¡Nos vemos en las urnas, hermanas!
La misoginia y la teocracia de la ultraderecha son una excentricidad en comparación con el empuje feminista
El patriarcado seguirá intentando hacernos pensar que hemos fracasado, que cualquier cosa que emprendamos es inútil o acabará mal
El patriarcado seguirá intentando hacernos pensar que hemos fracasado, que cualquier cosa que emprendamos es inútil o acabará mal
"El
feminismo es una revolución, no un reordenamiento de consignas de
marketing(...) El feminismo es una aventura colectiva, para las mujeres
pero también para los hombres y para todos los demás.Se trata de
dinamitarlo todo.Y dicho esto, buena suerte chicas y mejor viaje..."
Virginie Despentes. Teoría King Kong
Lo hemos
hecho otra vez. Ha sido grande, ha sido hermoso y ha sido político.
¡Claro que fue político! ¿A qué vendría salir a las calles si no fuera
para obtener poder y la exigencia de las justas reivindicaciones? Somos
mujeres y hacemos política. Tenemos todo el derecho a irrumpir en lo
político y ocupar el espacio público -el físico y el del debate- con
nuestros planteamientos y nuestras demandas. ¿Quién podría negárnoslo?
Los de siempre y lo de siempre. Antes era por desprecio y por puro
desprecio, ahora porque nos temen y porque creen que aún pueden
reposicionarnos donde nos necesitan y colocarnos donde conviene.
El
feminismo es una revolución. Es la revolución pendiente. La revolución
que aspira a cambiar el mundo porque la obtención de la igualdad real,
tan asquerosamente manoseada en estos días, es sólo uno de los objetivos
pero no el único objetivo del movimiento feminista. La revolución
feminista, y gran parte de nuestros esfuerzos, va dedicada también a
lograr incidencia política, cambios legislativos y económicos y de las
estructuras de poder. Queremos un mundo que contemple nuestra dimensión,
no un mundo hecho a la medida del hombre en el que nos dejen poco a
poco subir escalones o ir encajando.
El feminismo es
una revolución en marcha que ha venido para quedarse. El viernes lo
volvimos a demostrar. No gusta a todas ni a todos, ninguna revolución lo
hace, ni va a diluirse en el almíbar de las chicas buenas que
simplemente quieren algunas mejoras en su posición personal. Somos
cientos de miles y ningún gurú de campaña va a monopolizar, alterar o
cambiar nuestra marcha porque tenemos muy claro a dónde vamos y qué
queremos conseguir. Obviamente, tenemos derecho a voto. Eso lo recuerdan
todos y nosotras, desde luego, también. Por eso, todos saben que esta
exhibición de fuerza tendrá un reflejo en los próximos comicios y que no
existe ninguna posibilidad de que, en el futuro, los partidos no tengan
en cuenta nuestra posición a la hora de solicitar nuestro voto. Somos
una fuerza con consecuencias políticas y vamos a ejercerla.
Hoy
pretenden descalificar nuestra explosión en las calles afirmando que
somos manipuladas de forma partidista. Lo de siempre y los de siempre.
¡Pobres chicas, hagáis lo que hagáis, nunca seréis vosotras, eternas
marionetas! Hemos sido nosotras. Sólo nosotras. Nadie nos ha engañado ni
seducido ni manipulado. Sólo hay partidos que hace mucho más tiempo que
nos hacen caso. No de forma perfecta pero sí que nos tienen en cuenta.
Hay partidos que tienen entre sus cuadros activistas feministas o grupos
feministas de trabajo. Otros que en su explosión tienen mujeres
feministas en sus cuadros pero un déficit de convicción que se les
escapa aún en ramalazos. No todo son palabras sean estas inclusivas o
no. Por fin, hay formaciones políticas en las que la presencia de la
mujer es residual en las propuestas y adecuadamente subordinada en los
cuadros de poder. Señoros con paisaje y mujeres de fondo. Señoros con
mujeres en segundo lugar. Señoros con señoros y alguna mujer
espolvoreada. Todo muy libre y muy respetable en democracia pero que no
pueden aspirar a contar con los votos de las que gritan que se han
cansado de esperar y de limosnas y que quieren de una vez por todas,
aquí y ahora, lo que es nuestro por derecho y por justicia.
El
análisis político de lo sucedido el viernes en las calles de España no
admite cuestión. La misoginia y la teocracia de la ultraderecha son una
excentricidad en comparación con el empuje feminista. Es conveniente
asumirlo tanto a la hora de darle espacio y difusión como a la de
realizar pactos o cordones. O estás con nosotras o estas con ellos. Eso
vale para todos y sobre todo para Rivera y sus Ciudadanos. No menos lo
es para Casado que, claramente, se ha situado cada vez más lejos de las
feministas. Toda postura es aceptable en democracia pero todas no dan el
mismo rendimiento y, precisamente por eso, la fuerza del feminismo se
abrirá paso como imprescindible para cualquier proyecto que pretenda ser
líder. Así funciona la política y por eso se sale a las calles. Sin
nosotras hay menos posibilidades. Esta constatación debería operar como
un verdadero acicate de transformación en aquellas formaciones cuyos
idearios se quedan muy lejos de nuestras demandas sin embargo, lo que
hemos visto hoy, es cómo pretenden corregirnos, desnaturalizarnos,
domarnos y decirnos cómo debemos hacer las cosas. Craso error que
veremos en las urnas.
El feminismo también tiene, como
no, deberes que hacer y lecciones que aprender. No es la menor la de
rentabilizar en términos políticos el esfuerzo de movilización para
evitar que todo se convierta en un carnaval reivindicativo sin más
consecuencias como muchos desearían. Es preciso además culminar los
debates de fondo que recorren a las diferentes tendencias y que han
amenazado este año con resquebrajar la convocatoria unitaria como son
los referidos a la prostitución y el abolicionismo, la pornografía y
otras cuestiones que cuentan con diversos referentes teóricos y
prácticos y con distintos posicionamientos. El manifiesto leído en
Madrid tuvo que aparcarlos para conseguir salir adelante.
El
feminismo es un movimiento transversal pero no debe serlo tanto como
para albergar al huevo de la serpiente. El patriarcado seguirá
intentando hacernos pensar que hemos fracasado, que cualquier cosa que
emprendamos es inútil o acabará mal. No saben que ya no oímos sus
reproches ni queremos sus cadenas.
¡Nos vemos en las urnas, hermanas!
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