La lista y el listo
EL PAÍS
En efecto, Iñaki. El sistema es el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo y expansión de la corrupción absoluta, el bulle-bulle putrefacto que se sostiene y se "mejora" con la cooperación irresponsable de la mayoría de todos nosotros, gracias a la flojera para lo serio e imprescindible y la rigidez empecinada en las tontunas e insignificancias y gracias, también, al habitual e hispánico laisser faire, laisser passer tan propio de la comodidad neoliberal/pasota que arrastramos como herencia del despotismo sin ilustrar pero de mucho barnizar y refulgir, que nos lleva de cabeza desde siempre. Hidalgo del Lazarillo fashion.
Mientras haya totems intocables, verdades inamovibles, fundamentos sacrosantos, dogmas absolutos a porrillo y miedos a tutiplén a transgredir la fatuidad de lo "seguro", pues va ser que el panorama no se podrá arreglar, justo, porque el conjunto de costras mugrientas impide el cambio por el que las mismas costras suspiran. Es el reino del oxímoron o de la antítesis social como vía de agotamiento a plazo fijo. Un mogollón que nadie se atreve a poner sobre el tapete y si alguien va y se atreve en un verdadero impulso tan ingenuo como temerario, se le crucifica directamente por los "sénecas" y "senequesas" pululantes en los territorios de Caspilandia o de Mugristán, que son franjas gemelas territoriales, se le llama loco, iluso, marisabidillo, sobrao o fantasma. O aprovechado y vivales más que presunto si la cosa cuaja y tiene repercusión tan insospechada como sospechosa . Todos se quejan, es más, el "quejío" es ya parte de nuestro folklore, desde la época de la mwasaha. Somos expertos a partir de Viriato, más o menos.
Desde chica me vengo preguntando por qué los flamencos se quejan siempre de lo mismo en su cante jhondo, que es un agobio ver como nunca se arregla el problema del mismo argumentario y se hereda el vicio del lamento sin solución ni de continuidad ni de nada, como se heredan las hipotecas sin dación en pago. Y cuando lo escuchas y lo reescuchas, una vez y otra "ay, ay, ay...que doloh, que pena, veh que toíto eh imposibleeee, que no se pué na de na, maresita de mi arma...ay, ay ay..." pues una acaba por saturación hasta comprendiendo que se vote a Rajoy y al pp. O al psoe para variar alguna letra del logo. Y que IU se mate viva con tal de no aceptar que necesita un cambio de bases más que líderes. Y que Podemos se retuerza en una pretendida unidad imposible antes de admitir que necesita un recorte en líderes bocazas y no en democracia. Y que mientras estamos entretenidos noticia que va, noticia que viene, Inda que se ralla, Maruhenda que se repite, Carmona que pierde el oremus pimpám, pimpán toma lacasitos, la misma banda mafiosa que nos esquilma universalmente se lleva la pasta a pasear por el mundo y a sacarle lo que pueda paradisiacamente, dejándonos a pan pedir. Una no lo comparte, pero lo comprende, entrando sin poder evitarlo en la paradoja eterna, ese mantra que repite siglo a siglo que "de donde no hay no puede sacar".
Así que sólo columbro dos opciones: o pasarnos la vida enganchados en las tertulias de La Sexta y Telecinco y/o haciéndonos fans de Jesús Cintora en la Cuatro, otra opción sería elegir entre Salvados y Sálvame o entre los príncipes del pueblo: Belén Esteban con su glamour popular y Pablo Iglesias jr. con su hegemonía a cuestas o apuntarnos al Intermedio, para que al menos el "ay, ay, ay" se pueda combinar con unas buenas carcajadas desintoxicantes, para no perecer aplastados por el poder de la queja como menú diario.
Y después de tantos años de práctica obligada en el terreno del Asno de Buridan, hace tiempo que decidí optar por reírme mientras pienso en lo más serio, en lo más bonito y más real: ir día a día al lado de los ciudadanos que comparten conmigo este pésimo guión de astrakanada. Es una profilaxis para que el aburrimiento del cabreo simulado en diferido no me finiquite por inercia o me acabe incluyendo en un cuadro flamenco, no de la escuela de Flandes, sino del "¡ayayayay!" de lo de siempre, de lo españoh de toíta la vía. Ains!
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