Jorge Armesto⎮Diagonal⎮23/01/15⎮Edición impresa
En Grecia también se vota. / JOANNA.
Intentar encontrar un ápice de verdad en
la lectura de la prensa española, supone un esfuerzo abrumador. Abrimos
hoy El País: “Monedero cobró 425.000 euros por asesorar a Venezuela y
sus socios”. ¿Sus socios? ¿Al Capone? ¿Michael Corleone? ¿La mafia rusa?
No. Otros países: Ecuador, Nicaragua y Bolivia. Qué desprecio para
estos ser llamados únicamente “sus socios”. ¿Es que no tienen nombre? ¿Y
por qué no “Bolivia y sus socios”? No queda tan bien. Y eso solo con el
titular. Si seguimos leyendo, el resto es aún peor. Insinuaciones
maliciosas y medias verdades. Un tipo factura una cantidad de dinero,
dona este a un medio colaborativo y esto resulta ser un escándalo para
los que tienen como moneda el franco suizo. En fin, así cada día. No sé
si llegaremos a acostumbrarnos. Y aunque a veces son tan zafios que
resultan divertidos, generalmente el panorama es desolador, cansino e
irritante. A veces me siento insultado con la desvergüenza de su guerra
sucia. No solo nos mienten: también nos toman por imbéciles.
Es tal el aluvión de falacias e insidias que denunciarlas resulta una actividad agotadora. Posicionarnos ante todos estos embustes diarios consume una enorme energía. Es una lucha que supera a cualquiera. Y quizá por eso nos pasan desapercibidas otras cosas. Otras que no vemos. Otras que callan.
Estoy seguro de que fui de los muchos
que, hace unos días, viendo “Objetivo Grecia”, nos sentimos atravesados
por un rayo luminoso. Me dije: “¡Leches! ¡Pero estos tíos de Syriza ya
están gobernando!”. Y lo siguiente que pensé fue: “¿y por qué no sé nada
de su acción de gobierno?”.
No hay día en que la prensa española no
especule, vaticine, tergiverse o mienta acerca del programa electoral de
Syriza y sobre qué harán o no si vencen en las elecciones. ¿Hundirán a
Grecia en una especie de neo-apocalipsis del tipo Mad Max con
desarrapados matándose por el gasoil? Con todas esas ruinas la verdad es
que quedarían unas escenas acojonantes. Pero lo cierto es que no hace
falta desbarrar ni ejercer de futurólogos: se les puede juzgar por su
acción de gobierno actual. El exceso de informaciones sobre el
programa de Syriza (verdadero o inventado) camufla el hecho de que ya es
posible saber algo de cómo administran.
Gobiernan las Islas Jónicas y Ática, la
región más poblada de Grecia, en la que vive el 40% de su población.
También aproximadamente el 20% de los municipios de la misma región.
En estos pocos meses, a pesar de encontrarse un presupuesto ya confeccionado, Syriza aumentó la ayuda de emergencia social en Ática de 1,8 a 13,5 millones de euros.
Estableció ayudas para los hogares que no podían pagar la luz, unos
40.000. Los niños estudian con velas. En Grecia, cuatro de cada cinco
viviendas no pueden poner la calefacción. Los griegos se ven obligados a
encender hogueras de leña en los pisos y ya hay varios casos de muertes
por asfixia. Con el recibo de la luz va unido un impuesto extra a la
propiedad. Si no lo pagas, la cortan. Pero sindicalistas de eléctricas
denunciaron que las grandes empresas pagaban la mitad, o incluso nada.
Syriza se negó a despedir a más
funcionarios. Esta negativa ha hecho que esos alcaldes rebeldes, que
aducen que hoy los servicios públicos son más importantes que nunca,
tengan querellas por desobediencia ante la justicia.
Abren dispensarios públicos con médicos
voluntarios para poder ofrecer acceso universal a algunos de los más de
tres millones de griegos que hoy no tienen acceso a la sanidad. El
movimiento que la defiende tiene como lema: “No nos mataréis”. Los
partos cuestan más de 700 euros. Una cesárea: 1.200, una radiografía:
100. Las pruebas diagnósticas son tan inalcanzables que las ONG
denuncian el aumento imparable de los abortos no deseados. A todo esto,
el anterior Ministro de Sanidad, de Nueva Democracia, realiza
manifestaciones como esta: “Enfermedades como el cáncer no son urgentes a
menos que estén en la etapa final”. Este ministro además tuvo
una condena por plagio intelectual, pero no todo lo copiaba, y se mostró
bien capaz de escribir un artículo titulado “Los judíos: toda la
verdad”, en el que negaba el Holocausto. Su preocupación por la
salud también se aprecia en sus actividades privadas, y en el
Teletienda griego vende una máquina milagrosa que “elimina los tóxicos
de los cigarrillos”. Digo “anterior Ministro de Sanidad” porque ahora
hay uno nuevo. Un antiguo militante nazi y antiguo skin-head de los de
bate de béisbol que repite lemas de la dictadura militar “contra los
rojos”. Difícil saber si es un avance o un retroceso. Tal es el gabinete
con el que se hermana el PP.
