Las dos corrientes históricas que vienen dominando el mundo desde siempre se nos están diluyendo poco a poco. Son el imperio del capitalismo y la lucha de los trabajadores humildes y sin recursos, contra él. Se han mezclado las esencias y los objetivos.
En el esfuerzo por sobrevivir se combinan el impulso personal y el colectivo. Desde siempre el impulso personal ha dado paso al egoísmo representado en los más ambiciosos y sin escrúpulos para hacerse con el poder y el dinero. Cuando se ha reaccionado para defenderse de ese estado y de ese funcionamiento, las víctimas han partido del mismo núcleo: el egoísmo grupal, pero camuflado de inter-solidaridad, que sólo es el instinto de la manada ante el peligro en la lucha por la supervivencia. De ahí pocas veces se ha traspasado la barrera de lo cavernario, y todo deriva en el conflicto como vía de noentendimiento y en la guerra como catarsis que obliga a reconstruir desde las bases doloridas, mutiladas y exterminadas. En esas andamos aún, en un mundo donde lo más fácil es retroceder desalentados y darle la razón a Hobbes y a su modelo inhumano de humanidad homo lupus homini est. El hombre es un lobo para el hombre. Y en los niveles más escandalosos y terribles así se ve.
Sin embargo, golpeados por las malas y constantes noticias, que nunca ceden a la debilidad de fijarse en la bondad de tantas cosas y casos que coexisten con ellas, no solemos parar ni desconectar del cuerpo de dolor social que se nos presenta sin esperanza ni alivio medianamente posible. Debemos hacer un esfuerzo y subir un poco más alto y bajar un poco más a lo profundo y a lo extenso para comprender y seguir sin dejarnos hundir por el entorno mecánico del desguace general.
Capitalismo y comunismo han acabado por ser familia. Mal avenida en las formas palabreras, pero de mucha confluencia en los fondos. Fondos de inversión y de trepaje político al mismo tiempo. Implacables y crueles igualmente cuando se trata de dar la estocada final y el descabello. De modo que ya se puede ser socialistas o comunistas y al mismo tiempo millonarios, beneficiados por fondos buitres, puertas giratorias, por tarjetas black, por enchufismo nepotista o por el idéntico apego ansioso y desaforado al poder en sí mismo, para cuya cosecución no se reparará, por ambos flancos, en cometer las mismas tropelías, las mismas mentiras, hipocresías, abusos, cinismos y juegos malabares de toda indecencia que pueda resultar útil para hacer alpinismo político, de partido o de Estado.
Podemos y Ciudadanos lo han detectado a la vez y han puesto en marcha su mantra publicitario: no somos de izquierdas ni de derechas. Pero les ha faltado aclarar si es porque han podido superar el listón inmoral de ambas o porque se están nutriendo del mismo mezcladillo batiburresco de las dos tendencias en una.
Porque una cosa es no estar metidos en el ideologismo patológico que padecen estos partidos partidísimos y desmenuzados y otra cosa es no tener más objetivo que quitarlos del medio para ponerse ellos en su lugar, sin siquiera mirar el lugar en sí que quieren ocupar, sin detectar que tal vez es precisamente ese nolugar, el poder virulento, desaforado y bulímico, el que ha destrozado y destroncado a derechas y a izquierdas desde siempre, pero ahora con la particularidad de que el mundo se ha encogido, se ha hecho casero y controlable a tiro inmediato de ratón, teclado y pantalla. A espionaje de wifi y cotilleo facebukero-twittista. A pellizco de Ipad y selfies detractores. Que ya no hay tutía. Que todo es primera página en un plisplás. Así que lo que está sucediendo es la evidencia de lo inicuo, que no es que sea de ahora, ni mucho menos, es que ahora es cuando se ve, porque esto ha sido siempre el pan y, sobre todo, el chorizo de cada generación, desde que el mundo es mundo en la Tierra Media y los elfos hicieron mutis por el foro de la incompatiblidad de caracteres con los terramiedianos.
Ahora, si queremos superar el trance social, político y económico, tendremos que comenzar por volver a la vieja Grecia, que nos está marcando metafórica y políticamente, las pautas del sentido común, como al comienzo de la civilización mediterránea, cuando fue poniendo los pilares de la sensatez sobre el inestable cimiento de nuestra humanidad primaria. Volver al gnozi seautón: conócete a ti mismo/a. Y puedes empezar por ver lo que significan los dos niveles más sencillos de tu esencia. La persona y el individuo. Y su manifestación como personalidad e individualidad.
Persona significa máscara teatral en su origen griego. La persona es la tapadera de alguien que está oculto. La personalidad es la manifestación del fingimiento para que los demás lo contemplen. No es la esencia, porque ya es en sí misma una división entre lo visible y lo oculto,entre la esencia y la apariencia.
Nuestro sistema social está bloqueado en la personalidad, en el culto a la máscara, de tal modo que la mentira de la interpretación escénica se ha convertido en su herramienta favorita. De hecho en el cine, en las series y programas de tv, la personalidad y su exaltación de lo ficticio es apabullante, hasta el punto de llegar a dejar K.O. la conciencia y el libre albedrío, con el estrépito de la ruptura entre la esencia y la apariencia. Todo es ambiguo, está dividido. Se ha separado la realidad ficticia de la persona, de la esencia inseparable del individuo, que es la expresión latina que define lo inseparable , lo que es uno.Individuus-i. Lo que están entero. Indivisible.
