Discrepar con el tema Marlasca, forma parte del mismo comportamiento modélico de un gobierno de coalición. Cooperar y facilitar la gobernabilidad no debe ser un chantaje a la ética sino también, y sobre todo, una invitación a corregir actitudes poco acordes con el propio sentido y proyecto de un gobierno que se autocalifica de progresista, libre de racismo y xenofobia. Precisamente el sentido de la coalición es no solo el hecho de estar de acuerdo en todo, sino también ser conciencia, espejo, punto para repensarse las cosas mutuamente, y que haya un "Pepito Grillo" señalando fallos e incoherencias, precisamente porque se pretenden los mismos fines, y por ello, también se puede mejorar y afinar puntos de vista que al otro socio pueden pasarle desapercibidos o que considera menos transcendentes de lo que son. En este caso, en el tema de la inmigración, que desde los DDHH no se puede dejar de lado, por mera coherencia, aunque a la UE le importe un rábano cuando se trata de pobres y extranjeros, que acuden a ella porque primero Europa, los dejó tiritando durante un par de centurias, a base de esquilmar recursos a tutiplén etc, etc...y ahora, incluso les echan encima y a toneladas los residuos tóxicos de su consumo irresponsable, con las consecuencias correspondientes...
No tiene sentido salvar vidas con el Aquarius y luego reforzar las vallas para impedir que las vidas se salven y los refugiados del hambre y del genocidio climático, se mueran de otro modo menos espectacular pero igualmente "eficaz" a la hora del exterminio, y no olvidemos ese no cambiar el sistema policiaco-penitenciario de los CIEs; en Valencia, sin ir más lejos, ya hasta los menores acaban allí, enjaulados.
Un gobierno de coalición progresista no puede ni debe caer en esas barbaridades. Y el Ministerio de Interior debe estar listo para afrontar con humanidad y legalidad, la protección y el respeto a los DDHH no solo de los españoles, sino de todo ser humano que esté en riesgo a la misma puerta de casa. La vida de nuestros compatriotas no vale más que la de cualquier hermano o hermana de especie. Las fronteras son, como tantos restos de la barbarie histórica, una muestra vergonzante de que nos creemos mucho más civilizados de lo que estamos. Hoy mismo en Alemania, un neonazi, superalemán y sin fronteras que lo parasen, se ha cargado a un montón de gente a tiros y luego se ha suicidado-¡qué simbólico para esa Europa volcada sobre sí misma y su encantador ombligo!- Los tremendos episodios de Zaldivar o de Tarragona, tampoco saben de fronteras. El peligro más dañino lo tenemos sobre todo dentro de las fronteras; ya se sabe que cuando se cierra todo, no hay ventanas ni ventilación, el aire de dentro se enrancia y se vuelva mucho más tóxico que lo de fuera. En fin...Parece mentira que un pueblo como el español emigrante y pobre instintivo, más por miseria moral que por pobreza material, haya perdido la memoria de su propio curriculum histórico.
Acoger y ayudar a quienes necesitan un salvavidas para no morir, debe ser sin lugar a dudas, una obligación, máxime si se presume de "progresistas" y de "ser la Izquierda". Es a esa falta de humanidad con las leyes como pantalla protectora del fiasco, a lo que de verdad hay que poner no solo fronteras humanitarias, sino un cordón sanitario bien visible.
Un gobierno sano y bueno para un país, además de velar por la democracia, la justicia distributiva, y la igualdad de derechos y deberes, debe hacer pedagogía civilizadora con la política. Y de la convivencia una escuela de vida y solidaridad social para con todos los seres humanos, atendiendo en primer lugar a quienes más ayuda urgente necesitan, sean quienes sean y vengan de donde vengan. De otro modo, gobernar se convierte en una competición de majaderías y egoísmos cenutrios de casta, en una competencia entre grupetes manipuladores. Y eso tiene unas consecuencias terribles a largo plazo para el mismo país que lo sufre y al mismo tiempo lo consiente. Una dinámica idéntica a los malos tratos de género, que es la exacta reproducción del mismo vicio patriarcal, en el que tanto hombres como mujeres hemos estado contaminadxs desde siempre. Unos abusando y otras tragando quina como si fuera lo más natural. Digamos que desde siempre el estado es el facsimil masculino y la ciudadanía el patrón femenino, en cuya relación desproporcionada se desarrolla el abuso de poder de los verdugos y la sumisión de las víctimas. De tal modo que la gestión política de altos vuelos jaraneros del pparippé pero peligrosamente rasantes en la práctica, lo deja cristalino. Lo bueno que produce el abuso de lo malo, es que hace despertar y reaccionar, a veces en el momento, y a veces con dos o tres siglos de retraso. En Alemania la reacción fue la Reforma protestante, en Francia fue la Ilustración y la Revolución Francesa, a España no llegaron ninguna las tres, pero nos arreglaron la historia con la vacuna de la Inquisición, el Santo Oficio y el mantra maravilloso: "por dios, por la patria y el rey, lucharon nuestros padres y nosotros también..." ya reconvertidos cara al sol y haciendo guardia junto a los luceros, en plan finiquito muy mucho en diferido, faltaría más...
Qué buen consejo, Iñaki, ese aviso sobre el ajuste de radares. Viene que ni pintado.
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