martes, 19 de junio de 2012

UN DEBATE MUY INTERESANTE



Me hubiese gustado mucho contestar a esta pregunta en el blog de Iñaki Gabilondo en El País, pero hace tiempo que mi nickname no obtiene el permiso para participar en los foros on line de ningún periódico, ni en el suyo en El País, por supuesto, igual que  muchos lectores de este mismo cesto de las chufas se me han quejado por no conseguir colocar ningún comentario en los post; la gestapo de las ideologías no lo permite. 
Creo que con este hecho ya se aclaran muchas cosas y se abren muchas cuestiones para debatir. 

¿Qué son las ideologías y de qué dependen?
Ideología es un sistema de pensamiento adherido a un credo determinado que encauza, moldea e influye en las conductas humanas y por ello también constituye la base de los comportamientos sociales y el funcionamiento de las instituciones como la familia, el servicio público o gobierno de los pueblos que llamamos política, la religión o el laicismo, la educación, la cultura, la economía, servicios sociales, etc, etc. Pero sobre todo la ideología tiene el sustento de un eje moral, o bien porque se rige por una ética esencial o por un deficiente barniz de moralina con fisuras o bien, por la carencia sustancial de referentes éticos que es en sí misma un disolvente letal de la convivencia, del desarrollo y del progreso humano. 
 ¿De qué dependen? Del mayor o menor desarrollo de la conciencia individual y social, que obviamente son las dos caras de la misma moneda. 
Situadas  estas premisas para irme aclarando un poco mientras escribo, me atrevo a responder a la interesante pregunta de Iñaki.
Toda ideología necesita un soporte humano para manifestarse y hacerse evidente. El hombre y la mujer. Sin la conciencia despierta de ellos no hay ideología aplicable, por muy estupenda que fuese cuando la "ideó" cada descubridor y propagador. 
La conciencia no está presente en las instituciones que sustentan y representan las ideologías. Por eso éstas se ven constreñidas a representar meros reductos inaplicables, excepto cuando abdican de la moral y se adaptan   a los instintos de supervivencia, de poder, de intereses y a los deseos de comodidades elementales en las que se  basa el hiván de unos derechos humanos escurridizos y casi invisibles, que no se inculcan desde la cuna, y en la ausencia de valores prácticos, que se trata de solventar con aluviones de información superficial y teórica. Es decir se llena la boca hablando de ellos, pero al no haber conciencia, cada uno los aplica a su bola o simplemente los olvida porque no están incardinados en la psique ni en la efectividad. Por eso parece que haya ideologías cuando escuchas un mitin político, pero te das cuenta de que no hay más que una política posible, despojada de toda ideología que se basa en el dinero y su gestión como principal motor de arranque y mantenimiento. Y entonces cualquier sistema de ideas capaz de mejorar, crear y añadir felices descubrimientos más evolucionados pasa inmediatamente al terreno ilusorio de la utopía.  O sea, etimológicamente, de lo que no tiene un lugar ni un sitio para existir. Ou topós. Sin lugar. Incolocable.
Tal vez todo este proceso perverso se pone en marcha porque faltan hombre/mujer/conciencia, sin cuya esencia nada se puede realizar. Las ideologías son para mejorar y servir al desarrollo del sujeto humano. Si éste no está presente como tal, sino sólo como número y contribuyente económico, la presunta ideología liberadora se convierte en la carcelera y dueña tiránica del sujeto que malvivirá para sostenerla y propagarla a costa de su libertad, de su crecimiento real y de su dignidad.

No, no creo que haya en Europa ideologías; no creo que haya verdaderas ideas orientadoras, sino simplemente inercias. Acción y reacción instintiva a la que obedece el cerebro domesticado, como el perro de Pawlov, por las fijaciones inamovibles que nos hacen retroceder constantemente a tiempos más primitivos, por pánico a no saber gestionar lo nuevo ni a pensar en un futuro que se percibe más amenazador cuanto menos conciencia se tiene del presente y de los errores del pasado que se consideran tantas veces "gestas heroicas" cuando coinciden y obedecen a las ideologías personales. Como pasa con la colonización y aplastamiento en el pasado de las culturas diferentes para arrebatarles todo o las guerras civiles vistas y deformadas por la "ideología" de los vencedores como "cruzadas" salvadoras mientras se olvida y se oculta el sufrimiento de los vencidos. Por esa razón hasta la tecnología y la ciencia más avanzada sólo se quedan en la periferia del poder y el lucro y también al servicio del fanatismo, como prueba el hecho del control on line de las opiniones que no se comparten o no benefician al poder que sostiene los medios y quizás pueden hacer pensar demasiado; en realidad los avances tecnológicos, mercantiles o científicos y la aparente libertad democrática, no consiguen mejorar la calidad de vida auténtica, ni proteger el planeta, ni erradicar la miseria y la injusticia, ni hacernos mejores, más sabios y conscientes, realmente cultivados (que es lo que significa cultos), sino que nos convierten en bestias ilustradas, en monos bibliotecarios o cibernéticos. En gorilas de la política más corrupta e inhumana, en la religiosidad más hipócrita, en la manipulación del pensamiento y de la historia  y en depredadores del prójimo. 
Más que ideologías necesitamos despertar la conciencia ante la realidad que no podemos evitar, que alguien nos eduque en la serena convivencia y en el respeto a los demás, que se despierte en nosotros la autonomía interior -no la rebeldía animal- que es la base de la verdadera solidaridad. Que las ideologías no añadan el miedo a lo diferente ni el rechazo a reconocer que otros puedan hacer las cosas mejor que nosotros y que sin imposiciones ni guerras ni rivalidades se crece mucho más y mejor. Que la envidia, los complejos, la crítica destructiva y las zancadillas no son virtudes de un "buen político" sino una lacra social que arrastra a los pueblos a su ruina, primero ética, luego económica. Que la cooperación es mucho mejor y más productiva que la oposición. Que no hay sabio soberbio ni tonto humilde. Y que quienes se oponen a algo por ideología no ven al ser humano que hay detrás del concepto y se pierden la oportunidad de crecer juntos y colaborar en el mejoramiento de la especie y en el disfrute respetuoso y limpio de la naturaleza. Y que la cooperación debe ser transparente porque no implica complicidad ni el beneplácito con el chanchullo corrupto.

Europa, de momento, no puede debatir sobre algo que hasta ahora no conoce: que la única ideología válida y digna de toda la atención es el bien común, donde nadie es víctima propiciatoria para que otros conserven y aumenten su dinero, sus coches y máquinas, su avaricia y su crueldad, sus toros, sus copas de fútbol, sus bancos-piraña, sus negocios multimillonarios y su falsa e injusta prosperidad. Que la injusticia es una bomba de relojería en la base de las sociedades humanas porque crea ruina con la polilla de las riquezas que no se emplean en el mejorar a todos como a uno mismo.
Sin una base sólida de valores elementales y espirituales, Europa no es nada más que un tablero de ajedrez bursátil del Paleolítico donde juegan su partida diaria los monos más listos del zoo. 

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