Los votantes de Grecia y España pueden dar un vuelco a la política
El 25 de enero Grecia cerrará la puerta al pasado. La victoria de
Syriza es la esperanza del cambio para el mundo del trabajo y de la
cultura europeos. Desde la oscuridad de la austeridad y el autoritarismo
a la luz de la democracia, la solidaridad y el desarrollo sostenible.
Pero Grecia es solamente el inicio del cambio que viene por el Sur de
Europa. Pronto veremos como también llega a España... La derrota de los
patrocinadores políticos de la austeridad, la inseguridad y el miedo, de
la corrupción y los escándalos comienza en nuestros países. Nuestros
pueblos tienen el futuro en sus manos para abrir la puerta del mañana a
gobernantes incorruptibles. Una nueva forma de hacer política para
recobrar el futuro que nos han negado durante esta crisis. Por esta
razón, la victoria del pueblo griego y de Syriza es el mensaje de un
camino nuevo y prometedor para España. El sur sigue adelante, para
cambiar Europa.
Europa ya no es víctima de la crisis. La crisis terminó donde comenzó, en Estados Unidos, gracias a la política monetaria y fiscal expansiva. Europa es hoy víctima de las políticas de austeridad impuestas por la Europa conservadora y por las decisiones insolidarias de la canciller Merkel. La gestión neoliberal de la crisis ha llevado a los países del Sur de Europa a un equilibrio políticamente inaceptable y económicamente insostenible. Sobrevivimos entre el estancamiento y el bajo crecimiento del PIB, entre la deflación, la elevada deuda, el alto desempleo y la pobreza que alcanza ya a cotas inimaginables de la población.
Hablar de salida de la crisis con tasas de crecimiento para la zona euro todavía muy débiles (0,8% en 2014 y 1,1% para 2015) sólo puede entenderse desde una visión de la política que ignora a los más damnificados por las políticas de austeridad.
Por esta razón, la lucha de nuestros pueblos para el cambio es la lucha del sentido común contra el fanatismo ideológico. Es la lucha de la dignidad contra la servidumbre.
Para nosotros, esta nueva normalidad de precariedad y de recorte de los derechos sociales que surge de la crisis y que es aceptada de manera acrítica por los poderes conservadores no es aceptable y nos motiva para propiciar el cambio que Grecia, España y el conjunto de Europa necesitan.
La victoria de Syriza representa un nuevo comienzo para la colaboración entre todas las fuerzas progresistas del Sur europeo al mismo tiempo que supone el freno a las políticas de austeridad que están detrás de la situación de estancamiento, de desempleo masivo y del sobreendeudamiento.
Es el comienzo también para restaurar la seguridad económica, alejar las prácticas corruptas que infectan a la política y para recuperar la dignidad de nuestros países. También para repatriar a nuestra juventud exiliada, la nueva generación de inmigrantes.
En esta nueva fase de la crisis, el Banco Central Europeo (BCE) tiene las llaves de Europa. La política de la flexibilización cuantitativa es una de las medidas necesarias para la salida colectiva y sostenible de la crisis en la que lleva sumida la eurozona ya demasiados años. Si se adopta, será bienvenida, a pesar de que para muchos llegue tarde. Sin embargo, para que sea eficaz, debe responder plenamente al espíritu del “haremos lo que sea necesario” enunciado por Mario Draghi. Esto significa que el programa del BCE deberá ser a gran escala, sin condiciones y sin excepciones. Es decir, debe incluir a todos los países que lo necesiten.
Pero la política monetaria por si sola no tiene la capacidad para sacar a Europa del estancamiento. Necesitamos con urgencia una política fiscal expansiva que impulse el crecimiento y la inversión; un New Deal europeo que dote de financiación a programas de inversión en sectores de alto valor añadido y un plan de reindustrialización que priorice sus actuaciones en aquellas economías con tasas de desempleo más elevadas. Por último, es imprescindible aliviar la carga de la deuda de manera coordinada a través de la creación de una Conferencia Europea sobre la Deuda, que tome como referencia la Conferencia de Londres de 1953 que facilitó la recuperación alemana en la posguerra. Una solución colectiva y socialmente sostenible para el sobreendeudamiento de la zona euro no debe entenderse, por parte de la canciller Merkel, como una medida asociada al riesgo moral; debería ser un deber moral.