La personalidad tiende a agruparse en forma de rebaño. De un modo gregario. Donde todos llevan máscara y sólo se establecen afinidades por la forma y el modelo de la careta. Religiones. Sectas. Partidos políticos. Ideologías. Clubes de fútbol. De cazadores o de jugadores de naipes. Nacionalidades. Etnias. Clubes de fans de cualquier cosa. Culturas, etc...Para el rebaño es imprescindible la necesidad de un pastor o de varios. El rebaño obedece, si alguno de los miembros se rebela o se sale del grupo, será castigado y proscrito, ninguneado por los demás y vigilado especialmente por el pastor para que no reincida. Curiosamente tanto capitalismo como comunismo, para poder salirse con la suya, necesitan de este estado de persona, vacío de conciencia y de contenido esencial, que agrupan bajo la denominación de masa, pueblo, gente, consumidores o público.
La individualidad, que es la conciencia sin máscara, sino auto-reconocida y activa, tiende a asociarse en forma consciente con las demás individualidades que la rodean y con la finalidad de conseguir el bien común, aunque para ello tenga que asumir las diferencias y particularidades de los demás individuos, algo que considera una riqueza y un ingrediente imprescindible para el mejoramiento propio y comunitario. No se asocia por miedo ni por sentirse protegida ni porque no sabe a donde ir, sino porque al valorarse a sí misma como unicidad irrepetible y responsable libertad, de su vida y de su entorno, valora y reconoce lo mismo en los demás, de ahí viene el poder establecer una declaración de derechos humanos y exigir su cumplimiento al bando de la personalidad, que no alcanza a entenderlos ni a respetarlos. No se asocia como masa ni gente ni pueblo. Se reconoce y se asocia como comunidad de ciudadanas/os, ciudadanía. Un grado de conciencia social más elevado que el estado gregario y más primitivo de la personalidad. Así se puede ir evolucionando desde el estado gregario, sometido, servil y resignado, pero también violento y descontrolado cuando le fallan los pastores o se siente apaleada sin motivos, hasta el estado de inteligencia social, de cuerpo social inteligente, en el que se considera básico el bienestar y el equilibrio personal para que se produzca el mismo bien estar y equilibrio colectivo. Estos pasos fundamentales no se improvisan. Es imposible. La educación ayuda muchísimo, pero debe ser una educación que se ocupe tanto de la información científica y creación de hábitos para la convivencia, como de la formación del ser, del comprender, del asumir, del conocimiento de sí mismo como del conocimiento social y de sus herramientas y recursos siempre mejorables y jamás convertidos en dogmas inamovibles. Valores básicos sin los que es imposible vivir como seres plenamente humanos.
El estado de ciudadanía no necesita jefes ni caudillos ni "estrellos" o directores de escena, como le sucede a la máscara teatral de la personalidad. Tiene capacidad para regirse y regularse por acuerdos que se respetan y se pueden cambiar cuando todos ven el momento de mejorar o corregir lo necesario. Este sistema requiere participación, atención a lo común como a lo privado, diálogo y escucha y es la garantía y la vacuna contra la injusticia y la corrupción. Ni el capitalismo ni el comunismo lo permiten ni lo han permitido jamás. Ni al poder en general le interesa que se desarrolle la verdadera individualidad, porque intuye que sería el fin de su imperio planetario basado en el poseer y el dominar mucho más que en el ser y en el cooperar. Por eso exalta el valor de la máscara y lo premia con el éxito, la fama y el reconocimiento social del rebaño que promueve el sistema a través de los media. El negocio de publicidad ya lo vende así: si no te haces visible no existes. Una gran mentira para devaluar la individualidad y promocionar la máscara y su espectáculo, para crear falsas necesidades que van haciendo a la personalidad cada vez más desgraciada, vacía y miserable, aún rodeada de inventos y artilugios maravillosos, aunque para poseer los cuales haya de empeñar su vida, su tiempo y su esfuerzo, su libertad y su dignidad y salud, (vender el alma al diablo, como Fausto), haciendo así de la enfermedad, del miedo, del conflicto y de las carencias, el verdadero motor de la economía y de la depredación de materias primas, energías y recursos. Y situándola cada vez más lejos de la liberación que es el principio de individualidad, de la unidad armónica con el resto de la especie humana y con la propia Naturaleza, a la que lejos de explotar y aniquilar, la individualidad colectiva cuida y respete en un intercambio inteligente de generosidad mutua.
Si observamos bien, veremos que el juego de la política lejos de ser propio de individuos limpios y excepcionales es pasto de personalidades cada vez más zafias, opacas y decepcionantes. Este desencanto general se produce porque la conciencia social, en la evolución inevitable, está cada vez más cerca de la individualidad y de su lucidez solidaria. Es cada vez más exigente en el terreno transparente de la ética y la coherencia. Y la personalidad se comporta con más violencia y más miedo a perder el trono del poderío universal en el que se ha montado la timba de sus mercados, donde sólo el dinero importa y el ser humano y la Naturaleza estorban si no son simplemente objetos de depredación y negocio cada vez más sucio y destroyer.
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