Tus pies toco en la sombra
En una de sus vueltas, cuando menos se lo esperan, los sueños se encuentran una vez más con la poesía de Pablo Neruda. Acaba de aparecer y llega esta semana a las librerías Tus pies toco en la sombra (Seix Barral), un libro que reúne 21 poemas inéditos del autor de Residencia en la tierra y Odas elementales. Darío Oses, director de la Fundación Pablo Neruda, explica que han aparecido entre los papeles que se conservan en el archivo. Al preparar las publicaciones póstumas, estas composiciones sigilosas se habían escapado de la minuciosa búsqueda de Matilde Urrutia, la viuda del poeta.
Cada cual escoge sus propias leyendas. Vivir es rechazar y forjar leyendas hasta convertirse en uno mismo. Me gusta creer en la leyenda del asalto militar a la casa de Pablo Neruda en 1973. El poeta estaba muy enfermo cuando se perpetró el golpe de Estado de Pinochet. Los soldados llegaron a su casa para registrarla, y cuenta la leyenda que Neruda les advirtió: lo único peligroso para ustedes que van a encontrar aquí es la poesía. Me creo la leyenda y me creo que la poesía es un peligro para los fusileros. La poesía no sabe obedecer a una pistola.
Ni siquiera obedece a la muerte. Cuando menos se espera, en un cuaderno perdido, en el reverso de un programa musical, en el menú de un restaurante, en una hoja suelta, en la cámara acorazada en la que se conservan los manuscritos a su debida temperatura, surge la poesía y con ella regresa Pablo Neruda, amando, tocando una caracola o un cuerpo, denunciando un crimen, sentado en un avión o en la orilla del mar.
Cuando dejen de aparecer inéditos, no pasará nada. Los buenos poemas publicados tienen vida propia y se mueven como rabos de lagartija en el saco sin fondo del tiempo. Los clásicos viven, reviven, cambian de postura, cobran significados para entrar en diálogo con los ojos y las generaciones nuevas. Esto es así, pero bien está que de vez en cuando haya un acontecimiento y aparezcan poemas inéditos, poemas de verdad, buenos poemas, de un autor como Neruda, que pasó por el mundo con ganas de poesía.
Aquí está el amor, venid a verlo: “Tú y yo somos la tierra con sus frutos”. Supo Neruda que el tú y yo del amor interioriza en la intimidad el diálogo de cada corazón con los otros, del ciudadano con la sociedad. Por eso defendió la alegría, el amor feliz, prueba última de que es posible pronunciar al viento la palabra nosotros.
Aquí está la sangre, venid a verla: “La nieve, el mar, la arena, / todo será camino. / Lucharemos”. Supo Neruda que la palabra del poeta es algo más que un adorno. Es un modo de ser dueño de uno mismo, dueño de la propia conciencia y la mirada propia. Por eso vuelve de su muerte para establecer un diálogo con el muchacho que fue, con el aspirante a poeta que fue: “hay que ser en la vida / buen fogonero, / honrado fogonero, / no te metas / a presumir de pluma, / de argonauta, / de cisne / de trapecista entre las frases altas / y el redondo vacío, / tu obligación / es de carbón y fuego / tienes / que ensuciarte las manos”.
La poesía no es cuestión de volumen. ¡Es que Neruda escribió mucho! Qué suerte. ¡Otros escriben mucho menos! Qué suerte también. Con Neruda empieza todo, igual que con Juan Ramón, Machado, Lorca, Alberti, Borges, Vallejo, Ángel González, Gil de Biedma… Porque el vivo regresa de su cansancio, el oficinista de su oficina, la abogada de sus pleitos, los políticos de sus reuniones, la maestra de su escuela, y la poesía vuelve a darle una vuelta al mundo, a la necesidad de sentir, de ser nosotros mismos, de encontrar una respuesta a la vida que aprieta. Tiempo para ti, para mí, para el tú y yo.
Actualidad: elecciones, juicios, pactos, repartos, atentados, dioses, corruptos. No, esta semana es Neruda.
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