El 25 de enero, la esperanza tiene patria. Y Europa tiene la brújula para el cambio.
Europa ya no es víctima de la crisis. La crisis terminó donde comenzó, en Estados Unidos, gracias a la política monetaria y fiscal expansiva. Europa es hoy víctima de las políticas de austeridad impuestas por la Europa conservadora y por las decisiones insolidarias de la canciller Merkel. La gestión neoliberal de la crisis ha llevado a los países del Sur de Europa a un equilibrio políticamente inaceptable y económicamente insostenible. Sobrevivimos entre el estancamiento y el bajo crecimiento del PIB, entre la deflación, la elevada deuda, el alto desempleo y la pobreza que alcanza ya a cotas inimaginables de la población.
Hablar de salida de la crisis con tasas de crecimiento para la zona euro todavía muy débiles (0,8% en 2014 y 1,1% para 2015) sólo puede entenderse desde una visión de la política que ignora a los más damnificados por las políticas de austeridad.
Por esta razón, la lucha de nuestros pueblos para el cambio es la lucha del sentido común contra el fanatismo ideológico. Es la lucha de la dignidad contra la servidumbre.
Para nosotros, esta nueva normalidad de precariedad y de recorte de los derechos sociales que surge de la crisis y que es aceptada de manera acrítica por los poderes conservadores no es aceptable y nos motiva para propiciar el cambio que Grecia, España y el conjunto de Europa necesitan.
La victoria de Syriza representa un nuevo comienzo para la colaboración entre todas las fuerzas progresistas del Sur europeo al mismo tiempo que supone el freno a las políticas de austeridad que están detrás de la situación de estancamiento, de desempleo masivo y del sobreendeudamiento.
Es el comienzo también para restaurar la seguridad económica, alejar las prácticas corruptas que infectan a la política y para recuperar la dignidad de nuestros países. También para repatriar a nuestra juventud exiliada, la nueva generación de inmigrantes.
En esta nueva fase de la crisis, el Banco Central Europeo (BCE) tiene las llaves de Europa. La política de la flexibilización cuantitativa es una de las medidas necesarias para la salida colectiva y sostenible de la crisis en la que lleva sumida la eurozona ya demasiados años. Si se adopta, será bienvenida, a pesar de que para muchos llegue tarde. Sin embargo, para que sea eficaz, debe responder plenamente al espíritu del “haremos lo que sea necesario” enunciado por Mario Draghi. Esto significa que el programa del BCE deberá ser a gran escala, sin condiciones y sin excepciones. Es decir, debe incluir a todos los países que lo necesiten.
Pero la política monetaria por si sola no tiene la capacidad para sacar a Europa del estancamiento. Necesitamos con urgencia una política fiscal expansiva que impulse el crecimiento y la inversión; un New Deal europeo que dote de financiación a programas de inversión en sectores de alto valor añadido y un plan de reindustrialización que priorice sus actuaciones en aquellas economías con tasas de desempleo más elevadas. Por último, es imprescindible aliviar la carga de la deuda de manera coordinada a través de la creación de una Conferencia Europea sobre la Deuda, que tome como referencia la Conferencia de Londres de 1953 que facilitó la recuperación alemana en la posguerra. Una solución colectiva y socialmente sostenible para el sobreendeudamiento de la zona euro no debe entenderse, por parte de la canciller Merkel, como una medida asociada al riesgo moral; debería ser un deber moral.
El 25 de enero, la esperanza tiene patria. Y Europa tiene la brújula para el cambio.
Alexis Tsipras es presidente de Syriza y candidato del partido en las elecciones generales que se celebrarán en Grecia el próximo 25 de enero.
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