Ayer la solidaridad cívica tuvo una cita con la calle, en Valencia. La "Xarxa pobreza cero", que desde hace veinte años se bate el cobre trabajando por la dignidad y la justicia sin banderas políticas, religiosas ni sindicales, tratando de ocuparse de los olvidados de un modo más próximo, eficaz y entrañable, desde ONGs y movimientos cívicos independientes y sin ánimo de glamour publicitario. Idea, que por cierto inspirá en la Generalitat Valenciana el diseño un pozo de mierda -perdón por el asco, pero hay hechos que no se pueden eufemizar sin desactivar y minimizar sus maldades- a cuyo pleno empuje corrupto se colocó Blasco, el conseller de un bienstar social made in Botsuana-elefants. Un individuo sin la menor vergüenza ni decencia ni compasión. Un energúmeno sin alma capaz de emplear los fondos de unas presuntas ONGs mantenidas con dinero público y privado, dedicadas plenamente a su ánimo de lucro más descarado y cínico: invertir los aportes para la falsa solidaridad, en un parque inmobiliario a su nombre, a la altura del Pocero o de los chanchullos ruizmateos. Así, don Blasco, ha conseguido dos objetivos extraordinarios de un solo tiro: 1) Llenarse los bolsillos a costa de la pobreza y sufrimiento del prójimo y 2) Extender sobre el trabajo generoso y limpio de la solidaridad, un hedor a podrido y un envoltorio de desconfianza. De momento los tribunales le han inculpado. Pero tratándose de tribunales valencianos, no podemos tener la seguridad ni de que le condenen de verdad ni de que le hagan devolver lo que ha robado. Dados los precedentes de Camps y de Cralos Fabra.
Aclarado el asunto más repugnante, ahora le toca el turno a la decencia y a la esperanza bañadas en un poco de tristeza. Sí, tristeza por el ensimismamiento ciudadano que preocupado por los rescates de los piratas bancarios, por sus recortes y desahucios injustísimos, está provocando, primero la ceguera y luego el olvido de los que ni siquiera tienen nada apetecible para ser recortado ni expropiado. No tienen pasado cómodo, ni presente digno ni futuro posible. Son los olvidados de nuestro entorno. Los noútiles por enfermedades como el Alzehimer, por el abandono desde la cuna, por la pobreza absoluta, por el analfabetismo estructural, por no haber tenido jamás un techo decente, por ser inmigrantes sin papeles y sin cobijo humano, por estar indefensos y no conocer sus derechos, por ser viejos y no tener pensión ni seguridad social que les atienda, en una sociedad sin ética, privatizada como en la Edad Media, y con un avaricia patológica, pero beata y adicta a llevar flores a María, esperando un milagro imposible. Pero todo milagro, como el de los panes y los peces, necesita que haya alguien que primero ponga el material mínimo para empezara multiplicarse. El milagro es producto de la apertura solidaria y generosa, nunca lo será de la plegaria egoísta tratando de comprar la voluntad caprichosa de un dios de pacotilla que no puede ser divino porque se ha olvidado de ser humano.
Debemos salir de las inercias del miedo; debemos mantener la perspectiva del bien común por encima de todas las Merkel, agencias de rating y FMI amenazantes desde el cinismo político-mercantil.
Tradicionalmente la manifestación de la Xarxa solidaria ha sido siempre numerosísima, hemos andado kilómetros porque éramos miles y miles. Incontables. Empezábamos a las seis de la tarde y a las diez de la noche no habíamos terminado todavía. Ayer podíamos contarnos nosotros mismos. No creo que llegásemos al millar. El recorrido permitido por las autoridades era cortísimo.Y todo acabó antes de las 20'30, eso sí, con un batucada impresionante a cargo de los miembros de la Asociación Asprona. Los músicos maravillosos, con su disminución física o psíquica, su gracia, sus bailes, su ritmo y su amor lograron contagiarnos su valentía, su inocencia, su belleza, su fuerza incapaz de rendirse. Por lograr que ellos sigan creciendo y siendo testimonios vivos de la conciencia social, vale la pena seguir trabajando y dejar que los muertos entierren a sus muertos en la tumba de las luchas de la rapiña. Cuando todo se haya caído, sólo seguirá sonando la batucada del amor que sabe dar importancia a lo que la tiene y valorar todo problema humano en función del hombre, no del dinero que el hombre produce o roba.
El "problema" de la crisis no es el dinero sino el olvido ensimismado de la misericordia y de la justicia.
Y debemos recuperar el ritmo, la cadencia y los compases. La melodía del sonido y la voz. Somos todos una orquesta y si no nos entonamos y armonizamos, no conseguiremos que suene jamás. Y mucho menos que el mundo aprenda a bailar al son del amor, de la hermosura y de la prosperidad verdadera que produce el amor.
" Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven.
La mujer del médico se levantó, se acercó a la ventana. Miró hacia abajo, la calle cubierta de basura, las personas que gritaban y cantaban. Luego alzó la cabeza la cielo y lo vio todo blanco, Ahora me toca a mí, pensó. El miedo súbito le hizo bajar los ojos. La ciudad aún estaba allí."
José Saramago. "Ensayo sobre la ceguera"
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