La Flayssière

                 
                   



He visto aquellos ocres de piedra luminosa
mientras Julio nacía en las colinas
He tomado en mis manos las velas impregnadas
de espliego y malvavisco.
He soñado plegarias de lino y de certeza,
acunada en el fuego que calienta los surcos
y se enreda en los vientos, tercos y cardinales,
de la búsqueda.

        


Me adivino de puente, de hierba y de quietud
y os adivino a todos los miembros de la tribu
tendidos en el eco de un canto intemporal.
Vuestras almas mi verso
Vuestras voces un signo
Vuestra música el soplo de otro espacio presente
y paralelo
para elevar en luces de silencio el fragor del diluvio
al milagro perenne de una normalidad sin titulares
que no ampara secretos, carteleras ni dogmas,
sólo un encanto suave de atención y reposo.


            


El agua se define precisamente agua,
simple, humilde y atenta,
el fuego es alquimista y experimentador,
crujiendo en el festejo de la hoguera,
la tierra una certeza y el aire imperceptible
un beso virginal sin nombre ni conflictos,
Sólo profundidad, conciencia y valle. 

              
             

 Concededme un rincón de manzanas y flores,
permitidme, os lo ruego, danzar entre los vivos
al son de aquella luz
cuando vuelva la Noche de San Juan  entre el romero
la salvia, el musgo y el tomillo
a celebrar el alba. 


                      


(Geografías de interior. 1998)