martes, 5 de junio de 2012

La lengua bífida del chismorreo comunitario


EL GOBIERNO DE RAJOY ANTE LA CRISIS
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El ministro de Hacienda descarta un rescate y anuncia cambios en los ayuntamientos.










Pues ya saben , según Montoro y Juan Roig, lo que tienen que hacer sus señorías, que no se ganan el sueldo millonario que cobran. Porque si de verdad trabajasen tanto como quieren exigir a los ciudadanos, el Estado no habría llegado a esta situación de incompetencia y corrupción generalizadas. No dejarían de asistir a los plenos y se preocuparían cada día por solucionar problemas concretos e importantes que han sido acumulados sin solución desde el comienzo de la Democracia. ¿A qué se dedican si no reforman las leyes injustas, la constitución obsoleta, la ley electoral de los privilegios para que nada cambie, el control fiscal de la banca y de las inversiones irregulares y evasoras, los sueldos impresionantes de banqueros que se van forrados a casa en vez de ir a la cárcel y devolver lo malversado y apropiado indebidamente? Para exigir algo, hay que dar ejemplo de eso mismo; de austeridad, de disciplina, de transparencia, de coherencia y de honestidad; resulta de un cinismo alucinante reprochar a los ciudadanos su vaguería, cuando son los únicos que trabajan de verdad. Y hasta eso se les recorta.

Hace ya algunos periódicos y artículos que vengo leyendo una sarta de acusaciones contra los españoles, por parte de extranjeros o de algún chamán multinacional aborigen , acerca de que los españoles no trabajan como lo hace el resto de europeos. Y estoy indignada por esa maledicencia que sólo puede proceder de dos fuentes: o de quien no conoce de verdad a los españoles porque habla desde otro país o es un explotador español ruinoso que, incapaz de reconocer que es un parásito, culpa a los demás por su mala gestión. 
Por más que miro a mi alrededor sólo veo personas que se levantan al alba y trabajan horas y horas, y se llevan el trabajo a casa si hace falta. Maestros y profesores que se esfuerzan en crear un clima de estudio y de conocimiento, con actividades, trabajos, corrección de ejercicios y desvelo por los alumnos. Médicos y sanitarios haciendo guardias continuas, consultas, visitas y cobrando cada vez menos, y cada vez con menos recursos, menos hospitales y menos servicios. Tenderos y comerciantes que se van a Mercavalencia a las tres de la madrugada para adquirir los productos más frescos y mejores y mantienen sus establecimientos a un nivel decente de salubridad y atención, y los dependientes que constantemente están arrastrando pesos, colocando y reponiendo género de la mañana a la noche. Veo barrenderos municipales limpiando aceras sin parar, vaciando papeleras, barriendo calles y plazas, con una pulcritud y un bien hacer que ya quisieran otras ciudades de Europa donde la porquería invade las plazas y las calles, donde los jóvenes ignoran las papeleras  y tiran por el suelo botellas, latas y bolsas de plástico. Donde las bolsas de basura se acumulan por todas partes y huele a demonios. Y las ratas corren por plazuelas y monumentos como Pedro por su casa.  Por ejemplo en un grandísimo aparcamiento público entre la Catedral de Colonia y el Rhin, donde la porquería y los orines se mezclan por el suelo con las colillas, los papeles sucios y trozos de pan, en la oscuridad de unas escaleras infames, pues teniendo varios pisos carece de ascensores. Veo limpiadores y limpiadoras de trenes y metros que mantienen impecables los asientos, los pasillos y los cristales de cada tren o autobús. Veo taxistas y conductores de autobuses y del metro y del ferrocarril, responsabilizarse de su trabajo puntualmente, con una exactitud que no he visto en Alemania, por ejemplo, ni en Francia, ni en Italia, donde los horarios de los transportes no son tan puntuales. He tenido que esperar más de 10' en la estación de Colonia o en la Sigburg o de Eitorf o de Henef, un tren de cercanías o un autobús interurbano; y tardar dos horas y media en un trayecto de pocos kilómetros entre Catania y Messina, no sólo por la lentitud de unos trenes que son de los años 30, sino por las demoras. Veinte minutos esperando un tren en Perpignan...en fin. Así estaba España en la dictadura franquista. La puntualidad y la limpieza no son cosa de negligentes ni de vagos. Lo mismo vale si voy al juzgado o a una notaría o al Ayuntamiento para hacer cualquier diligencia. La atención y el decoro de la puntualidad no fallan. 
Recuerdo que una vez de viaje por Italia, la compañía con la que volé y debía regresar a España quebró. Dieron por internet lo que llaman allí un "número verde" para atención a los viajeros damnificados. Nadie cogió el teléfono en toda una semana, por más que llamé para informarme. Cuando fui a preguntar al Aeropuerto, me dijeron que Alitalia y el gobierno sólo se ocupaban de los italianos que habían quedado en el extranjero sin billete de vuelta, que la compañía en quiebra la había absorbido el Estado y que si yo era española que mi país se ocupase de mí. Si quería un billete de ida nada más, con Alitalia, debía pagar por él 800€ .Me dirigí al mostrador de Iberia y, en efecto, los trabajadores italianos de Iberia funcionaban, afortunadamente, con mentalidad y eficacia españolas y habían hecho un precio especial, muy barato para todos los que debían regresar con la compañía desastrosa y arruinada que se llamaba Volare, por cierto. Fuesen de la nacionalidad que fuesen los pasajeros damnificados. 
En fin, que ya está bien de acusar a una ciudadanía entera sin haber convivido con ella para ver como es en realidad. Sólo sé que los campesinos, los panaderos, los limpiadores y limpiadoras, los que trabajan en bares y ventanillas se levantan al alba y se desloman trabajando aunque les recorten salarios y derechos. Y que este pueblo lo único que necesita es que desaparezca de su cuadro de "valores" asumidos culturalmente por las clases más incultas,  el caciquismo de los poderosos y la chulería de los ricos, que es el suma y sigue de la corrupción. Y que se sacuda de encima la resignación que le ha quedado como un estigma por haber sufrido un fascismo histórico y estructural que tanto la oligarquía como la iglesia fomentaron porque les interesaba gobernar una sociedad abatida por la guerra civil y la victoria del terror. Un estado de sumisión resignada que permite todo tipo de abuso mientras se le mantiene con los propios impuestos. Una actitud que provoca descontento, desconfianza en las instituciones y amargura social. Sensación de derrota previa en vez de ganas de cambiarlo todo y empezar de cero. Por eso se ha emigrado en el franquismo, en las falsas democracias monarcoides de finales del XIX y del XX y se vuelve a emigrar ahora. Es esa sombra de impotencia la que hay que deshacer para siempre. Ese sentimiento trágico de la vida que la oscurece y la anula.
No me siento "patriota" sino conocedora y testigo de una realidad objetiva, en la que nací como podría haber nacido en otra parte del mundo. Y reconozco los defectos sociales que sufrimos, como las virtudes que tenemos. Me indigna la cháchara irresponsable que no se basa en hechos reales sino en chismes inventados o deformados, como en el juego del telégrafo estropeado. Y me indignan los tópicos y localismos que clasifican desde un arranque xenófobo a todo lo que no les resulta cercano o simpático; por supuesto que es una actitud de incultura, de inmadurez, ignorancia, prepotencia y mediocridad. 

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