Hacía años que era incapaz de tragarme una jornada de discursos huecos en el ritual Estado de Dormición, como bauticé a ese estro soporífero que se hacía insoportable a partir de los primeros cinco minutos de discurso. La credibilidad nula, los tópicos constantes, los piques ridículos del "y tu más", la vulgar y consabida abulia del poder a sus anchas y el cansancio que produce la impotencia al comprobar que nunca cambia nada en el ámbito de la burbuja del poder impolítico y desgobernante, que en el mundo de los ciegos ni siquiera hay un tuerto que pueda ver algo digno de ser discurseado. Mira por donde hoy se me han roto las inercias. Tras la agenda trolífera rajoyana e siempre, apoyada esta vez por un incremento de la artillería de fogueo trola que viene, mentira que va, cuando ya estaba a punto de apagar la pantalla de La Cuatro, que es la única cadena que estaba retransmitiendo la sesión (por cierto, que las cadenas estatales no se han dado por aludidas, confirmando el miedo del Gobierno a lo que pudiera pasar y ha terminado pasando), de repente un Pedro Sánchez desconocido se ha plantado en medio del hemiciclo y ha dado un repaso de estadista y, sobre todo, y por ello, de ciudadano en primera línea. Ha puesto ante Rajoy el panorama de la realidad, sin miramientos ni florituras, como diría Carmona, pimpan, pimpán, te destrozo el quiosco y no te van a quedar a mano ni los escombros. Las caras de Rajoy, sus guiños y tics disparados, la sacada de lengua y el ojo bailón, el gesto de plasma y Soraya bizqueando con una sonrisa helada y tiesa, Báñez con la vista perdida en las punteras de los zapatos, bajo el banco, el ministro de sanidad balanceando la cabeza como un remake de antiguo procurador en Cortes, Guindos con los mofletes bloqueados, Montoro en el limbo en suspensión, en fin, como si el carnaval aún no hubiese terminado, aquellos personajes-máscara empalidecían y se desdibujaban, se encogían y se afofaban entre resoplidos de la claque autóctona, mientras la voz vigorosa y contundente de Sánchez iba colgando los datos con rostro humano como cuerpos numéricos del delito legislativo y ejecutivo del magno estropicio ppero en las cuerdas de trapos sucios del parlamento. Ha sido un barrido espectacular. Un derribo natural, sin acoso, como una catarata imparable, que ha continuado con Coscubiela y el remate del nuevo portavoz de IU, Alberto Garzón, que como Sánchez se estrenaba en la suerte, ha terminado de rematar la faena con una exposición tan clara, transparente, cargada de vida y de experiencias reales, de inteligencia social, de honestidad política y de verdad crudísima a toneladas, que ponía la realidad ciudadana con pelos y señales delante de los verdugos sociales, que se han quedado sin argumentos, sin recursos, sin nada. En bolas denigrantes, mostrando las entretelas del sainete al descubierto, de una ópera bufa totalmente descarnada.Escuálida e insignificante a la hora de la verdad.
Una nueva España se ha puesto en pie esta tarde en el Congreso y no hay fuerza ni poder que la haya podido callar ni aplastar. Ante su energía y sus razones el montaje podrido se cae sólo como las murallas de Jericó ante el toque de las trompetas y címbalos de quienes claman en nombre de los oprimidos y aplastados por la máquina de los mercaderes y sus trampas. Hoy no sólo España sino la Europa del Sur, el Continente de la dignidad ciudadana, se ha levantado del polvo y del abatimiento. De repente éramos un universo mediterráneo que habla en griego, en castellano, en catalán, valenciano, mallorquín, canario, en portugués, en euskera, galhego o bable, con acento andaluz, murciano, extremeño o leonés.
Algo ha cambiado profundamente y esta tarde se ha revelado en medio de un parlamento lamentable hasta hoy.
Los pperos abandonaban el hemiciclo en medio de los discursos, derrotados, incapaces de soportar el peso de la verdad sobre el hueco vacío de sus conciencias, e iban dejando el rastro de esa nada en los escaños abandonados ante la huida de la derrota. Sólo queda la voz limpia de una nueva canción, de un nuevo código para una nueva humanidad.
Sólo ha faltado un detalle para redondear la perfección de esta jornada revolucionaria y definitiva: que las izquierdas se abracen como una piña alrededor de los valores que las unen mucho más que las separan, que sus parlamentarios de izquierdas tengan la coherencia y pierdan el miedo a reconocer el valor y a aplaudir a los demás grupos parlamentarios afines que trabajan y se esfuerzan por las mismas causas y la misma ciudadanía. Y que con esa actitud planten cara a la muralla del pasado y consigan deshacerla sin guerra, sin combate, sin "muertos", haciendo posible que se acabe la tortura de una España desarticulada por un rencor y un cabreo sordo que se alimenta de la miseria de espíritu y de la mediocridad, que hace posible la corrupción e imposible la justicia y la democracia. No estaban ni Podemos ni Ciudadanos, pero la misma fuerza que los ha hecho reales y posibles estaba empujando y puesta en boca de los nuevos testigos de la lucidez: Alberto y Pedro, Pedro y Alberto. Y los demás emisarios del futuro.
Viva la ciudadanía dispuesta y sin miedo, que en cuatro años ha hecho posible que un aire fresco sacuda por fin el muermo y los cimientos de la carcundia apolillada y podrida.
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