Ponle freno al Código Penal
Hay mucho trabajo por delante en una reforma del Código Penal, pero ese trabajo no puede consistir en añadir más delitos que estrangulen la libertad de expresión
"Si no creemos en la libertad de expresión de aquellos que despreciamos, no creemos en ella en absoluto"
Noam Chomsky
Noam Chomsky
Confieso estar desazonada desde que Adriana Lastra anunciara la intención de tipificar un nuevo delito de exaltación del franquismo.
A mí lo que me parece delito de leso progresismo es sumergirse en la
orgía permanente de engrosamiento de un Código Penal que es ya demasiado
tupido y demasiado duro y demasiado usado para solucionar conflictos
que deberían encontrarse fuera de sus márgenes. El mensaje que se envía a
la sociedad es demoledor. El otro día varios oyentes pedían en uno de
los programas que hago que se convierta en delito mentir. ¿Ven? Las
inercias tienen peso y la inercia de una derecha que ha convertido el
Código Penal en su libro de cabecera, que lo ha hecho crecer a golpe de
víscera y de populismo y de búsqueda de aplausos y de captación de las
víctimas, está ahí. Ruego, por favor, al Gobierno de coalición
progresista que reflexione antes de convertirse en lo mismo que llevamos
criticando tanto tiempo.
No solo no hay que crear
ningún delito de opinión más, sino que existe la obligación de desmontar
el andamiaje represivo que se ha ido construyendo por la derecha a
golpe de populismo punitivo y de electoralismo fácil. Los argumentos de
los que, dolidos por el uso represivo de la derecha y la derecha
judicial –la mayoría–, se consuelan pensando en poderles aplicar la
misma medicina a los fachas no solo son espurios, sino que son
peligrosos. Lo siento, pero no podemos ser iguales que ellos. Esto debe
ser lo que algunos de mis contertulios del lado contrario llaman en un
lamento "la superioridad moral de la izquierda". Pues sí, si somos
superiores en términos de coherencia y moralidad, no queda sino
demostrarlo. Eso no hará a nuestros principios más débiles, sino que los
reforzará.
Un nuevo "delito de exaltación del
franquismo" es una aberración y, además, no me cabe duda de que
supondría un revolcón para el Gobierno en términos de
constitucionalidad, porque hace mucho que sabemos que no somos una
democracia militante y porque ya nos ha dicho el Tribunal Constitucional
que las ideas o ideologías están amparadas por la libertad de
expresión, si no hay incitación a cometer delitos concretos o a crear un
clima real de violencia (STC 235/2007).
En segundo
lugar, no serviría para nada. Ese tipo penal no nos va a librar de los
fachas ni de los franquistas nostálgicos ni siquiera de los
neofranquistas por esnobismo, tradición o ignorancia. Lo que es preciso
para acabar con este renacer de lo franquista es aportar elementos de
verdad sobre el régimen represor, para que aumente la intolerancia
social y el reproche a todo aquello que huela a dictadura. Si quieren
que les sea sincera, más efectivo sería a día de hoy crear un parque
temático del franquismo o, mejor aún, un reality en el que los jóvenes
pudieran disfrutar durante unos cuantos días de las delicias de vivir en
un régimen represor de libertades. Ya verían, ya. Un par de semanas
concursando sin derecho a Internet, con censura, sin porno y hasta sin
besarse por la calle, obligados a hacer la mili y a recibir
adoctrinamiento, sin poder hablar de política, sin poder meterse mano,
ni hacer botellón, ni ser homosexuales, ni líquidos, detenidos por ello o
por usar drogas o por practicar el poliamor, con música sacra y las
discotecas cerradas por decreto religioso o tantas otras cosas. Denles
un videojuego, un concurso o una escape room así y verán cómo decaen los ánimos de los pijitos que tontean con el fascismo.
El
mero hecho de prohibir la expresión de una ideología haría las delicias
de Franco, porque no es sino el primer paso para prohibir otras. Y ahí
reside el tercer peligro, el de que una vez introducido un delito que
afecte a una ideología, si bien sea esta execrable, vengan los de detrás
y añadan "y el comunismo" y acabe la gente en la cárcel por citar a
Gramsci. No se rían, que cosas como estas ya hemos visto en los años de
Rajoy.
No, no necesitamos más delitos. Necesitamos que
entren con la podadora y acaben con los delitos de opinión que han sido
sembrados en el Código Penal y, lo que es peor, que están siendo
utilizados, usando la figura de la acusación popular, como verdaderos
arietes por, precisamente, la ultraderecha y sus mariachis.
Entren al Código Penal y deroguen de una vez.
Acaben
con el delito contra los sentimientos religiosos que está siendo usado
por los ultracatólitos para cegar la libertad de expresión. Ese delito
está formulado de forma que contiene un fallo estructural. Ofender es
libre y no ofende quien quiere. Ya saben. No es la ofensa a los
sentimientos religiosos lo que puede ser delito –esto equivale a
condenar por blasfemia– sino, en todo caso, la incitación a la
persecución religiosa y eso, eso ya se recoge en los delitos de odio.
Deróguese, pues. Tan simple como eso pero tan complicado para Willy
Toledo, las del Coño Insumiso o los del carnaval de Cádiz.
Los
propios delitos de incitación al odio se están intentando utilizar mal y
más allá de las minorías sobre las que sí existe un riesgo cierto de
persecución. A ese tipo también le falta el elemento de la incitación o
de la creación de un peligro real y, aunque los tribunales lo aplican
vía jurisprudencia, mejor sería que quedara claro, clarito, que luego
pasa lo que pasa.
El delito de enaltecimiento, a pesar
de que el Tribunal Constitucional introdujo también la necesidad de que
existiera una incitación real a la comisión de actos delictivos, está
siendo usado para enfangar en procedimientos larguísimos a un montón de
tuiteros y particulares para que, al final, el Tribunal Supremo termine
absolviéndolos. Mientras, la pena de banquillo y el sufrimiento
psicológico que supone una acusación penal o una condena de instancia
van haciendo el juego a los que, simplemente, quieren censurar el humor
negro o la expresión de meras opiniones. Yo lo derogaría, la verdad. No
hace ninguna falta y es una fuente de peligro.
Pero,
desde luego, el que es un peligro real y debe ser inmediatamente
derogado es el recogido en el artículo 504.2 del Código Penal como
"injurias a la Policía". A este artículo están recurriendo muchos
pseudosindicatos y grupos ultras para reprimir las críticas a las
actuaciones policiales, una vez que se les dijo que no podían usar la
figura del delito de odio por no ser la Policía una minoría protegida.
Es un delito arcaico que actúa como un verdadero delito de desacato a la
Policía en un país en el que se ha eliminado hasta el desacato
judicial. No contamos aún con jurisprudencia restrictiva para esta
figura y, mientras, se les está aplicando como forma de represión a Romy
Arce, Iñaki Rivera o Lorena Ruiz-Huerta. Este delito, señores
progresistas, hay que tumbarlo. No hay vuelta de hoja.
Así
que sí, hay mucho trabajo por delante en una reforma del Código Penal,
pero ese trabajo no puede consistir en añadir más delitos que
estrangulen la libertad de expresión, aunque sea de aquellos que
despreciamos, porque además es bien sabido que, al final, todas estas
acciones se acaban volviendo contra el menos pensado. Poden, aligeren,
deroguen, supriman, tumben todo aquello que en los últimos tiempos se ha
convertido en una restricción de la libertad de expresión.
Es cuestión de superioridad moral. ¡Qué quieren, afortunadamente, no somos como ellos!
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