Las Españas y las patrañas
por Luis García Montero
La realidad es una mesa de trabajo en la que se amontonan los encargos y las cartas. Lo sobres se acumulan, los papeles se esconden, las facturas se tapan unas a otras en el vértigo de los días y los oficinistas se acostumbran a escribir en el desorden. Se da respuesta a casi todo aquello que exigen las urgencias. Es lógico.
Pero no es lo mismo trabajar en el desorden que trabajar el desorden, es decir, aprovechar el desorden para ocultar lo importante y poner encima de la mesa discusiones interesadas. Aunque el Gobierno lleva meses hablando de la recuperación económica, ni siquiera él se cree lo que dice. Sabe que los datos de la macroeconomía no llegan a la vida cotidiana de la gente, porque las decisiones tomadas han servido para aumentar las fortunas de las élites, no para defender la dignidad de la población. Con esta manera de definir las escalas del poder, una inmensa minoría sale beneficiada de la pequeña mayoría de los ciudadanos.
Por eso los Gobiernos de Madrid y Barcelona van a utilizar otras cartas para resistir en las próximas elecciones: la lucha contra el terrorismo y la unidad de España o el independentismo catalán. La economía, en el fondo de la mesa, será un sobre discreto, casi perdido, en interés de los que en realidad están vendiendo la vida de los españoles (catalanes incluidos).
El diccionario dice que Recuperar es volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía, volver a poner en servicio lo que había quedado inservible. Desde ese punto de vista, la recuperación económica es una enorme patraña, porque las medidas económicas han buscado exactamente lo contrario: dinamitar lo que se tenía antes de la crisis. Por este camino resulta imposible volver a una modesta dignidad del mundo laboral y del poder adquisitivo.
Quizá convenga entonces preguntarse: ¿qué se está recuperando de verdad? Para ese tipo de inquietudes tengo la costumbre de separarme un poco de los vértigos de la actualidad, de las cartas que amontonan sobre la mesa los que quieren trabajar el desorden, y acudo a las viejas fuentes de información. Aunque el sindicalismo no se lleva ahora mucho, maltratado por las prisas, los errores y las manipulaciones, forma parte esencial de la educación cívica. Creo que los puestos de trabajo y los salarios son el máximo factor de generación democrática. Así que ayer asistí al desayuno que Nueva Economía Fórum organizó en el Casino de Madrid con el sindicalista Ignacio Fernández Toxo. Mereció la pena.
Lo que explicó el responsable de CC.OO es que las sucesivas reformas laborales han servido para impulsar la figura de “los pobres con empleo”. Las cacareadas noticias gubernamentales sobre la creación de puestos de trabajo, vistas desde la realidad cotidiana, significan que en España hay 4 millones de trabajadores con sueldos miserables. Ya no hace falta ser un marginado social, una persona sin empleo, para sufrir la pobreza. Miles de autónomos, miles de contratados temporales a tiempo parcial, incluso miles de trabajadores con empleo estable y jornada completa, son pobres.
Si gobernar es decidir sobre el reparto y la producción de la riqueza, estos gobiernos de la Españas preparan sus Presupuestos Generales del Estado y sus medidas económicas para empobrecer a la mayoría de la población y agravar las deficiencias tradicionales de nuestra realidad.
Poco calado tienen, pues, los mensajes optimistas. Más que votos generan indignación o chistes. Como la mala situación social invita a la disidencia colectiva, se hace necesario además endurecer los recursos de la represión y convertir la protesta política en un problema de orden público. La aplicación dura del código penal y la Ley Mordaza recortan el derecho de huelga y las movilizaciones sociales a la hora de parar un desahucio o defender los servicios públicos. Todas las calles pueden conducir a la cárcel, la nueva Roma de la política española.
¿De qué se habla cuando hablamos de Recuperación? La realidad ofrece tres datos significativos: los pobres con empleo, la represión y los obstáculos a la concertación social. Esto se parece mucho a la dictadura: y es eso lo que se está recuperando. Para no exagerar, puede decirse que se favorecen prácticas dictatoriales dentro de la democracia o que se regresa a un tiempo propio de los últimos años de la dictadura y de la Transición en el que una superación paulatina de la época más cruel no impedía la permanencia de prácticas y avaricias dictatoriales.
A quien me diga “piensa en lo que ganamos”, yo le respondo “piensa ya en lo que estamos perdiendo ahora”.
Las élites económicas han decidido desmantelar los modestos logros y derechos sociales conseguidos en España después de la muerte de Franco. Son las élites las que han dinamitado la Santa Transición. Por eso sus políticos saben que no tiene mucho calado el optimismo económico como promesa electoral y utilizan otras cartas para defender la pervivencia del Régimen.
El diccionario dice también que Recuperar significa volver en sí. Es otra acepción. Quizá el electorado español vuelva en sí y no se deje confundir con los grandes pactos sobre el terrorismo y la unidad de España que tratan de ocultar el estado miserable al que es conducida la nación por estos mandatarios sin honor democrático. Trabajan el desorden.
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