El enorme deterioro del mercado de trabajo en España (incluso peor en Catalunya)
Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Uno de los hechos que ha
impactado más negativamente el bienestar y calidad de vida de los
españoles ha sido el gran deterioro de las condiciones laborales de los
trabajadores, resultado, en parte, de las distintas intervenciones
públicas, incluyendo las masivas reformas laborales, llevadas a cabo por
el gobierno del PSOE primero y por el gobierno del PP más tarde,
reformas que se hicieron con el apoyo de Convergència i Unió, la derecha
catalana que ha desarrollado las mismas políticas públicas cuando ha
estado gobernando en Catalunya durante estos últimos años. El objetivo
teórico de estas reformas era flexibilizar el mercado de trabajo a fin
de crear empleo y disminuir el desempleo. Dicho objetivo, sin embargo,
carecía de credibilidad desde el principio, puesto que podía fácilmente
predecirse que destruiría empleo en lugar de crearlo (como ya varios
analistas adelantamos). Y los datos, por desgracia, nos han dado la
razón. Veámoslo.
Analicemos primero los
últimos datos del Eurostat (la agencia de recogida de datos de la Unión
Europea), comparando España con el promedio de la Unión Europea de los
Quince (UE-15), que es el grupo de países de mayor desarrollo económico
en la UE, entre los cuales está España. Tales datos muestran claramente
el fracaso de dichas políticas en la creación de empleo. En realidad,
las características del mercado de trabajo muestran un muy marcado
descenso de la población ocupada, es decir, la población que trabaja, lo
cual es importante subrayar, pues España (incluyendo Catalunya) ya eran
países con baja ocupación. En España y en Catalunya se producen pocos
puestos de trabajo. En 2012, por ejemplo, el porcentaje de la población
adulta trabajando (de 15 a 64 años) en España y en Catalunya era del
55,4% y el 59,5% respectivamente (comparados con el 65,2% en el promedio
de la UE-15 y el 73,8% en Suecia). Y estos bajos porcentajes han ido
disminuyendo con las sucesivas reformas laborales, desde que la crisis
se inició en 2007 (en cuyo momento los porcentajes eran 65,6% y 71%
respectivamente). Este bajón en España ha sido más acentuado entre los
hombres, pasando de 76,2% en 2007 a 60,2% en 2012, que entre las
mujeres, de 54,7% a 50,6% durante el mismo periodo, aunque el porcentaje
de mujeres ocupadas en el mercado de trabajo ha sido siempre menor
(50,6%) que el de los hombres (60,2%).
Ello refleja la gran
destrucción y la escasa producción de puestos de trabajo, consecuencia,
en gran parte, de las citadas reformas laborales. Es importante señalar
que en otros países, con mercados laborales altamente regulados, como
Suecia, la tasa de ocupación (73,8%) es mucho más alta que la de España
(55,4%), y ha bajado mucho menos que en España (de 74,2% en 2007 a 73,8%
en 2012) durante los años de la crisis. Una consecuencia de esta
situación es que el desempleo ha crecido mucho más rápidamente en España
(del 8,3% en 2007 al 25% en 2012) que en Suecia (del 6,1% al 8%), pues
hay muchos menos puestos de trabajo disponibles en España que en Suecia,
desempleo que alcanzó niveles intensos entre los jóvenes (15-24 años,
53,2%).
Estos datos cuestionan el
constante argumento aducido por autores neoliberales, que constantemente
se refieren a una supuesta rigidez del mercado de trabajo (es decir, a
excesivas dificultades de los empresarios en poder despedir a sus
trabajadores) en España, hablando de la excesiva seguridad de los
“insiders”, los que tienen contrato fijo, versus los “outsiders”, que
tienen contratos temporales. En realidad, España es uno de los países
que tienen un porcentaje menor de contratos fijos, siendo a la vez uno
de los países que tiene menos gente trabajando y con mayor desempleo.
Las tesis del profesor Juan José Dolado, máximo exponente de esta
teoría, así como las de los economistas de FEDEA, no son sostenibles en
base a los datos. Si las regulaciones del mercado de trabajo son el
problema, ¿cómo es entonces que algunos de los países más regulados
tienen mayor ocupación y menos desempleo?
