La dirigente socialista recibe duras críticas por meterse con un jugador que sufrió un accidente
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Sí, es cierto. Criticar la fealdad física de alguien es cruel. Y se añade crueldad al hecho de que esa fealdad sea producto de un accidente, lo que suma además el dolor físico y psíquico del afectado, que no ha sido siempre tan "feo" de nacimiento; ni ha dispuesto de toda una vida para acostumbrarse a la normalidad de su aspecto deforme. Ese tipo de crítica resulta aún más fea que la fealdad de la forma.
Sin embargo, sí que hay otro tipo de fealdad mucho más desagradable y reprobable en el señor Ribery. Su brutalidad del juego sucio en el campo de fútbol. Sus empujones violentos, su rabia premeditada, sus zancadillas a piñón fijo, sus golpes bajos, su indiferencia al mal causado, su gesto de soberbia y su mirada torva, más lejos del espíritu deportivo que del título de Mr Universo.
Y es muy preocupante que una persona como Elena Valenciano, dedicada a funciones políticas, se supone que al servicio de los ciudadanos, no demuestre ni una gota de sensibilidad, ni de discernimiento en esos comentarios y en su apreciación de lo esencial. ¿Acaso la fealdad de un futbolista tiene algo que ver con su comportamiento en el campo? ¿Es tan importante el aspecto físico deforme como para hacer olvidar lo fundamental de su juego sucio?
Lo que de verdad afea e invalida de verdad a cualquier ser humano es su conducta. Su falta de humanidad. Su estupidez voluntaria. Su mediocridad y su falta de lucidez. Su vulgaridad y su egoísmo depredador y oportunista capaz de sacrificar a cualquiera, de causar males incontables a los demás, con tal de que sus ideas fijas, sus dogmas, sus planes y su capricho se salgan con la suya. Éso sí que es fealdad, eso sí que debería inhabilitar a cualquiera para desempeñar un trabajo, para jugar en un equipo de fútbol o para encontrar pareja, ser padre o madre, dirigir un banco, una escuela, un hospital o gobernar un país.
El feo interior sí que debería ser un "marginado" social y habría que obligarle a reeducarse, so pena de no poder encontrar medios para vivir decentemente. A adaptarse a la convivencia, respetando la dignidad y los derechos del prójimo y dominando con el aprendizaje de la inteligencia emocional los brotes feísimos de su brutalidad "natural". Como la avaricia, la violencia maltratadora, la hipocresía manipuladora y la mala uva cínica. El retorcimiento sibilino con que tratan de ocultar las más negras y perversas intenciones.El juego de máscaras con que el feo y la fea psícoemocionales, pasan por normales en la sociedad que embrutecen y desestructuran cada vez más con la práctica de sus "virtudes" como emboscada para devorar al prójimo que les considera normales y a veces, muy válidos y eficaces en sus tareas visibles. La fealdad interna como impulso existencial puede conseguir que sus frustraciones empujen al "feo" a compensar con poder, crueldad refinada y corrupción lo que nunca podría conseguir por la vía del "encanto" natural de la inteligencia, la bondad y la belleza que no ha desarrollado.
Estos matices, aparentemente insignificantes, son los que facilitan o destrozan los caminos de la evolución. Y deberían enseñarse en las escuelas, en las familias y en la cultura social si de verdad queremos que algún día la fealdad del horror desaparezca del mundo público y privado.
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