mismo fascismo que dio el golpe militar franquista ganó la misma guerra que provocó, ayudado profusamente por la Alemania nazi y la Italia fascista en pleno apogeo. Los ganadores liquidaron mediante el miedo, con su propaganda y su populismo manipulador, todo vestigio de conciencia. Arrasaron a los seres humanos por dentro, además de haber arrasado previamente España entera.
Este pueblo durante cuarenta años no conoció la justicia real, ni la democracia, ni la igualdad en derechos y deberes. Este pueblo fue educado para la sumisión, fue con-vencido desde la escuela, el frentre de juventudes y la sección femenina de la Falange de que lo mejor que puede pasarle es tener la bota de un buen caudillo en el cuello, porque la democracia es una enfermedad social, y el liberalismo un mal irreparable, la libertad un disparate y los pueblos son ignorantes, idiotas y desinformados, por eso necesitan guías que lo sepan todo, que no se equivocan y jamás piden perdón por unos errores imposibles para gente de su nivelazo. Son providenciales y suelen ser tan creyentes y devotos que el mismo dios los nombra caudillos por pura gracia (menuda gracia, ¿no?). Así lo estudiamos varias generaciones en la escuela e incluso en la Universidad.
Este pueblo durante cuarenta años no conoció la justicia real, ni la democracia, ni la igualdad en derechos y deberes. Este pueblo fue educado para la sumisión, fue con-vencido desde la escuela, el frentre de juventudes y la sección femenina de la Falange de que lo mejor que puede pasarle es tener la bota de un buen caudillo en el cuello, porque la democracia es una enfermedad social, y el liberalismo un mal irreparable, la libertad un disparate y los pueblos son ignorantes, idiotas y desinformados, por eso necesitan guías que lo sepan todo, que no se equivocan y jamás piden perdón por unos errores imposibles para gente de su nivelazo. Son providenciales y suelen ser tan creyentes y devotos que el mismo dios los nombra caudillos por pura gracia (menuda gracia, ¿no?). Así lo estudiamos varias generaciones en la escuela e incluso en la Universidad.
Este pueblo ha crecido incubando el miedo, la desconfianza, el odio y el rencor contra todo lo que no venga de sus hábitos y convicciones heredadas; este pueblo aprendió en la escuela y en la catequesis que pensar es un error que sólo sirve para crear problemas y además un pecado de soberbia contra la voluntad de dios y del que mande en su lugar (dios, patria y rey, son el trío lalalá de este panorama).
A este pueblo se le ha hecho un callo en el alma, un agujero negro en la inteligencia y un tsunami cocinando las emociones y los instintos. Este pueblo está muerto y sólo tiene dos posibilidades: arrastrarse como un zombi colectivo por las ruinas de su propia historia delirante o resucitar de entre los muertos de una puñetera vez y decir adiós al sistema que lo ha degradado hasta este pundo irreversible. Y creando de común acuerdo el nuevo sistema que necesita para salir de la funeraria, abrir cunetas, convertir el Valle de los Caídos en el Auschwitz español, y abrirlo al turismo contando con pelos y señales de dónde y para qué salió el invento.
Pero para llegar ahí se necesita un referendum para decidir el modelo de estado y un movimiento de base municipalista constituyente y cooperativo, que se mutiplique en red y en convivencia intercultural y fraterna. Plural y al mismo tiempo unidas en lo fundamental: el bien común, con los derechos y los deberes orientados hacia ese objetivo.
A este pueblo se le ha hecho un callo en el alma, un agujero negro en la inteligencia y un tsunami cocinando las emociones y los instintos. Este pueblo está muerto y sólo tiene dos posibilidades: arrastrarse como un zombi colectivo por las ruinas de su propia historia delirante o resucitar de entre los muertos de una puñetera vez y decir adiós al sistema que lo ha degradado hasta este pundo irreversible. Y creando de común acuerdo el nuevo sistema que necesita para salir de la funeraria, abrir cunetas, convertir el Valle de los Caídos en el Auschwitz español, y abrirlo al turismo contando con pelos y señales de dónde y para qué salió el invento.
Pero para llegar ahí se necesita un referendum para decidir el modelo de estado y un movimiento de base municipalista constituyente y cooperativo, que se mutiplique en red y en convivencia intercultural y fraterna. Plural y al mismo tiempo unidas en lo fundamental: el bien común, con los derechos y los deberes orientados hacia ese objetivo.
Este pueblo necesita otras leyes, otros códigos mucho más sanos, otros fundamentos explicados, estudiados por todas y todos, debatidos, consensuados y votados, una verdadera transición irreversible, donde los protagonistas no sean el miedo, el odio, la revancha, la dureza inhumana, el juicio sin conocimiento real ni perdón para el prójimo y con la ley del embudo para uno mismo más la arrogante superioridad chuleta y pedante del complejo de inflexibles e infalibles, recordando que el máximo rigor de las leyes es pura injusticia desde el Derecho Romano (summun ius, summa iniuria). En Alemania esa asignatura ya la han aprobado por experiencia. En España llevamos ocho décadas repitiendo curso, pero con las notas falsas, como el máster de Cifuentes.
La decisión de los jueces alemanes nos debería dar alegría y reconfortarnos. Al menos fuera de aquí el mundo no es tan cerril y el hecho de pertenecer a la UE tiene alguna cosa buena de vez en cuando. Desear un cambio legítimo del estado y tratar de expresarlo sin violencia ni haciendo daño al prójimo no es delito en ningún sitio a no ser en Turquía o en España. La Cueva de Alí Babá y sus infinitos ladrones están moral y éticamente desautorizados para condenar a nadie por disentir de sus criterios políticos que han revestido de poder judicial manipulado hasta la saciedad, un apaño que se han empeñado en identificar como la patria, el rey francogénito y el dios de los católicos, el negocio del dinero público llenando los bolsillos privados, pero con el disfraz del estado, la justicia y el gobierno; y todo el que no lo vea igual, a por él, oé , oé.
Lo bueno que tiene esta exhibición de demencia paranoico-patriótica y delincuencia simultáneas, es que están mostrando al mundo toda la basura acumulada que la transición había barrido y escondido bajo tronos, altares, sedes de los partidos y alfombras. Ellos mismos cavan su tumba. Con este fragmento de Jorge Manrique les podemos ir despidiendo:
I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acabado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo passado
fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s’es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por passado.
Non se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu’es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.
Pues eso mismo...que no aprenden de lo que ven ni de lo que hacen.
Hay que cambiar la mirada para aprender de lo que vivimos
y no repetir lo que hace daño a la comunidad como al individuo y viceversa.
Más poesía y menos tropelías. Más cultura y menos caraduras. Más reflexión y menos corrupción.
I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acabado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo passado
fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s’es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por passado.
Non se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu’es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.
Pues eso mismo...que no aprenden de lo que ven ni de lo que hacen.
Hay que cambiar la mirada para aprender de lo que vivimos
y no repetir lo que hace daño a la comunidad como al individuo y viceversa.
Más poesía y menos tropelías. Más cultura y menos caraduras. Más reflexión y menos corrupción.
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