viernes, 20 de febrero de 2015

¿Esto es Europa o Somalia?

Está aislado, sin acceso a aparatos electrónicos o libros, algo que no contemplado en el régimen disciplinario militar

CARLOS DEL CASTILLO
Luis Gonzalo Segura, teniente del ejército en huelga de hambre.EUROPA PRESS   


Se suponía que el Ejército en un país libre y en una sociedad civilizada, era el bastión honorable para defender a la Patria de posibles enemigos exteriores, pero nunca atacando los derechos y la libertad de ningún español. Se suponía que los militares acataban una disciplina gobernada por el honor y la decencia y que en la democracia, eran los primeros defensores de los ciudadanos. Lo que no se suponía es que el ejército que pagamos entre todos fuese una secta llena de secretos y de ocultismos, ni que dentro de esa institución hubiese la menor posibilidad de prácticas como el secuestro de los miembros problemáticos. Pensábamos que hay una justicia para decidir las responsabilidades penales de los actos cometidos y determinar objetivamente el grado de culpabilidad y como reparar los males causados. Pero parece que nuestras convicciones al respecto eran agua de borrajas. Cada sector institucional tiene una camarilla protectora que le permite hacer lo que le da la gana con el más absoluto, irresponsable e indiferente "a mí plin" del Estado, del Parlamento, del Gobierno y del Poder Judicial. 

Si Gonzalo Segura no da la talla como miembro ad hoc de las FFAAs, o no cumple con sus deberes o se ha metido en camisa de once varas sin calcular los riesgos, lo justo, lo pertinente, lo normal, es expulsarlo de una institución con la que no comulga y cuyas reglas no está dispuesto a aceptar según demuestra. Seguramente cuando eligió esa profesión, a ojos vistas inadecuada para él, no sabía lo que era ni a lo que se arriesgaba. Pero secuestrarlo, amenazarlo y también a los periodistas que publiquen sus avatares, es más propio de una mafia que de un ejército con dignidad y con honor. Estas actitudes son propias de asociaciones delincuentes que tienen mucho que ocultar, no del brazo armado de un país democrático en pleno siglo XXI. 

El Estado, con su Jefe a la cabeza, que por cierto es también el supremo jefe del Ejército, tiene la obligación moral e institucional de intervenir e impedir estos atropellos a la dignidad, libertad de pensamiento y de expresión, de elementales DDHH de cualquier persona sometida a presiones vejatorias y más cerca de la tortura que de la ecuanimidad y del  más elemental sentido ético. Si estas aberraciones, como las de la Iglesia católica con su pederastia impune y su apropiación indebida de parte del patrimonio cultural e histórico sin que el Estado lo evite, se convierten en normalidad estaremos abocados a lo peor. A no salir jamás de este basurero indecente en el que la Justicia es tan ciega y torpe como corrupta y el Estado su mantenedor y los ciudadanos la fregona y el cubo con que enjugar y recoger las aguas fecales de una casta repugnante.

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