Acabo de ver el partido de la eurocopa. No voy a entrar en juicios particulares. Sólo voy a pensar sugerencias que en el futuro consigan sacar al deporte de la ciénaga del ego. Y por eso, de la brutalidad. De la trampa, de la violencia de las patadas, empujones, tirones, zancadillas y golpes bajos. De no ser capaces de centrarse en la belleza del deporte y en la estética de la nobleza sino en la avidez de una victoria innoble y al precio que sea, que desluce los éxitos dejando en evidencia lo peor de cada uno y rebajando notablemente la calidad del juego. Es muy cutre ganar porque en vez de tener habilidad y limpieza con el balón, se vence a base de lesionar a los mejores contrincantes y dejarles inoperantes. Lo mismo que la estrategia de hacer perder el tiempo con caídas y dispersión, para que no se juegue y se discuta o se creen tensiones innecesarias como coartada para distraer buenas jugadas que se interrumpen. Eso no es jugar eso hacer la guerra y desvirtuar la deportividad que agranda el alma humana. Una basura que según avance la civilización de lo nuevo, acabará por considerarse delictiva.
La sugerencia que se me ocurre es que la valoración de los partidos no se centre sólo en los goles, sino en el buen juego, en la limpieza y elegancia, en la deportividad, de modo que lo mismo que se sacan tarjetas rojas y amarillas para castigar, se saquen tarjetas blancas para premiar y dar puntos. Así, por ejemplo, en un partido donde los jugadores de un equipo jugando sucio impiden marcar goles al equipo que no hace trampas pero que tiene mejor juego, sea éste equipo el que gane por buena puntuación aunque no haya metido ningún gol o menos goles que el ganador fraudulento. O sea, que no se mire tanto la cantidad de goles, sino la calidad permanente del juego, su caballerosidad deportiva, su civismo y la belleza inteligente.
Además del árbitro colegiado que corre vigilando los pormenores e incidencias, debería existir un tribunal fijo con tres o cuatro miembros especializados, que valoren el conjunto con proyección de cámara lenta visualicen todos los detalles de las jugadas dudosas y puedan valorar también a los árbitros que tantas veces van descaradamente a favor de un equipo y a perjudicar al otro.
También el deporte nos educa y nos civiliza si lo sometemos a las normas de la excelencia y lo sacamos de la zahurda del dinero fácil, las apuestas y la bazofia.
Ganar al fútbol por puntos concedidos al juego limpio, civilizado y valiente; no sólo por goles que pueden conseguirse a base de marrullerías, brutalidad y miseria. Ojalá lo veamos en los nuevos tiempos. Donde no ganen los más bestias, corruptos y puercos, sino los mejores de verdad.
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