jueves, 29 de enero de 2015

La voz de Iñaki


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Política sin proyectos

EL PAÍS  

Ya casi es obvio decir cada mañana que tienes razón, Iñaki. Tus observaciones crecen, con los años, en agudeza y acierto. Las/te mejoras como los buenos vinos, que encuentran en el tiempo un aliado espléndido, mientras los malos  caldos se avinagran. Y se echan a perder.
Está claro que esa falta de proyectos a la que aludes va de la mano de dos "capos" ineludibles por ahora: la demoscopia, como muy bien apuntas y el juego de los mercados. Esa oscilación constante no deja lugar a los proyectos de gran amplitud y calado estatal y pone de manifiesto lo imprescindible que es el orden de las partículas y moléculas, de los átomos, de las células madre, en toda organización que pretenda ser inteligente, útil y eficaz. Estable, dentro de lo posible. Las casas de la polis no se pueden construir por el tejado de los media, que a su vez dependen de los humores bursátiles y financieros que los hacen posibles, sino por los cimientos y la solidez de la realidad que se palpa.  Y esa realidad no cambia a la misma velocidad con que lo hacen las noticias, que sólo son "fotos", instantáneas, testigos de lo puntual, pero jamás tendrán la consistencia real de lo que es y permanece siendo y estando. Constituyendo esencia. Lo imprescindible para hacer posible la vida creciendo hacia una plenitud sin límites de conciencia y desarrollo, en dignidad y sentido, pero, precisamente por eso, con la paradoja de aprender a ver los límites del crecimiento material patológico y superfluo, mientras se crean recursos más energéticos y enriquecedores en el terreno de la inteligencia social.

Hay un ingrediente a tener en cuenta que es determinante : el ego colectivo de los partidos, reflejado en el ego individual y "carismático" del líder en el contexto global donde la imagen, el golpe de vista, los efectos especiales, la ortopedia de la impresión, lo protésico y la mecánica del artificio son los diseñadores de ese estado baumaniano de conciencia licuada y ya casi evaporada en la nube de cada uno, que es simplemente un clon de la nube  residual colectiva. El paso siguiente al estado líquido es el gaseoso. Y parece que estamos en ello. Una metáfora diaria es lo que sucede en la atmósfera terrestre. Amanece limpia y diáfana; poco a poco van apareciendo estelas de avión, como gusanos en un queso Gruyère, que van dejando un rastro, que se agranda y se expande; los aviones pasan y desaparecen, pero las estelas se hacen enormes, se juntan, se funden, y terminan por construir un toldo opaco que poco a poco se hace nubes espesas, como la conciencia humana. El azul original ha desaparecido. No llueve. No pasa nada, solo que lo diáfano ahora es turbio e insalubre y que para volverlo a encontrar hay que volar en un avión -qué paradoja más sugerente- y subir a miles de kilómetros; entonces sí, allí, de nuevo, está la atmósfera imperturbable, la realidad intacta e inmanipulable. Lo inmenso de esa verdad, que Descartes describe con tanto acierto: es tan evidente y objetiva que nada puede negarla ni impedirla. Y ha sido el avión de la duda, (la conciencia-nube) lo que nos ha elevado hasta descubrirla. 
Esta observación me hace ser optimista en medio del embrollo global. Porque, con Giordano Bruno, estoy convencida de que no es la materia la que determina el pensamiento, sino al contrario: es la inteligencia emocional de los seres humanos, y su herramienta principal, la autoconsciencia, la que determina los estados y mutaciones de la materia.  Aplicamos a lo social, sin darnos cuenta, el estado de nuestra mente. Que a su vez anda enredada en los vericuetos del laberinto colectivo, en estado mutante entre lo líquido y lo gaseoso. En ese estado, pretendemos manejar al mismo monstruo al que estamos creando y manteniendo: el ego dinosáurico colectivo, reflejo del estado reptiliano del cerebro límbico de una mayoría atontada por los vapores de la misma nube que en su distracción constante va modelando y creando. 
Esa nube nos atonta y nos duerme. Es tóxica y a la vez es nuestra propia creación. El fenómeno Podemos es arquetípico de ese estado de conciencia inconsciente, nebuloso, impreciso y resbaladizo. Un paradigma emocional, mucho más que racional, lógico y estructurado. Por eso es un mix de tácticas políticas trasnochadas y de ilusas emociones actuales imprecisas, cambiantes, informes y desconcertantes, ni siquiera sus gestores saben lo que manejan, pero que reorientadas hacia lo único que tienen seguro, el viejo hábito del caudillismo, se pueden vender como logros 'reales' y sobre todo como hipotecas de un futuro inmediato y hacer el agosto electoral sin más rumbo ni perspectivas que el acontecer según se vaya presentando, en un camaleonismo de supervivencia perentoria y precaria.Con esa masificación de lo evanescente, el ser humano diluye y pierde su fuerza motriz, su poder de modificar realidades adversas, adaptándose a la adversidad y recortando su esencia creadora e innovadora. Su poder alquímico. Justo, porque se adocena en el seguimiento de lo que ya no puede "salvarle" por más tiempo de los límites que él mismo se pone al intentar un crecimiento material infinito en un ámbito material limitado. Lo único que nos permite sobrepasar los límites no es consumirlos sino superarlos en nuevo nivel de conciencia, con un cambio de valores personales que poco a poco, por ósmosis, modifican lo social.
El marketing ha dado en el clavo y ahora todos los partidos imitan al nuevo deus ex macchina , el efecto teatral de lo falsamente "divino", nacido del caos. Dijo un sabio una vez: en tiempos de confusión, no hacer mudanza. Más bien serenarse para ver lo que hay y de donde procede. Sobre todo cuando hay tantas señales de aviso para poner el stop de la reflexión objetiva y así poder modificar la realidad y no especular sobre la ficción del estado gaseoso. 
En este plan es imposible la lucidez necesaria para hacer proyectos que superen el nivel mínimo del orden particular. Por eso, las únicas políticas que dan resultado son las más sencillas de gestionar, las próximas, las ciudadanas, las municipales, las autonómicas. Construir por los cimientos. Es la dinámica natural de protección y regeneración en la caída de los imperios. Y esta vez, el imperio está globalizado y basado en los media
Hay que aterrizar los restos del naufragio y volar con la conciencia a la atmósfera más limpia para tomar energía e inspiración.

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