miércoles, 11 de febrero de 2015

La voz de Iñaki


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Montoro o Monedero

EL PAÍS  


Dos buenas piezas de museo hispánico muy bien definidas, querido Iñaki. Dos cachitos de vergüenza ajena mucho más que propia en esta ensaladilla de invectivas, soflamas, escaqueos, chanchullos de diverso volumen cuantitativo-picaresco pero de la misma calidad, densidad y significado. Las dos con la misma ridícula arrogancia del niño glotón que niega haberse comido el chocolate mientras le delatan unos bigotes tremendos y las manos pegajosas, pringadas en marroncillo , que no sabe como camuflar, mientras se intenta bajar del taburete ante el armario de la cocina donde se guardan las delicias del merendar. Con la dramática salvedad de que este pésimo lance M versus M no tiene ni chispa de la tierna comicidad que rezuma la inocencia glotona y aventurera de un chiquillo; tendría cierta comicidad sarcástica y lumpen si fuese una entrega más de Torrente. Pero no es el caso, aunque la altura ética de los implicados apenas tenga nada que envidiar a la caspa del personaje de Santiago Segura. La propia defensa de la propia impudicia es ya un clásico en nuestra peculiar y moralmente distraída Ehpaña cañí. Es más, la propia indignación por la corrupción generalizada es sólo un gruñido de fondo, a causa de los recortes y las privaciones que están causando; mientras las burbujas eran el menú diario y llenaban los bolsillos del apocalipsis camuflado de estado de bien estar, estas voces que ahora claman al cielo, estaban achantadísimas, y eso que la corrupción estaba en el zénit de su apogeo. Ha sido comenzar el rascado de bolsillos y la sacudida de la amenaza cada vez más próxima y asfixiante lo que de repente está convirtiendo a los españoles en verdaderos Torquemadas y cruzados contra la corrupción, que antes no veían ni se molestaban en investigar cuando la tenían delante. Hacer la vista gorda y mil trampas legales para librarse de Hacienda en lo posible, ya forma parte de la "cultura" nacional desde que existen los impuestos. No hay capacidad-ambiente que haya normalizado aún entre los españoles el pago de impuestos como una contribución al bien común, sino al llenado de bolsillos de políticos y gestores incompetentes o para sufragar cacerías, jolgorios y ligues campechanos a cualquier rey pasado de rosca coronada. De ahí, de esa resignación mugrienta, del convencimiento del abuso como forma de gobierno, solía derivar el escepticismo hacia cualquier tipo de claridad financiera y la justificación hacia el escaqueo y el birlibiloque en lo privado, ya que lo público ha venido siendo a lo largo de los años una especie de fosa común de todo intento de transparencia, sin que ni siquiera la transición llegase a subsanar y a poner al día el estercolero general. Al contrario, se cebó en amnistías fiscales que desgravan cuanto más abultado es el botín que se manga y vista gorda a tutiplén hasta  en financiaciones y tramas sobrecogedoras para todos los partidos, mientras estrangulaba y sigue estrangulando con más saña cada día al contribuyente honesto que en román más palatino que paladino, es considerado como un auténtico primo mindundi y exprimible hasta la extenuación. 
En medio de tal enjuague, es normal que Monedero y Podemos o Tania Sánchez y sus huestes, se ofendan por una minucia de nada, que en cualquier otro país civilizado sería un escándalo de tomo y lomo por el que ya ni Monedero ni la musa de Pablo Iglesias ni Montoro ni el pp, ni el psoe ni iu estarían en nivel político adecuado para clamar a favor de su decencia y mucho menos sin dimitir, que es el primer trámite-síntoma de salud, que distingue a una democracia ética y cívica de un festival-concurso en el patio de Monipodio, que es lo que España está habituada a soportar y admitir como normalidad cotidiana. Y cuando el partido le recrimina a un político  su resbalón ético, pues no pasa nada, uno se sale y se funda otra versión del mismo partido más tolerante y comprensiva. O directamente se va adaptando la proclama de las denuncias ajenas a la marrullería propia. Y se ve como una falta leve, como un despiste sin el menor relieve, que un edil funde con su familia una empresa privada que se gestione con fondos públicos del ayuntamiento, eso sí, muy estricta y exigente en todo, con un servicio impecable. Y cuando se les dice que no es ético ni decente se ofenden muchísimo, lo mismo que el pp cuando se le acusa de traficar con el dinero de todos para pagar empresas privadas,claro que  el edil de izquierdas es mucho más consciente de lo que hace y es él mismo el que se monta la empresa para que no haya dudas acerca de la transparencia. Igual que el pp declaraba en Hacienda las mordidas de los sobres. Todo, todo, legal y si se empeñan, hasta lícito y legítimo, porque  a ver, si han sido elegidos por la plebe, eso les concede el poder sobre la plebe y les da derecho a decirles con toda propiedad que se jodan o que hubiesen elegido susto en vez de muerte. Que ellos están ahí por voluntad popular e inasequibles a cualquier reproche que en el fondo se reduce a simple zancadilla provocada por la envidia cochina. Anda, españolito decente e iluso que has mordido el anzuelo, atrévete si puedes a desautorizar algo tan obvio como que lo has votado sin remisión.

En el caso de que este estado de toma de conciencia sea cierto y no sólo coyuntural y pasajero, propio de la mecánica acción-reacción habitual en estas tesituras, vamos a necesitar un par de generaciones, como mínimo, en la hipótesis más alentadora, para que la ética y la democracia se fundan en un nuevo régimen en el que  la  conciencia responsable y despierta sea el eje del sistema y la pillería un despreciable estado de primitiva y sórdida ignorancia e incultura garrulísima y desastrosa y ni siquiera se aprecie como materia de chascarrillo. 
De momento sólo podemos considerar seriamente lo mismo que aparecía en la portada del entrañable y desaparecido  Hermano Lobo ... 


                                       
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