miércoles, 6 de marzo de 2019

Pues sí, Iñaki, tienes razón, pocos asuntos son tan casposos como las conversiones "por si acaso" al borde de lo desconocido. Por ejemplo, el mafioso que se arrepiente y confiesa sus crímenes ante la posibilidad de irse al otro barrio en un santiamén que tuerza el destino glorioso y lo apachuche, o los políticos de un trifachito en la cuerda floja de las urnas, forjando feminismos a su bola sacrosanta, made in caverna, mientras por la parte de atrás rebosan chanchullos, financiaciones impresentables, corrupciones varias, másteres interestelares y pederastias a la virulé. Vamos, un primor.Son las cosas del ppoder hacerlo mucho mejor y no dar ppie con bola poniendo todo el empeño en que salga todo al revés, pero en plan cuarto milenio ppolítico... Ains!


Los conversos de cada 8 de marzo

La derecha ha olvidado sus reparos y se ha lanzado a toda velocidad a llenar sus programas electorales con propuestas sobre la mujer, las más avanzadas posibles aunque estén crudas, tratando de pasar de la cola a la cabeza del pelotón en 15 días



¿Qué errores, qué desmesuras, qué excesos radicales había protagonizado el feminismo desde el 8 de marzo pasado para justificar el movimiento regresivo que se empezó a vivir desde hace unos cuantos meses? Yo no vi los excesos y me sorprendió este retroceso. Porque el año pasado, después de algunos patinajes bastante vergonzosos y declaraciones lamentables que las hemerotecas conservan, hasta la derecha más renuente se había colocado favor de viento cuando se dio cuenta de que la movilización de las mujeres iba a ser multitudinaria. Hubo virajes a toda prisa, incluyendo gestos ostensibles como el de Rajoy y Cospedal tocados con el lazo morado y, 24 horas después del formidable éxito de la jornada del día 8, el gobierno popular anunció un paquete de medidas en favor de la igualdad y la conciliación. Los conversos surgían de debajo de las piedras y todos tuvimos entonces la sensación de que se había alcanzado un consenso básico en la materia.
Pero llegó Vox con su reconquista, y Casado con su contrarreforma, y Ciudadanos con su pánico a quedar atrás, y se reabrieron las catacumbas. Las políticas de género volvían a ser herejías, la violencia machista debía transmutarse en violencia doméstica y así todo, porque aunque yo no me había fijado, la horda feminazi al parecer se había apoderado del país.
Así estaban las cosas hasta la llamada a urnas. La cita electoral, junto a la previsión de otro 8 de marzo con gran seguimiento, han vuelto a obrar el milagro del año pasado. La derecha ha olvidado sus reparos y se ha lanzado a toda velocidad a llenar sus programas electorales con propuestas sobre la mujer, las más avanzadas posibles aunque estén crudas, tratando de pasar de la cola a la cabeza del pelotón en 15 días. Y así, Vox y el autobús de HazteOír se han quedado solos defendiendo las esencias. Veremos si es por un ratito hasta después de las elecciones.

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