La hora de Europa
El atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo estalla en el corazón de Europa. Es algo innegable si se quiere seguir defendiendo que la cultura democrática sea la razón de ser y la raíz de nuestra sociedad. Ocurre, además,que esta barbarie está muy cerca de otro atentado de carácter no menos grave: la amenaza de la presidenta Angela Merkel contra los griegos dispuestos a votar una opción que ponga en duda su imperio neoliberal.
Muchos pensadores acomodados en el sistema vigente se precipitarán a afirmar que unir la amenaza de la señora Merkel y la masacre de París es mezclar las churras con las merinas. Pero conviene asumir con paciencia los desprecios de estos demócratas que han decidido entregar el filo de su vida o de su muerte no al barquero Caronte, sino al banquero Caronte. La mitología del dinero cambia la laguna Estigia por el sentido avaricioso de los especuladores, sus alarmas y sus argumentos.
Conviene preguntar qué queremos defender. Y si acordamos que se trata de defender el respeto a la libertad y a la justicia social, conviene mezclar las churras con las merinas y meditar sobre la fuerza que tenemos para consolidar un mundo democrático.
Stéphane Charbonnier se sabía amenazado por el fanatismo islamista. Hace dos años, en una entrevista en Le monde, declaró algo que nos suena mucho a los españoles. Fue nuestro grito de libertad contra el golpe de Estado franquista convertido en guerra abierta por el totalitarismo alemán: “Prefiero vivir de pie que morir de rodillas”. El imperialismo alemán destrozó el continente, empezando en 1936 por España.
¿Puede Europa vivir de pie? Ese es el sueño democrático de los que no quieren morir ni de pie ni de rodillas. Charbonnier sabía que los enemigos de este sueño no son sólo los fundamentalistas religiosos que acaban de asesinarlo. La situación europea es grave porque corre el peligro de encajonar las discusiones sobre el respeto y la tolerancia en la oscuridad sin salida de la dialéctica seguridad-libertad. La construcción de una Europa mercantilista, sometida una vez más a las leyes de la especulación de la banca y la industria alemana, ha creado reacciones de carácter nacionalista que favorecen el auge de los movimientos de extrema derecha. La indignación de las víctimas del deterioro económico ha alentado en Francia no ya el aumento de tentaciones totalitarias clásicas, sino también una literatura de apariencia democrática y antifanática que acaba cayendo en los demonios más graves de la intolerancia.
La revista Charlie Hebdo, lo mismo que defendió su libertad de crítica al islamismo irracional, satirizó hace poco al escritor Michel Houellebec, autor de la novela Sumisión, en la que se practica sin pudor una islamofobia de tono dogmático. Y ahí está el reto, defender la libertad, sin dejarse encerrar ahora en el dogmatismo y en la intolerancia con la excusa del fundamentalismo islámico.
Porque la trampa es caer en la tentación de una “respuesta firme” que suponga sacrificar los derechos civiles y la libertad social en nombre de la seguridad.
El neoliberalismo representado por Merkel es un caldo de cultivo peligroso para esta deriva. Más allá de la falta de respeto a la libertad de los votantes griegos, su Europa implica dos direcciones perversas:
1.- El enriquecimiento de las élites a costa del empobrecimiento de las clases medias y las rentas del trabajo genera situaciones de extremo malestar que provocan el estallido de discursos irracionales. Combatir el irracionalismo religioso con identidades nacionalistas irracionales es un infierno en el que puede quemarse la Europa laica y democrática. Hay formas del racionalismo económico que se parecen mucho a la irracionalidad social. Es la misma deriva del racionalismo tecnológico que acabó en las cámaras de gas.
2.- El neoliberalismo ha propuesto una idea individualista de la libertad muy cercana al egoísmo de la ley del más fuerte. Rompe así la cultura ilustrada que definió la libertad con una dimensión social indispensable. Una sociedad libre es aquella que crea marcos públicos de integración en los que pueden desarrollarse las singularidades personales de cada ciudadano. Negar la dimensión social de la libertad es un modo de crear lugares marcados por una pretendida solución irracional de los conflictos.
Así que en homenaje al valor de los dibujantes y periodistas asesinados, valor personal e ideológico en nuestra cultura, no me importa mezclar las churras con las merinas y afirmar que la barbarie del terrorismo islámico y el fundamentalismo neoliberal de Angela Merkel son dos peligros que confluyen en esta hora difícil de Europa.
Sólo la consolidación de una Europa social nos permitirá salir con bien de este retorno a la religiosidad medieval y nos defenderá del poder de las nuevas formas de barbarie provocadas por una globalización económica sin escrúpulos. Nuestra única firmeza legítima es la razón democrática.
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