España consigue un rescate, pero no cambia nada
Por: Paul Krugman | 25 de junio de 2012
Vale, España ha conseguido que rescaten sus bancos. Básicamente es como el Programa de Alivio de Activos Problemáticos (TARP, en sus siglas en inglés) de Estados Unidos: un organismo del Gobierno español proporcionará dinero a los bancos, supuestamente a cambio de una participación en el accionariado, con el propósito de garantizar a los depositantes y prestamistas interbancarios que sus fondos estarán seguros aunque las entidades sufran grandes pérdidas. La cuestión es que esas pérdidas inicialmente saldrán del nuevo montón de efectivo, de modo que no se producirán impagos de la deuda.
La pega es que el Gobierno español carece de dinero y debe pagar unos tipos elevados para solicitar préstamos en el mercado, de modo que este dinero es un crédito de economías europeas más fuertes, probablemente a unos tipos por debajo del mercado.
Lo que debemos preguntarnos es: ¿qué problema resuelve esto? Tal vez –y solo tal vez– ponga fin temporalmente al catastrófico círculo vicioso de fondos que huyen de los bancos españoles, lo cual obliga a las entidades a vender activos, cosa que los deprecia y genera más dudas sobre su solvencia. (En este caso tampoco ayudará en la medida en que los temores guardan más relación con la ruptura del euro que con una suspensión de pagos.) Pero no hace nada por restablecer la competitividad española o aliviar el sufrimiento que causa la austeridad.
Por tanto, todo ello sirve a lo sumo para ganar tiempo, al igual que el programa de préstamos del Banco Central Europeo del pasado otoño.
¿Qué hará Europa con ese tiempo? Si hemos de guiarnos por su comportamiento anterior, la respuesta es nada.
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