sábado, 14 de febrero de 2015

De museos y otros viajes




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Mientras se va estirando la mañana
nos escapamos juntos
Hace solo un momento soñamos a dos voces
el asombro de Bach en la Cantata 30
cuando el dedo de Dios apuntalaba la bóveda Sixtina.

Nos han dado las once en los Uffizi
o quizás contemplando
aquel Matisse azul desnudo y frío
que nos miraba absorto en Basilea
y luego adormecido en los nenúfares
de ocaso intempestivo y un soplo en el estanque
donde Monet dejó su trazo afable,
delicado y otoño.


Fuimos a patinar por las salas del Louvre.
Queda un resto de nieve y póstuma tristeza
en la solemnidad de L'Ermitage
pero asoma en el aire una brasa absoluta
que viene a rescatar el corazón 
entre las pinceladas del silencio.

¿En el encantamiento de qué torre suenan las once y cuarto
cuando Praga y Durero nos descubren?
Volamos a un Van Gogh entre la niebla helada y sus canales
-y cómo nos alegra pertenecer al Sur,
herederos de calma, seda, limón 
y feria en primavera-

Se ha perdido la luz en el hall  de la National Gallery
y luego, vía Lisboa y claustro de Belém
en Madrid descubrimos, más allá de los Austrias
y un escorzo de espejos ,
las manos de Velázquez en El Prado.

Aterrizar después en esta plaza blanca
sonámbula de sol y de palomas,
tan vieja como la catedral, la tienda de abanicos
o ese Claro de Luna saltando de un teclado
através de balcón y jardineras

Nos hemos abrazado en toda la pasión de los colores.
Hemos cruzado el cielo sin billetes.
El tiempo y el espacio no cuentan con nosotros
(el espacio voló y el tiempo está ocupado 
en sombrear cornisas , bailar con las campanas
y en dar las once y media comme il faut).  


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  (Del poemario inédito Geografías de interior. 1998)

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