Cuestión esencial: la educación y los educadores
La educación debe proporcionar a todos conciencia global. Es un aspecto crucial: el prójimo puede ser próximo o distante
La educación es, como la
justicia, la sanidad y la ciencia, un tema supra partido político. Se
dirige a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna, y no puede
concebirse desde ideología, creencia e identidad cultural alguna.
Educación
para ser personas "libres y responsables" (art. 1º de la Constitución
de la UNESCO), para "dirigir con sentido la propia vida", según
impecable definición de Don Francisco Giner de los Ríos. La Constitución
de la UNESCO ofrece iluminados caminos para el mañana: vivir guiados
por principios democráticos, comprobar la veracidad de la comunicación
y, sobre todo, aprender a ser. Para el pleno ejercicio de las facultades
distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse,
inventar, ¡crear! Cada ser humano único capaz de crear, de inventar un
futuro y participar en el colectivo, nuestra esperanza.
La educación durante toda la vida constituye la
herramienta más poderosa de la democracia. Educación a lo largo de toda
la vida, como fuerza emancipadora, liberadora, como forjadora de un
comportamiento "personal", decidido con total autonomía. "Libres,
escribió Eduardo Galeano, son quienes crean, no copian. Quienes piensan,
no obedecen. Enseñar es enseñar a dudar". Ya no se trata de estructuras
locales, cerradas y estáticas, sino de un sistema global abierto y en
continua evolución, movido por el ritmo trepidante que le impone el
progreso de las comunicaciones y la aceleración de los intercambios de
todo tipo.
Educación, según las recomendaciones de la
Comisión Jacques Delors, para aprender a ser, a conocer, a hacer, a
vivir juntos. Para la interacción, para el enriquecimiento recíproco,
para el respeto a los demás. Educación para aprender a emprender, para
aprender a atreverse. Educación para el respeto a los demás, para una
relación de total confianza y amorosa con los progenitores, de
fraternidad con los familiares.
La educación para la
paz es un campo específico pero forma parte del desafío educativo propio
de una "aldea global" asimétrica, cuyas disparidades en lugar de
reducirse se están ampliando. Millones de niños y jóvenes no acceden a
los niveles mínimos de aprendizaje en muchos países del mundo. La
educación para la paz debe incluir la educación para la democracia, la
justicia, el desarme, los derechos humanos, la tolerancia, el respeto a
la diversidad cultural, la preservación del ambiente, la prevención de
los conflictos, la reconciliación, la no violencia y la cultura de paz.
Para hacer posible la transición histórica de la razón de la fuerza a la
fuerza de la razón.
La educación es un proceso de
participación en el cual debe desarrollarse la capacidad crítica,
esencial para los nuevos ciudadanos del mundo. La educación para la paz
debe enseñar a encontrar soluciones a los conflictos, a la guerra, a la
violencia, al terrorismo, a la explotación de género, a combatir el daño
ambiental y oponerse a todo lo que sea contrario a la vida y a la
dignidad humana. Hay que aprender a comportarse para favorecer la
transición de una cultura de guerra a una cultura de paz, de la fuerza a
la palabra. La educación tiene que proporcionar conocimientos y
capacitaciones para que los ciudadanos entiendan el complejo mundo en el
que viven, lo gestionen democráticamente, usen equilibradamente los
recursos naturales y construyan y defiendan un sistema de valores en el
que estén integrados la tolerancia, la justicia, el respeto a las
diferencias. Es decir, la paz y no la violencia, desoyendo el famoso
adagio de "si quieres la paz prepara la guerra".
Los
Estados son los actores políticos que deben asumir y articular estos
planes, pero es la sociedad civil a través de sus múltiples formas la
que debe influir a través de una intensa participación democrática, para
que se adopten las medidas correspondientes con la rapidez exigible.
Está
claro, para el buen entendedor, que el gran problema que nos acosa no
es de diferencia sino de indiferencia, no del reconocimiento de la igual
dignidad sino del supremacismo y el racismo. Educación es ser
independiente (que no "indiferente", que añadiría Ángel Gabilondo, que
sabe muy bien de qué se trata y de lo que supone, en los distintos
grados, impulsar el proceso educativo). Lo más preocupante es cómo
germinan aquí y allá semillas de racismo, de fanatismo, de dogmatismo…
sin que nadie parezca acordarse de lo que sucedió en los año 1933 a
1939… Una gran mayoría de la ciudadanía se halla siguiendo aturdida y
obsesionada a sus equipos de fútbol o atenta en exclusiva al pasado
inmediato y al presente, con reivindicaciones que, fundamentadas con
frecuencia en torpezas de los que han gobernado a uno y otro lado,
tendrían cabida en situaciones de menor apremio, sin darse cuenta de que
ahora las generaciones jóvenes y venideras son las únicas que merecen
atención para conseguir mantener el mundo a flote y asegurarles una vida
en condiciones aceptables.
La educación debe
proporcionar a todos conciencia global. Es un aspecto crucial: el
prójimo puede ser próximo o distante. Y el cuidado del entorno no debe
limitarse a lo más cercano sino que debe extenderse, porque el destino
es común, a todo el planeta. Educación, "conducir" el maravilloso
misterio de la vida siendo capaces de aproximarse a los demás, de
"a-projimarse", recorriendo todos los trechos "con el amor a cuestas",
como recomendó Miguel Hernández.
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