miércoles, 14 de enero de 2015

¿Quién soy yo?



¿REBELDES? ¿DISIDENTES? NO. INTELIGENTES HONRADOS
«Y no me precio tampoco de ser el primer inventor de mis opiniones, sino solamente de no haberlas admitido ni porque las dijeran otros ni porque no las dijeran, sino sólo porque la razón me convenció de su verdad.» (R. Descartes)






                                    


No he querido escribir apenas nada sobre el acto terrorista de París. He preferido reflexionar despacio.Nuestra condición humana y el barullo constante de nuestro tiempo casi no nos permiten otra cosa que la acción- reacción y eso nos hace correr el riesgo de convertirnos en un semillero de inercias globalizadas, ahora que todo es inmediato en suceder y en conocerse por todo el mundo en un plisplás. O sea, mientras sucede.

La primera información no me llegó por la vía normal. Entré en el feis y lo primero que encontré en mi muro fue una tira de carteles enormes, fondo negro y letras blancas Je suis Charlie o Je suis Charlie Hebdo. No había nada más. Así que sospechando algo extraño y grave entré en Público, luego en eldiario.es, en El País...y entre todos me fueron informando del terrible suceso. Lo cierto es que ya estaba todo dicho y no sentí el impulso de decir nada más. Pero poco a poco la marea globalizada de los Je suis... acabó por ponerme frente a un dilema personal ¿De verdad 'yo soy Charlie'? Puedo dejarme arrastrar por este tirón de la emoción contagiosa de la pena, de la rabia, del desconsuelo, del absurdo, puedo llorar de desolación, pero de verdad, de verdad, ¿yo soy Charlie? Las voces, las declaraciones, los comentarios, los carteles, los titulares, las imágenes espeluznantes giraban a mi alrededor con el mantra sin parar, je suis, je suis, je suis...mais c'est vrai che je suis Charlie? Oh, mon Dieu, je ne sais pas que faire, je ne sais pas qui suis o non suis maintenant, je suis tres desolée...¿Qué hacer? ¿Ser o no ser? To be or no to be, that's the question, se planteaba completamente en serio mi vena hamletiana... ¿Qué hacer? ¿Es verdad que me siento Charlie, que siento su dolor, su estupor post mortem al otro lado de la materia, contemplando sus despojos y mirando a su alrededor desconcertado, esperando saber qué ha pasado? ¿O por otra parte debo ser sincera y confesar que aunque estoy muy apenada y conmovida por este acto horrendo, no siento que yo sea especialmente Charlie? Pero Charlie Hebdo es una revista humorística hecha por un grupo de dibujantes. O sea es una "cosa", en todo caso yo puedo identificarme con cada uno de sus autores, pero no con la "cosa" por mucho significado simbólico que le otorgue. ¿O acaso el ser humano se ha reducido tanto a sí mismo que ya sólo vale y significa lo que hace, que sólo cuenta lo que hace y es capaz de vender? ¿Pero eso no se llamaba alienación o sea, salida del sí mismo para "cosificarse" adquiriendo una falsa identidad ajena a su conciencia? ¿No será que en el fondo nos "cosifica" tanto el neoliberalismo como el 'solidarismo' telemático que es la caricatura de la solidaridad? ¿Qué valor tiene lo que se hace cuando nos dan cuerda y reaccionamos sin pensar, sólo por las impresiones? ¿Se equivocó Descartes cuando comprendió y afirmó que el indicativo de existir era pensar y no reaccionar con la mecánica de un muelle teledirigido por el pensamiento de otros? Si al ser humano se le quita la  seridad  y se le impone un pensamiento, por muy noble que sea, también se le quita la humanidad y se convierte en masa rebañil y manejable. En el éxito absoluto del Gran Hermano o del Gran Padrino. ¿Seré una extraterrestre infiltrada y no me he enterado hasta hoy? 

