miércoles, 4 de febrero de 2015

La voz de Iñaki


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Cumplir (todos) los compromisos

EL PAÍS  


Ésa es la clave, amigo Iñaki: cumplir los compromisos. Claro, que antes de cumplirlos habría hecho falta pensarlos. Meditarlos y consultarlos con los afectados por ellos. Por los compromisos y sus cumplimientos. ¿Qué menos, no? Pues ni eso.
La política gestora que conocemos no parece muy proclive ni a la prudencia de la reflexión ni a la ética democrática de la consulta, ni a algo que no suponga apoderarse de las Instituciones de gobierno mediante el camelo de la rutina electoral. Desde el momento en que el mismo modelo de Estado se nos impuso de penalty, bajo la presión de la urgencia por "el cambio" y el miedo a que ese cambio se desmadrase, está claro que el "compromiso" entre el poder y los españoles, no es nada fiable, por muy 'comprometido' que parezca. Es como estar vestidos con un traje hilvanado, sin costuras bien cosidas y rematadas. Siempre queda pendiente la angustia de que salte el hilván, ya se sabe que siempre son puntadas muy largas hechas con hilos muy flojos y frágiles. Nada consistente y todo provisional, como aquellos alféreces provisionales de nuestra infancia que simulaban ser de carrera para cubrir expediente, pero sin serlo. En la política que sufrimos se sigue en la misma línea heredada de la chapuza como norma de Estado. Todo muy solemne pero sin sustancia bajo la capa de la rimbombancia, la palabrería y la fatuidad ¿Qué mejor que unos improvisados hilvanes para sostener los recortes en los retales de las rebajas de Enero? Pues eso mismo. 

Los compromisos adquieren el mismo valor y credibilidad que los compromisarios posean. Así que lo llevamos claro. Contrariamente a lo que se cree, el hábito nunca hace al monje; lo simula. No son los partidos ni los cargos ni los compromisos ni las instituciones los que dan valor a sus gestores y actores, sino ellos, los que confieren sentido y valor -o todo lo contrario- a lo que hacen, por el modo en que lo hacen. 
Un ejemplo clarísimo de esta chapuza es el mismo Consejo de Estado. Lo deberían formar las personas más sabias y por ello las más éticas probadamente, no sólo por habilidades con el glamour y la verborrea demagógica, no sólo las que más figuran en los elencos de la política o de la economía o de las leyes o en los medios de comunicación haciendo cartera de clientes. Sin embargo lo integran entre otros ex gobernantes desastrosos. Cuya función asesora estará obviamente relacionada con su lucidez, su honestidad y sus capacidades intelectuales aplicadas a los resultados que hayan obtenido en sus períodos de actividad política como gestores. 
Es absurdo e indecente que tipos capaces de inventar el GAL, de dejar a España como felpudo de la UE, eliminando sin más industria, metalurgia, agricultura, y todo tipo de recursos autóctonos que nos hicieron perder la autonomía industrial de nuestra producción, individuos capaces de crear burbujas cortoplacistas arruinadoras del futuro, de apadrinar genocidios como el de Irak y acarrear la consecuencia de un 11M o pringarse en una Gürtel infinita y desactivar el poder judicial dividiéndolo desde dentro a su favor, o de ningunear la crisis económica sin visión alguna y manipulando la Constitución engañosamente  a conveniencia de los mercados hasta convertir la deuda de los bancos en deuda pública e incrementar los desahucios sin miramiento alguno, o haciendo la vista gorda, disculpando, bendiciendo e incluso participando en tramas de corrupción, estén formando parte de ese órgano y cobrando una millonada de por vida. Y peor, aún, reconocidos como el supremo órgano de consulta, pagado con nuestros impuestos, como todos los demás destrozos y destrozadores. Da escalofríos.

No creo que este tipo de elementos estén capacitados para comprometerse en nada y menos en nombre de todo un país, al que en el más inocuo de los casos ignoran por desconocimiento y distancia y en el peor, desprecian, explotan y arruinan.  Y todo el problema viene de ser casta diseccionada y separada del tejido ciudadano por el bisturí del poder como obejetivo fundamental y último, que emana patológicamente de una falsa concepción y ejercicio de la política, creciendo por encima y fuera de ese mismo tejido ciudadano al que no tienen en cuenta, convencidos de que ya nunca más pertenecerán a él después del baño en politicosis vitalicio-giratoria. Son como una costra sobre una herida infectada. 
Me pregunto si saben realmente qué es un compromiso más allá de un pacto tipo omertá. Que es el consenso entre mafiosos. Así se explica lo de Rajoy y Pedro Sánchez ante la cadena perpetua. Sólo nos queda un consuelo y una esperanza: los hilvanes nunca son costuras firmes, se deshacen muy pronto con el roce del uso. No obstante, es muy triste llegar a esa conclusión sin vislumbrar que la ciudadanía deje de ser humillada y abusada por tipos tan mediocres como lamentables y sus partidos de lechuguinos abducidos en la inopia. ¿ Cumplir compromisos que no sean con los caciques afines? Qué sabrán ellos lo que es eso.


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