Syriza ha reducido los impuestos del
pequeño comercio y las PYME y aumentado los impuestos municipales de las
grandes compañías, bancos y superficies comerciales. Aunque sería más
justo decir que han empezado a pagar, pues antes no lo hacían. Organiza
mercados para productores locales que venden sus productos más baratos
que en los supermercados y colabora con los comedores sociales y los
infantiles. También han cancelado proyectos de plantas de gestión de
desechos por no cumplir las leyes de impacto ambiental.
Ni una noticia negativa. Y, creedme, de
haberla, con la prensa que tenemos, lo hubiésemos sabido. Solo son unos
meses de gobierno, pero algo nos enseñan.
¿Y qué más no sabemos de Grecia? De
todo. En general, cuando los medios de comunicación españoles hablan de
que Syriza pretende privatizar servicios como transportes, agua o luz,
ocultan que muchos antes eran públicos, solventes y fueron casi
regalados a grandes empresas. La televisión pública griega fue cerrada
justo unas semanas después de las concesiones de licencias televisivas a
empresarios del entretenimiento que soslayan en los informativos el
empobrecimiento generalizado. De paso, Grecia bajó al puesto 99 en el índice de libertad de prensa que confecciona Reporteros sin Fronteras. Por debajo de Kuwait, Gabón y Kirguistán.
El transporte ferroviario, que daba
beneficios, se privatizó con el aplauso del comisario europeo del PSOE,
Joaquín Almunia. Y solo después de privatizarse el gobierno griego
consideró oportuno subvencionar a las empresas beneficiarias. El mismo
gobierno hace, día sí y día también, operaciones que atentan contra el
más mínimo decoro. Vende casi treinta ministerios y edificios públicos
por 260 millones y firma un contrato de alquiler con la empresa que los
compra para seguir usándolos por 30 millones al año, haciéndose cargo
además del mantenimiento. Una cláusula cómica establece el derecho del
gobierno a “recomprarlos” en el futuro.
Los mismos negociazos se han visto en la privatización de la lotería: una concesión por doce años a cambio de lo que el gobierno recaudaba en tres. Empresarios
relacionados con el gobierno se hacen con islas, playas, terrenos y
edificios olímpicos a precios de risa. Por supuesto, ni un euro de todos
estos revierte en los griegos sino que van directamente al fondo para
el pago de la deuda. A pesar de ello Alemania se mostró “decepcionada
por el nivel de privatizaciones”.
Pero estas son pequeñas cosillas en comparación con la venta de las minas de oro de Calcidia.
La empresa que las gestionaba provocó un desastre medioambiental. Antes
de hacerse cargo de las indemnizaciones se declaró en quiebra. El
estado griego también perdonó las cotizaciones sociales debidas y compró
por 11 millones los derechos de explotación. A las pocas horas los
vendió por el mismo precio a una empresa constituida dos días antes.
Esta, a su vez, vendió el 9% de la explotación a un holding catarí por
175 millones. Solo el 9% valía dieciséis veces más que lo que recaudaron
los griegos. Esto deja el pelotazo de Galerías Preciados del PSOE en
una chiquillada. La explotación del oro, que solo es apoyada por el
gobierno y el partido neonazi, está produciendo catastróficas
consecuencias ambientales. Contra ella ha surgido un movimiento social
que apoyan decenas de miles de personas. Ierissos es “la aldea
gala”, solo que aquí los romanos son fuerzas antiterroristas con
declaración de estado de emergencia incluida. Escribir en
blogs, o hablar con la prensa contra las minas, se considera motivo para
presentar cargos por pertenencia a organización criminal.
¿Y el agua? Bruselas ordenó la
privatización del agua. La Mancomunidad de Municipios de Tesalónica
organizó un referéndum. El gobierno griego intentó prohibirlo, lo declaró ilegal.
La democracia es ilegal en el país que la inventó. A pesar de todo se
llevó a cabo con la presencia de observadores internacionales. El
resultado fue que el 97,8% de la población estaba en contra de la
privatización. Aún así, se privatizó, pero el Tribunal Supremo lo
declaró ilegal. Ninguna de estas noticias ha tenido en la prensa
española el eco que tuvo, por ejemplo, el cierre de una heladería en
Venezuela.
De este modo, ignorando los hechos
concretos de Syriza y el gobierno griego, en España la prensa plantea el
debate en términos fantasmas. Este hará esto, este hará lo otro. ¿Pero y
lo que ya hizo? Sobre eso, el silencio. La insistencia en las
diferencias ideológicas sirve en realidad para eliminar de nuestra
memoria los obscenos actos concretos de un gobierno que, pura y
llanamente, se ha dedicado al saqueo. El pasado de la gran coalición
griega entre derecha y socialistas es tan vergonzosamente indefendible
que a ninguno de sus cómplices en España se le ocurre traer a colación
ni una sola de sus medidas. En su lugar, todo se plantea en términos de orden-desorden, seguridad-incertidumbre, conocido-desconocido. ¡Qué gran diferencia con Venezuela! Cuando toca hablar de Venezuela entonces la prensa sí se ensaña con lo concreto. Ahí sí vemos el drama humano. La ideología, ni se mienta.
Esto avanza los términos del combate
argumental que se producirá aquí durante este año. ¿Juzgaremos los
ciudadanos al binomio PP-PSOE por sus hechos o por el símbolo de
estabilidad que desean representar?
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