Las causas de la menor ocupación y el mayor desempleo en España
El problema no
es la supuesta (e inexistente) rigidez del mercado de trabajo, sino la
escasa actividad económica y producción de empleo. Si miramos el
porcentaje de la población ocupada en tiempos normales (no en crisis),
vemos que el porcentaje de hombres trabajando es más cercano al promedio
de la UE-15 (74,1% UE-15 versus 73,5% España). Es ahí donde, por
cierto, se concentran más los contratos fijos. Su deterioro muestra que
ello no impide que haya bajado más rápidamente que el de las mujeres.
Donde hay menos personas ocupadas es entre las mujeres, con un
porcentaje menor (60,1% UE-15 versus 54,9% España). Y ahí reside una de
las causas de que haya poca gente (sobre todo mujeres) trabajando,
realidad que continúa siendo ignorada por una cultura económica machista
que no es capaz de ver lo que los datos le muestran de una manera
evidente y clara. Se necesita facilitar la integración de la mujer en el
mercado de trabajo mediante una red de servicios que facilite dicha
integración, tales como escuelas de infancia y servicios domiciliarios
que permitan compaginar las tareas familiares con las tareas
profesionales, además de cambiar la actitud del hombre para que se
sienta corresponsable de las tareas familiares. De ahí salió el famoso
cuarto pilar del bienestar que yo sugerí al gobierno socialista, y que
hizo más tarde fortuna, aun cuando se recortó, limitándose a los
servicios de dependencia.
Estas medidas representan una
gran inversión para generar empleo, pues la integración de la mujer
genera la necesidad de crear nuevos puestos de trabajo (para realizar
las tareas que la mujer realiza en el hogar cuando es ama de casa). Pero
dicha incorporación, como la de cualquier nuevo trabajador, crea la
necesidad de otros trabajadores, pues al aumentar el consumo aumenta
también la actividad económica. Y es ahí donde hay que buscar las raíces
del problema: el escaso desarrollo de los servicios públicos del Estado
del Bienestar, sanidad, servicios sociales, vivienda social, servicios
que la mentalidad machista de la cultura económica ve como mero consumo,
cuando son en realidad una enorme y beneficiosa inversión, pues crean
empleo. Si España, en lugar de tener solo una persona adulta por cada
diez, tuviera alrededor de una de cada cuatro trabajando en estos
servicios, como es el caso de Suecia, España tendría unos 3,5 millones
más de puestos de trabajo, anulando una parte muy importante del
desempleo. Ahí está el problema.
Ahora bien, para que este aumento del número de trabajadores tenga
incluso mayor impacto estimulante en la economía, tiene que reducirse la
gran diferencia salarial entre mujeres y hombres. En cuanto a las
políticas actuales referentes a la juventud, es obvio que estas son
insensibles a facilitar la articulación del joven en el mercado de
trabajo, haciendo mayor hincapié en la educación universitaria que en la
formación profesional, a la cual se la considera como destinataria para
jóvenes “sin la calidad intelectual para ser universitarios”, una
percepción clasista que está dañando no solo a la juventud, sino a toda
la sociedad. La mezcla de clasismo (discriminación de clase social) y
machismo (discriminación a la mujer) conduce a políticas públicas
ineficaces y contrarias al bienestar de la mayoría de la población.De ahí la necesidad de cambios profundos (casi de 180º) respecto a las políticas que se están realizando hoy en las Cortes Españolas y en el Parlament de Catalunya. Todo esto no ocurrirá a no ser que haya un reforzamiento de los sindicatos además de una gran agitación social. En realidad, el objetivo de las reformas laborales ha sido debilitar a los sindicatos y bajar los salarios, lo cual se ha conseguido, retrasando considerablemente el estímulo económico y dañando la calidad de vida de la mayoría de la ciudadanía. Mientras, las derechas españolas y las derechas catalanas (cuyas políticas están causando el enorme deterioro del mercado de trabajo) están agitando las banderas, intentando sustituir el tema social por el tema nacional.
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