domingo, 3 de junio de 2012

LA GRAN EVASIÓN ...DEL ESTADO

Afirma Rajoy, con mucha seguridad rígida y gestual, que -contra lo que él mismo pretende- delatan una tensión y un despiste monumentales- : "España no va a naufragar". Y por desgracia, tiene toda la razón, una vez más, con esa vocación suya por la práctica silogística del confusionismo retroescolástico   de su  ya proverbial  ponendo tollens. O sea, por afirmar con sus palabras lo que niegan sus decisiones político-económicas. España no puede naufragar, precisamente, porque ya está hundida. No se puede caer más bajo de lo que ya se le ha venido encima. España creía que era una comunidad democrática unida a una democracia europea. Pero España se despertó de golpe y comprendió horrorizada que no era ni una comunidad ni una democracia ni estaba unida a ningún vínculo europeo que no fuese la moneda de cambio que compra esclavos y llena las arcas heredadas del kaiser y del fürer. Que ahora, a veces, lleva falda, pero que en realidad es quien lleva los pantalones de la arrogancia y de la complicidad con uno más de los mil rostros de la barbarie. Y que a la vez está imponiendo un ritmo letal al resto de Europa. El suyo. Como en tiempos, basado en el cuenta gotas del exterminio de todo lo que pueda considerarse un obstáculo a la idea fija que tiene  sobre el desarrollo de la civilización.

España ya es un naufragio. El crack económico e institucional es el síntoma más visible y más llamativo, porque el ser humano no considera naufragio, todavía, la podredumbre moral ni la corrupción ni la carencia de escrúpulos, ni las mafias del poder por el poder mismo que están en la base de este siniestro total oportunista y piratesco en que se ha convertido la política y la gestión administrativa de un "estado" que no "está". 
La mediocridad se distingue por un síntoma epidérmico inconfundible: nunca se hace responsable de sus errores, jamás asume un fallo -y si lo hace en vez de ver en ello una cualidad muy positiva, se cae con todo el equipo-  y por sistema culpa siempre de su fracaso a causas externas. Por ejemplo, los gobernantes culpan a los ciudadanos de incumplidores, de delincuentes, de revolucionarios, de vagos e insumisos. Los ciudadanos que han elegido a esas prendas únicas e impresentables como representantes, les acusan de injustos, corruptos, irresponsables, cínicos y sinvergüenzas. Y entonces suenan las trompetas de "la lucha". Es como vivir eternamente sometidos a la cultura de los gladiadores. Una carnicería cívica e inútil. Un círculo cada vez más vicioso y envilecido. Degradado. Chapucero. Pues si de pronto la inmensa mayoría de esos ciudadanos oprimidos por sus gestores "libremente" elegidos, tuviesen la posibilidad de ocupar los cargos que tanto critican, harían exactamente igual, porque en realidad cambiar de personas que manejan ideas para medrar personalmente y "subir" en la escala del poder, no puede cambiar nada jamás. Sólo cambia realmente a la sociedad lo que el hombre es capaz de cambiar dentro de sí mismo. Y eso no es precisamente algo que hasta ahora haya preocupado a una mayoría suficiente como para provocar la inclinación de la balanza a favor de un cambio definitivo y sin retroceso hacia la barbarie. 

España ahora mismo es una pura evasión. Fiscal, "bankiaria", política, institucional, económica, educativa, sanitaria, profesional. Es una diáspora. Una escombrera moral y laboral. Hasta la propuesta de Rajoy en el saneo de su bankia con dinero público para enriquecer capitales privados con su futura y fantástica "venta" posterior, al mismo capital que ya es el amo de la propia mercancía, es una evasión de la realidad que no tiene no pies ni cabeza. Un timo de la estampita que ya no tiene ni estampita para disimular el rifirrafe. Rajoy evade su responsabilidad. El Banco de España, evade transparencia. La oposición evade competencia. El presidente del Supremo evade decencia. El ministro de Justicia evade coherencia. Los corruptos del sistema pp evaden sentencias. Las autonomías pperas evanden todo lo que pueden y más. Y el Jefe del Estado evasor evade conciencia e inteligencia. ¿Qué nos queda, pues? La ciudadanía que no ha sido educada ni preparada ni adiestrada, sino domesticada, aletargada, engañada, narcotizada con un falso toque de "bienestar" calculado, ninguneada con una educación pillada con hilvanes, que no ha enseñado a ser ni a pensar sino a comprar y venderse;  explotada y explotadora sin compasión. Y que ahora debe despertarse al son de los bofetones. Un tratamiento duro, pero parece ser que es el único del que dispone nuestra farmacopea hispánica. La lecheterapia o la ostiaterapia (sin hache es más directa y menos irreverente). Una detrás de otra. En secuencias alucinantes.

Sólo nos queda recurrir a los clásicos del Siglo de Oro, que también se las vieron y desearon con la evasión del momento histórico. O sea, recurrir al despertar de Segismundo en la cárcel de La Vida es Sueño y a continuación, reivindicadores, como el  alcalde de Zalamea, reclamar el honor de ser ciudadanos y no borrregos, un honor que es patrimonio sólo de los que tienen alma, por supuesto. Y reaccionar todos a una, no como en una Fuenteovejuna que ya no traga con la ovejez, sino que se queda en la fuente de la vida y aprende a fluir con ella. Y empieza a asociarse, a crear, a compartir y a vivir de verdad. Mientras el estado de avasión, a su bola,  se deshace cantándose un mix entre nanas heavy metal y un requiem compuesto por Sabina y Serrat y performenceado por Santiago Segura y el Chikilicuatre.

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