jueves, 26 de febrero de 2015

La voz de Iñaki


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Intemperancias informativas

EL PAÍS  


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El insulto del cacique es una actitud más que un lenguaje hablado. Una forma de vivir. Curiosamente el cacique está adiestrado desde lo más ancestral para "ser bien educado", "un caballero", "una señora". Para el cacique y sus habilidades cognitivas estrechas y precarias, mucho más próximas al homo habilis que al sapiens, lo importante, lo que marca las diferencias entre el señorito y la chusma es simplemente la apariencia, la majestuosidad, lo ampuloso, el bien vestir, el pisar fuerte y gritar más alto callando a los demás, el ser caballerosos en la vestimenta y tiránicos en el comportamiento. El poderío. Sobre todo el que da el dinero, porque como decían en los pueblos cuando yo era chica "no hay Don sin din". Sin dinero no es posible ser alguien. Por eso desde siempre los pobres y acomplejados, pero con ínfulas y orgullo a carros, han emigrado a tierras lejanas, no sólo para no morirse de hambre, de hecho, los que se iban no eran tan pobres como los que se quedaban porque ni siquiera les alcanzaba para pagarse un pasaje aunque fuese en la bodega de cualquier barco o un billete de tren, con la ilusión de hacerse ricos y volver a los orígenes para poder ser "un señor", un Don gracias al  din. Y sobre todas las cosas: aparentar. Dejar boquiabiertos a los mindundis de la contornada. 
En ello está el curriculum caciquil del pp. Es lo que han aprendido en la cueva del dinosaurio familiar. Una filosofía del procurar que nunca pase nada que pueda alterar lo de siempre, porque lo de siempre les va de lujo. Pisoteando al prójimo y subidos a su chepa, es como se demuestra la propia estatura, poniendo zancadillas, calumnias, mentiras y trampas, para que los demás se hundan es como demuestran su propia valía. Por la ruta de la normalidad, de la igualdad de derechos, de la justicia y de las oportunidades están perdidos. La realidad del "otro" les desborda, les rompe los esquemas, les desmonta el quiosco. Les humilla. De ahí les viene el apego ansioso al figurar, al mandar, al aplastar, al sobrepasarse por encima del resto de humanidad que desprecian en apariencia, porque en realidad les espanta, les aterroriza, la ven como enemiga de su ego, de sus fanfarrias, de su "superioridad" fabuladora. Y la odian a muerte. La prueba está en lo que hacen cuando adquieren un poder absoluto. La machacan con un sadismo de psicópatas. No se ve en ellos la más mínima señal de humanidad ni de compasión. Son inconmovibles. Su nivel máximo de empatía humana es la limosna, no porque quieran el bien del otro, sino porque es un gesto de superioridad propia y de dependencia ajena. Otro signo que confirma su poder. Tú comes hoy porque yo quiero, si mañana no quiero, te morirás de hambre porque sólo yo tengo el poder de permitirte la vida o causarte la muerte por inanición. Y encima, mi dios, me premiará por cada céntimo que haya invertido en manejarte sin demasiado rigor, hasta con la amabilidad de darte las sobras de mis francachelas. Y permitirte que sigas respirando sin tener que pagar impuestos por cada vez que tomas aire, el agua ya te la cobro como si yo tuviese la patente del invento, lo mismo que el suelo que pisas y no te digo nada de los metros cuadrados en que te permito que habites. Excepto, claro está, si eres de lo míos, de los que pueden y mandan, entonces, la cosa cambia de la noche al día. 
Evidentemente, en cuanto un parlamentario del Psoe o de IU, o de Amaiur, Compromis, Iniciativa, Los Verdes, o incluso de UPyD, se sale del circuito caciquil, abandona el Olimpo de la caspa elevada a los plenos poderes y toca tierra, automáticamente, la respuesta obvia es el ninguneo y el ejercicio a tope del esquema cacique contra el traidor a la casta. Algo que en el plano  de la normalidad democrática es una verdadera condecoración y en el mundo del enjuague cacique, un desdoro merecedor del más absoluto desprecio ejercido desde el convencimiento del paradigma que A. Machado definió con un acierto total: Ese hombre de casino provinciano. Rajoy personifica el arquetipo con una pavorosa fidelidad que horripila
 Bajo el bigote gris labios de hastío
 y una triste expresión que no es tristeza, 
sino algo más ni menos que el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza. 
Bosteza de política banales 
dicterios al gobierno reaccionario 
y augura que vendrán los liberales 
cual torna la cigüeña al campanario. 
Lo demás, taciturno, hipocondríaco, 
prisionero en la Arcadia del presente,le aburre. 
Sólo el humo del tabaco 
simula algunas sombras en su frente. 
Ese hombre no es de ayer ni es de mañana. 
Sino de nunca, de la cepa hispana. 
No es un fruto maduro ni podrido ( .. eso es por que no conoció a este monumento a la corrupción registradora y expoliadora compulsiva de propiedades, libertad y derechos) .  
es una fruta vana 
de aquella España que pasó y no ha sido,
ésa que hoy... debería tener la cabeza cana si no se tiñera el bisoñé en un caoba deplorable, pero muy acorde con sus estrategias de colorear la realidad con el tinte de las mentiras más obscenas. Quiero y no puedo en look capilar; puedo y no quiero en aberración política. Ése es el verdadero insulto del cacique. El que intenta perpetrar contra la inteligencia. Sin embargo su mediocridad es tal, que su escupitajo despectivo se transforma automáticamente en un aval de credibilidad y de decencia para los ultrajados, según el mediocre. El verdadero insulto sería recibir de él halagos, alabanzas y parabienes, que con tal procedencia serían verdaderos paramales, con la instantánea descalificación para el receptor.

En el lamentable espectáculo que dio anteayer el plahsma-presidente del desgobierno, su actitud chulesca e insultante se volvió contra él en movimiento reflejo, al chocar con la realidad, y lo dejó atomizado  en suspensión, como la ceniza de los puros habanos que tanto le gustan, e igual que  la luz y el calor del sol reflejados en los espejos de Arquímedes achicharraron los barcos atacantes contra la isla de Ortigia. Estos griegos...donde las reciben, las dan. Es lo que tiene emplear la vida en ser sabios y no malgastarla en ser caciques. Los destrozos siempre tienen arreglo. La cretinez genuina y estructural, nunca.

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