Viva el rey
Desactivado el republicanismo de Unidas Podemos por estar en el gobierno, el otro día en el Congreso los únicos republicanos en activo fueron los diputados de partidos independentistas
Irene Montero: "Si para subir el SMI hay que aplaudir al jefe del Estado por respeto institucional, lo haremos"
La lectura de este
artículo dura unos cuatro minutos, lo mismo que la ovación al rey en la
apertura de las Cortes. De hecho, les recomiendo que lo lean con ese
sonido de fondo: busquen el vídeo y pónganlo, lean mientras escuchan los
aplausos de manos coloradas con que la mayoría de diputados celebró al
rey. Así, cuando lleguen al final del texto escucharán los “viva el rey”
que algunos diputados gritaron y muchos otros corearon al terminar la
larguísima ovación.
¿Me lo parece a mí o en las
últimas semanas hemos oído en el Congreso más vivas al rey que en
cuarenta y tantos años de monarquía? Hubo incontables vivas ya en el
debate de investidura: lo gritaron varios líderes al terminar sus
intervenciones, se escucharon antes de hablar Casado, los arrojaron
diputados de las derechas contra la representante de Bildu, y se
repitieron cuando distintos portavoces quisieron desagraviar al rey
frente a las críticas del independentismo.
Llegó esta semana la sesión de apertura y vimos bríos
renovados: la presidenta de las Cortes ensalzó hiperbólicamente el papel
de la corona teniendo al monarca sentado al lado y, para evitar la
"apropiación partidista y excluyente" de la monarquía por parte de las
derechas, cerró su discurso con un "viva el rey" como no se había oído
en cuatro décadas desde la presidencia. Después vinieron los cuatro
minutos de aplausos y vivas, tan entusiastas que hasta parecían
incomodar al homenajeado, que ponía esa sonrisilla de "vale, ya está,
venga, que os estáis pasando".
Y sí, los ministros de
Unidas Podemos aguantaron la minutada aplaudiendo en pie, para disgusto
de no pocos republicanos que lo consideran humillante, una bajada de
pantalones de quienes hasta hace dos días evitaban la mínima cortesía
con el rey.
A mí, como republicano, no me molesta que
Alberto Garzón o Pablo Iglesias aplaudan al rey en un acto solemne. Son
ministros, es cortesía institucional. Y no es que yo piense que los
gestos no son importantes, al contrario: lo son, y mucho, sobre todo si
hablamos de la legitimidad de una institución que tanto depende de
gestos, símbolos, imagen pública, solemnidades y vítores.
Bueno,
vale, a quién quiero engañar. Me molesta un poquito, un poco, incluso
mucho. Pero estoy dispuesto a aceptar un rato el argumento (repetido
desde Unidas Podemos) de que ese es el precio a pagar por sacar adelante
políticas de izquierda. Si ese es el precio, por mí que le aplaudan un
ratito cada día, que yo mismo me sumo si hace falta.
Lo
que me preocupa es que ese no sea todo el precio, sino solo la
calderilla de lo mucho que tendrán que renunciar para mantener la
coalición. Tragarse un ratito las convicciones republicanas será el sapo
más digerible que se encontrarán en la mesa, así que prepárense para
muchas más decepciones, y no todas simbólicas, que en cada momento se
nos presentarán invariablemente como “el precio a pagar por sacar
adelante políticas de izquierda”.
Desactivado el
republicanismo de Unidas Podemos por estar en el gobierno, el otro día
en el Congreso los únicos republicanos en activo fueron los diputados de
partidos independentistas, que dieron plantón al rey y firmaron un
manifiesto contra la monarquía. Bravo por ellos, pero me deja una duda:
los republicanos que no somos independentistas catalanes, vascos o
gallegos, ¿no tendremos quien nos represente en los próximos cuatro
años?
Y yendo más allá del asunto monárquico,
¿ocurrirá lo mismo en las demás cuestiones políticas, económicas,
sociales, culturales o de política internacional? ¿La única oposición a
la izquierda del gobierno vendrá también de los partidos
independentistas? En tal caso, para los votantes no independentistas y
del resto del Estado, toda posibilidad de crítica, control y alternativa
al gobierno vendrá de las derechas, que disputarán entre ellas pero
compartiendo un mismo modelo de política, de sociedad y de país. Y eso
es mucho más preocupante que un ratito de aplausos y vivas.
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