domingo, 10 de junio de 2012

ALEGRÍA POR EL BIEN AJENO, TRISTEZA POR EL MAL PROPIO

Italia tiene muchas cosas bellas para admirar: el paisaje, la cultura de raíces profundas, el museo de culturas artísticas más grande del Planeta y un Presidente de la República, que es un modelo de inteligencia y de bienhacer. Un sabio comprometido con la humanidad cercana y próxima. Y un poeta. Giorgio Napolitano, que ha sabido neutralizar la horterada político-corrupta del fango y potenciar un gobierno de gestores y salvación. Otro excelso abuelo al que admiro profundamente es a Eugenio Scalfari. Otro sabio, periodista e intelectual impecable, humano y bueno, que aprovecha cada minuto de su vida para pensar en cómo mejorar el trozo de mundo que le rodea, que es todo. Con estos abuelos luminosos al frente de la conciencia, las crisis son menos malas. 
Y ese tipo de abuelo excelente es el que falta en la España visible e institucional, con la excepción arrinconada de J.Luis Sampedro, de Nicolás Redondo y Eduardo Punset. Tres modelos estupendos de cultura, experiencia, nobleza y madurez humana, pero aparcados de la vida pública. Qué buen jefe del Estado y presidente de República sería cualquiera de los tres en vez de lo que tenemos. 
Mi querida Italia, cuánto me alegro de que a tu servicio público tengas personas extraordinarias y no personajes de bodevil ni marionetas de guiñol. No te envidio por ello, sino que te admiro y me alegro muchísimo. Porque la envidia es mala hasta cuando se le llama "sana". Bloquea y maldice al envidioso. Le deja enano y miserable. En cambio la admiración y el gozo por lo bien hecho nos da más capacidad para crecer y producir los valores que admiramos, sin copiarlos, sino viéndolos como un estímulo para avanzar y creer que es posible mejorar, crear de la nada y poner en marcha mundo nuevo aún en medio de lo peor, si otros pueden hacerlo.

No hay comentarios: