martes, 18 de febrero de 2020

Añado al comentario anterior, este apéndice que puede ampliar los términos de la reflexión sobre el estado y la diferencia entre ser ciudadanos o súbditos


Es cierto que el concepto de Estado abarca a todos y todas. En una maravillosa teoría general "el Estado somos todxs", pero no nos engañemos con el envoltorio del paquete ni con el etiquetado del producto interior bruto, muy bruto. Porque en España, concretamente, el estado no somos todos y todas ni de coña. Y lo sabemos. La realidad se encarga cada día recordarnoslo con una veracidad indiscutible y de dejarlo en evidencia absoluta. Lo peor del caso es que jamás hemos tenido esa experiencia sociopolítica en toda nuestra historia. Se ha intentado varias veces, pero, nada de nada. Y es que solo se cosecha lo que se siembra, si las semillas valen y se cuida su proceso generador de vida, la cosecha es muy buena, pero si no hay semillas sino solo polen disperso de zarzas, cardos y hierbajos, pues eso mismo será la cosecha. Sobrevivimos estatalmente en un callejón sin salida: como no hay conciencia despierta, no hay capacidad para cambiar nada, se ha establecido la conciencia dormida como paradigma. Manda la necesidad y la urgencia, es cierto, pero no hay conocimiento sustancial ni del qué hacer ni del cómo hacerlo, y mucho menos de quienes pueden hacerlo, porque los mismos que no saben por donde les da el aire, al mismo tiempo tienen el poder de trastornarlo todo, de hacer normalidad el cretinismo y de intoxicar las capacidades sensatas de la inteligencia colectiva, que se trastorna doblemente entre lo que necesita y el precio que debe pagar por sus necesides: o vender su alma y morir consumida como esclava de un sistema condenado a muerte o morir matando lo que no le permitime vivir. No, el estado no somos todxs. Hasta ahora el estado solo son "ellos" y "ellas", el círculo reducido del poder,que el resto de humanidad se ve obligado a aceptar por imposición como mal común, "porque sin él aun podría ser peor". Es un juego perverso, e indiscutible en España, al que por desgracia sostiene invariablemente una facción social de medio pelo moral y cultura trampantojo beneficiada por el círculo del poder manejante, que no tiene el menor interés en que cambie nada y vive en un perenne "virgencita, que nos quedemos como estamos"; totalmente el estereotipo del hombre de casino provinciano que...discrepa de política banales dicterios al gobierno reaccionario, y augura que vendrán los liberales (o los socialistas, o los obispos, o los banqueros y empresas millonetis) cual torna la cigüeña al campanario. Lo demás, taciturno, hipocondríaco, prisionero en la Arcadia del presente, le aburre...Sólo el humo del tabaco, dibuja algunas  sombras en su frente. 
La tragedia española es que los versos que Antonio Machado dejó como retrato hiperrealista y certero testimonio de su tiempo (final del XIX y principio del XX), sea todavía el curriculum político/social del XXI. Despertemos de una vez: en España el estado no somos todxs. No se puede ser mayoritariamente lo que es imposible elegir desde una conciencia que no ejerce porque no se ha dado nunca el permiso para despertarse y cuando ha estado más cerca de ello, la han apaleado, encarcelado, asesinado y condenado para siempre al silencio de los corderos, hasta convencerla de que ese estado es el mejor para que todo funcione...Machado deja muy clara la profecía:

Ese hombre no es de ayer ni es de mañana,
sino de nunca, de la cepa hispana,
no es un fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana, 
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana. 

¿Cómo es posible que en más de cien años, aun sigamos en el mismo plan? ¿Acaso el resto de Europa está como entonces, después de su derrumbamiento por dos guerras mundiales? El progreso no es solo la tecnología, es sobre todo un prudente aprendizaje de la propia historia, y sin él, la tecnología y una cultura de información sin conocimiento profundo ni conciencia, manejadas por trogloditas informatizados, es un peligro mortal, para España y para el Planeta. Un Estado de verdad tendría muy claro el tema. Y no es el caso español.
¿Cómo, entonces, se van a sentir parte del estado quienes van despertando a golpe traumático global, y comprenden donde están encerrados y aprisionados? Que pregunten a los vascos de Zaldívar encerrados en casa, y no por el corona virus, sino por el amianto y el crematorio de los tóxicos adjuntos "que crean tanta riqueza para el estado, en trabajo y salarios"...
La ciudadanía decide, pero los súbditos obedecen sin rechistar. Ciudadanas/nos y súbditos son conceptos tan incompatibles entre sí como democracia y monarquía. Meditemos en qué plano estamos funcionando o dis-funcionando. Y si a las conclusiones del razonamiento se le puede llamar democracia real o fantasía usada para manipular.
El estado, como el Poder Judicial,  no puede ser como un paso de Semana Santa, ante el que arrodillarse y emocionarse devotamente, sea como sea, porque para eso es un tabú, el estado -o 'La Ley' o el dogma religioso in-fa-li-ble y su divinidad no se discute aunque sus brotes como el Gobierno, el Parlamento y la Iglesia sean el punch del gimnasio para descargar bilis, el estado fantasmal y segregado de la realidad por su realeza dinástica, que por lo visto no tiene nada que ver con sus fatales consecuencias pisando tierra y asfalto-, se pretende que sea igualmente in-to-ca-ble.
A ver si por lo menos, viendo la realidad despojada de filigranas,  somos capaces de ponernos de vez en cuando las gafas de ver. O mejor, todavía, de quitarnos la venda de los ojos, para ir soldando cables sueltos que producen  cortacircuitos y black-outs en todo lo que tocan. Y así nos va.

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