¿Quién soy de verdad? Charlie, no, desde luego, ¿para qué me voy a engañar? Porque si mi humanidad es tan extensa y potente como para reconocer con toda su verdad que yo soy Charlie y estoy aquí, viva, como si tal cosa, o estoy como una regadera o soy una megalómana o miento como una bellaca. O soy imbécil y me he dejado convencer por las emociones extremas contagiadas que no experimento en realidad. Yo necesito mi tiempo para detectar lo que soy o no soy. Y puesta a no venderme la cabra a mí misma, debo reconocer que antes que Charlie me siento otros y otras, Por ejemplo, los olvidados que mueren como perros abandonados sin que nadie se haya enterado de sus existencias o se quedan mutilados por un bombardeo, o pierden todo y a todos los que quieren y se quedan solos en medio de este desierto enloquecido sin saber por qué ni para qué y sin haber escrito ni dibujado un sólo chiste para reirse del fanatismo. Sin saber siquiera qué es al fanatismo. Sí, me siento ellos y ellas. Niños comidos por las moscas que ni siquiera saben lo que es un lápiz ni el sentido del humor a la europea.

Y luego he seguido pensando ¿cómo es posible que los chistes y la obstinación de sus dibujantes en jugársela por opción personal, tengan más relevancia que la tragedia diaria de millones de seres humanos desconocidos, anónimos, carne de reportaje y de exhibición; niños con hambre, niñas-bomba, prostituídos para sacar dinero, adultos humillados, heridos, hambrientos , desterrados de la vida y condenados a pulular como zombies sin tierra..palestinos, sirios, libios, irakíes, afganos...mujeres musulmanas obligadas a no llevar su velo, por una sociedad tan católica que no se da cuenta del velo y las tocas de sus monjas, que ve el fanatismo en el ojo ajeno, pero no ve el suyo en el propio. 

Y he seguido pensando si tenemos derecho a ir por el mundo ridiculizando lo que no entendemos o no tiene valor para nosotros, lo mismo que los ejércitos de Occidente van imponiendo por el mundo a leñazos nuestro maravilloso concepto de civilización y de democracia, arruinadora, ambiciosa y depredadora. Hipócrita. Y viendo un poco más allá me he preguntado por qué sólo nos preocupa nuestro peligro, pero nos importa un rábano ser un peligro para los demás, que viven a miles de kilómetros y no nos han hecho nada, hasta que nosotros les hemos hecho de todo y nada bueno. Y he llegado a la conclusión de que todos somos...el pp. Porque esta reacción descompuesta, histérica y absolutamente desproporcionada, es propia de la derecha mundial y de su apego ansioso a su egocracia etnocéntrica, más enrarecida y cegata. Esto no puede ser normal. Perder así el oremus y el sentido de la propia realidad, para hundirse en el tópico del histrionismo.

Ni todo el sentido del humor ni toda la rebeldía anarco satírica de este mundo valen una sola vida humana, ni tampoco las de los redactores de Charlie Hebdo. Y he seguido pensando, hasta qué patético underground estamos cayendo para andar así por la vida y la muerte. Con una frivolidad tan estúpida como de rebaño teledirigido por los mismos que programan muertes y genocidios, epidemias, guerras y funerales de tiros largos para soldados desconocidos, discursos y arengas con   mentes cortas y torpes para la sencillez de lo grande, pero muy 'listas' para las bajuras enrevesadas  de la precariedad cognitiva.

No se pueden imponer a la fuerza cultura, economía, mercados, valores, religiones, ateísmos ni chistes. Vivamos y dejemos vivir en paz a cada uno en su lugar, en donde se sienta bien y que decida cada uno como quiere vivir, a qué Dios quiere adorar o rechazar, en qué se quiere gastar el dinero o no. Y empecemos a considerar que ser el ombligo del mundo es una pesadilla, una patología contra natura y no un privilegio, si esa condición de narcisos prepotentes sólo provoca resacas como el horror.

Decididamente no. Yo no quiero ser Charlie. Y creo, que tal vez, después de lo experimentado, si volviesen a la vida las víctimas de este absurdo sin pies ni cabeza, es posible que tampoco quisieran ser lo que fueron. Ni insistir en dar lecciones con una nueva portada en el mismo plan y con la misma prepotencia, que además, como todo lo que funciona en este maravilloso Occidente, va a ser el negocio millonario del siglo. Aprovechando el dolor. El capitalismo, según parece, aunque vaya disfrazado de anarquista, no sabe pensar ni hacer  cosas mejores que alardear de su poder. Desconoce el respeto, la delicadeza y el valor de la humildad, que no es sumisión humillante, sino inteligencia social, toma de tierra y de humanidad. Así nos va, compagnons.  

                                             
                                       

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