El Poder Judicial abre la puerta a Dívar para que dimita el jueves
JOSÉ YOLDI Madrid 522
Los vocales, por unanimidad, le permiten presidir los actos del bicentenario del Tribunal Supremo, pero le exigen que tras ellos deje la presidencia
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Ya era hora, señorías. Si ustedes no hubiesen dado este paso, hubiese sido como para pedir asilo político en cualquier paraíso moral, -si es que en el Planeta queda alguno perdido en el olvido- donde las cotizaciones se hagan en la bolsa ética y en los bonos y obligaciones de la honestidad.
Y ahora, queridos 17 decanos, ¿qué les parece que debería hacer la Justicia española con lo que queda en la cola del cometa Corruptius, incluídos sus mismas señorías? ¿No creen ustedes que corrupción, mediocridad, insensatez, complicidad silenciosa y delito social son el síndrome de la misma enfermedad? De la inutilidad institucional, tal y como debemos soportarla los españolitos de a pie.
Si llevaban ustedes la tira de tiempo obedeciendo a un jefe como Dívar, mirando para otro lado cuando se iba de picospardos a costa de todos, ninguneando su bamboleos turulatos desde que fue designado por su maleable ductilidad, por los acuerdos bífidos entre la bipartidocracia dominante, ¿por qué se han callado tanto tiempo sus usías? ¿quizás porque ustedes están también infectados por la necrosis moral de la mentalidad ppera y sólo actúan con cierta insegura decisión cuando lo corrupto se hace públicamente escandaloso y no cuando se produce y queda oculto?
Es muy triste que de todos ustedes, sólo un vocal, arriesgándose a todo, haya tenido la sensibilidad y los resortes de valor suficientes para denunciar públicamente los hechos. Y que sólo cinco entre todos ustedes le apoyasen cuando se echó encima el poder político de los cómplices, con la protección y amparo del mismo ministro de Justicia (¡?) Y es también una pena que sólo cuando el chanchullo afecta a la imagen y al revuelo social, ustedes condenen la indignidad de una conducta, invitando delicadamente al señor Dívar a dimitir por pecata minuta y unas minucias, como el mismo Dívar definió sus gastos festivaleros con el dinero público.
Lo que no sabemos y nos gustaría saber, viendo la indiferencia de ustedes ante los abusos con el dinero público en todo el Estado que rige fundamentalmente el pp, ¿dónde tienen, señorías, colocado el listón del delito por fraude, cohecho y prevaricación? Y por qué a Correa se le permite salir de la cárcel con una fianza de 200.000 euros si ha robado millones que no ha devuelto. No vayan a decir ahora que el delito lo miden sólo por la cantidad...y no por el daño causado a la sociedad en todos los aspectos. Y que sólo cuando lo sabe mucha gente un robo, un fraude o una estafa se convierten en delito penal. Porque si eso es así, apaga y vámonos.
También es muy chocante que hayan sido capaces de exiliar al magistrado Garzón por hurgar en la trama Gürtel y tratar de proteger a la sociedad de ella, como lo hizo con la operación Nécora o con las tramas del Gal, poniéndose ustedes al lado de los delincuentes alegando un defecto de forma y obviando la gravísima corrupción de fondo. Y pasando por alto la ley de la memoria histórica hasta admitir a trámite la denuncia de los acusadores, que son a su vez reos históricos declarados de las secuelas de la dictadura, de la que todavía España no ha podido librarse ni recuperarse gracias al miedo de políticos, magistrados pusilánimes y sacristías de la cáscara amarga. Los poderes de un mundo de compraventa y de una mentalidad tan zafia como mísera. Presa del miedo y de la amenaza constante de un no se sabe qué, heredado y convertido en modus vivendi et operandi, que está asfixiando instituciones, administración, economía, política y una parte de la sociedad, afortunadamente, cada día más pequeña.
Este estado de cosas recuerda el drama de "La historia interminable" de Michael Ende, donde la nada, que era una fiera insaciable, arrasaba todo por donde pasaba, porque nadie poseía el talismán del Espíritu, de la lucidez y del valor. Todos estaban aterrorizados y paralizados esperando ser destruidos por ella y por eso el mundo sano de la creatividad, se estaba muriendo. Y con él la vida.
Ojalá, señorías, este penoso asunto, sepan verlo en la dimensión verdadera que tiene y no sólo como un gesto de compromiso para salir del paso.
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