Público
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Vaya por delante que todo elemento abusón de sus semejantes más débiles, indefensos y precarios, que para sus fechorías se ampara y se camufla en su poder, su dinero, su status o su glamour es un despojo humano, un cerdo sin paliativos, por muy bien que cante, que escriba, que hable, que pinte o que trepe. Los comportamientos desalmados no tienen la excusa de las modas y hábitos sociales, quienes tienen la conciencia disponible y atenta, se equivocan como todo el mundo, pero jamás hacen un sistema normal de sus déficits morales ni de sus tendencias más bestias, si las descubren las reconocen e intentan cambiar cuanto antes, se educan y tienen la honestidad de evitar las situaciones proclives a la pérdida de control sobre sí mismos, para eso está la Psicología clínica, la Psiquiatría, las terapias, la reflexión y el sentido de la responsabilidad, la humanidad más sana, de la que aprender a cambiar y a modificar las tendencias y conductas más nocivas para el prójimo y a la vez, para sí mismos.
Si como al fin se ha demostrado es cierto que este cantante de voz excepcional ha sido toda su vida profesional un abusador sin freno de sus compañeras de profesión, cabe preguntarse también acerca de la catadura consciente de las abusadas. No era niñas, eran mujeres adultas, sopranos, mezzos y contra-altos, no eran unas pobres ignorantes que pasaban por allí vendiendo flores o cigarrillos en la puerta de los teatros. Habían estudiado (no conozco a ninguna cantante lírica que sea analfabeta), habían viajado por el mundo, tenían una formación inevitable, que les debería hacer distinguir perfectamente la normalidad del abuso, de la humillación y del derecho de pernada. ¿Cómo es posible que esas profesionales del bel canto fuesen cómplices de semejantes atropellos y se quedasen tan panchas? ¿Por qué han esperado un montón de años a denunciarlo, qué se lo impidió? Yo tenía siete años cuando un cura me intentó meter mano, salí corriendo, me asusté muchísimo y lo conté en mi casa y a mis amigas. Cómo es posible que esa salud psicoemocional no la tengan las personas adultas? ¿Qué ha pasado en la sociedad humana para que el impulso más sano y limpio se reprima y de adapte a las pocilgas más asquerosas con una naturalidad que da horror?
Es posible que en determinados casos los abusos consentidos no lo hayan sido solo por ignorancia sino también por intereses laborales y financieros. Y sean en realidad, prostitución encubierta. Y la idéntica carencia de dignidad y de conciencia, que demuestra el abusador comprando el alma y el cuerpo de mujeres "favorecidas" y "elegidas" entre las del montón, para sacar beneficios del basurero viril con poderío.
Las mujeres debemos ponernos al día en los límites de la complicidad, lo mismo con los malos tratos físicos que con esa pringue maltratadora sexual, que pisotea sentimientos, almas, cuerpos, mentes, dignidad y autoestima, a no ser, que en el fondo "se comprenda" con complicidad al verdugo, al que habría que preguntarle, qué le parecería si su madre, su mujer, su hija o su hermana cayeran tan ricamente en las garras de alguien como él y consintieran sobeteos e intimidades semejantes a cambio de mantenerse en cartel a su lado y de ir de jira por los mejores auditorios del mundo, del éxito y la publicidad.
Andar como "cosa normal" embarullados y embarulladas en esos lodazales tenebrosos, que parece que no existen porque se ocultan, también nos impide avanzar como especie, y ser claros y sanas, equilibradas y felices, transparentes, en vez de vivir solo encerrados en la caverna de "lo de siempre", a base de explosiones emocionales e instintivas, rebozados en el ego más estúpido, normalizando lo que mata por dentro aunque acaricie y hasta dé trabajo y pasta por fuera, al precio de vender nuestro Ser. No es que sea "pecado" de lujuria, es que es un pozo negro, una fosa séptica sin fondo, que atrapa y que al fin siempre acaba por reventar, entonces, cuando se descubre el pastel, es el fin del prestigio, del triunfo, de la fortuna y del glamour, o el fin de la vida, porque las enfermedades del alma que no se quieren curar, e incluso se disfrazan de virtud y "experiencias sublimes" para engañar mejor, acaban por somatizarse en enfermedad, y además tantas veces, como en el caso de los abusadores más famosos, en rechazo social.
Aunque se tenga una voz extraordinaria y se sea un artista genial y apabullante, cuando se hace presente el cenagal en que se vive desde siempre, hasta el arte y el talento se derrumban y expanden su hedor. Es sencillamente, justicia poética, el modo en que el Universo inteligente devuelve el cambio de la factura.
Se debería enseñar desde la escuela la cartografía de las conductas humanas en las que estamos implicados todos y todas. No desde el miedo ni desde la culpa, ni desde el rencor ni del escándalo, sino desde la realidad que nos implica a todxs, evitando tabúes y "misterios-trampantojo". Menos milongas y más claridad, que los chiquillos y chiquillas no son tontos y no pueden ir eternamente de víctimas y verdugos por falta de orientación y exceso de dogmas o de caos, además de ser los herederos directos de tanta mierda acumulada, que aun hay que reciclar como abono en el compostero de la conciencia colectiva. Mejor una semana laboral trabajadora, grata, sana y constructiva que plácidos domingos tan penosos y éticamente tan cutres, a los que no hay que tapar las vergüenzas sino aprender del caso para que nunca más se repitan.
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