Eutanasia para cretinos
La discrepancia es legítima, y más en una ley delicada como la de eutanasia. Pero no trago el campeonato de cretineces que se nos viene encima, porque implica sufrimiento, y porque se lo debemos a tantos desobedientes generosos
No falla: en cuanto asoma
por el horizonte un nuevo derecho social, se dispara el cretinómetro,
comienza el campeonato de barbaridades entre los representantes de ese
nacionalcatolicismo cerril que siempre se resiste a ampliar nuestros
derechos y libertades. No les descubro nada que no sepan, ya conocen la
secuencia: divorcio, aborto, matrimonio homosexual, y ahora la
eutanasia, perfecto detector de reaccionarios, ya que el derecho a una
muerte digna, y libremente decidida, cortocircuita por completo una
moral dogmática que quiere controlar todo nuestro proceso vital: nacer,
reproducirse, y por supuesto morir.
El pistoletazo de
salida lo dio este martes el portavoz del PP: "proyecto de ingeniería
social", "solución final", "ahorrar en pensiones y gasto médico", y la
guinda de llamar a la eutanasia "política de recortes", dicho por un
exconsejero de Sanidad en el recortador gobierno castellanomanchego.
Dejó el listón muy alto para la portavoz de Vox, que añadió de su
cosecha "sistema totalitario", "derecho a matar", "el Estado convertido
en una máquina de matar, que convierte a los médicos en cómplices y
verdugos", para terminar con un piadoso "que Dios les perdone".
Insisto en que esto solo fue el toque de corneta, la
llamada para que en los próximos días carguen en tropel los de siempre,
en un imparable crescendo de burradas: políticos de hasta el último
ayuntamiento, tertulianos, articulistas, locutores de radio, Hazte Oír, y
por supuesto obispos. Todos competirán por quién llega más lejos en
soltar disparates, falacias, bulos, ley de Godwin, gracietas y juegos de
palabras desde tribunas, radios, televisiones, páginas de periódico y
púlpitos.
Por supuesto que la discrepancia es
legítima, y más en una ley delicada como esta. Bienvenidas sean las
dudas, reparos, discusiones, alternativas, rechazos y acciones
democráticas para impedirla o modificarla. Y la discrepancia no vale
menos porque venga desde planteamientos religiosos, allá cada uno con su
moral.
Lo que no trago es el campeonato de cretineces
que se nos viene encima. No lo trago, porque la discusión sobre la
eutanasia no es inocua, al contrario: el retraso de años en esta ley, y
todo lo que consigan retrasarla más o sabotearla, causa mucho dolor,
mucho sufrimiento. Y porque además se lo debemos a todos aquellos
desobedientes que ya ejercieron su derecho sin esperar a que se lo
reconociese una ley, asumieron las consecuencias, y fueron generosos
hasta la muerte, convirtiendo en acción política lo más íntimo que tiene
una persona: el final de su vida. Por todas esas mujeres y hombres no
podemos aguantar este campeonato de cretineces.
Así
que puestos a decir burradas, venga, yo el primero, también juego:
propongo que legislemos la eutanasia para los cretinos. Eutanasia
política, aclaro: apartarlos amorosamente de la vida política, darles un
final digno a su carrera, para así librarles del sufrimiento
irreversible e intolerable que les supone asistir desde sus escaños y
tribunas a la conquista de un nuevo derecho ciudadano.
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