Que no impongan sus bravatas
El peligro real es que partidos más grandes compren el discurso o parte del discurso machista
Este lunes, el presidente del gobierno firmará el decreto de disolución de las Cortes y la activación del calendario electoral. Coincide este año con la semana del 8 de marzo
y todos los partidos andan en busca del voto de las mujeres -no hay más
que contemplar los priemros actos electorales o leer los periódicos
esta mañana.
El 8M del año pasado fue histórico y arrollador. España se convirtió en referente mundial y por primera vez más mujeres que hombres participaron en una huelga y en una manifestación.
Como reacción a aquel éxito y al movimiento activo que lo sustenta, en estos doce meses hemos visto en la plaza pública lo que todas -y todos- sabíamos que seguía existiendo en la esfera privada: un residuo machista incapaz de afrontar el reto de la igualdad y que usa el anonimato de las redes sociales y las bravatas mitineras sin posibilidad de contraste para defender un mundo que ya no existe.
Hacen mucho ruido pero no son tantos. El peligro real es que partidos más grandes les compren el discurso o parte del discurso, que hace el mismo daño, ya lo hagan por creencias o por necesidad electoral.
Por ejemplo, nada más miserable en un país que ha visto el dinero público de la corrupción salir a espuertas camino de Suiza o irse por la alcantarilla que ahora, cada vez que se hable de los recursos que se destinan a evitar asesinatos de mujeres o proteger a sus huérfanos, se ponga la coletilla de "gastarlo bien". Como todo, ¿no? Como todo el dinero público. ¿O sólo ponemos bajo sospecha el dinero de la igualdad?
El 8M del año pasado fue histórico y arrollador. España se convirtió en referente mundial y por primera vez más mujeres que hombres participaron en una huelga y en una manifestación.
Como reacción a aquel éxito y al movimiento activo que lo sustenta, en estos doce meses hemos visto en la plaza pública lo que todas -y todos- sabíamos que seguía existiendo en la esfera privada: un residuo machista incapaz de afrontar el reto de la igualdad y que usa el anonimato de las redes sociales y las bravatas mitineras sin posibilidad de contraste para defender un mundo que ya no existe.
Hacen mucho ruido pero no son tantos. El peligro real es que partidos más grandes les compren el discurso o parte del discurso, que hace el mismo daño, ya lo hagan por creencias o por necesidad electoral.
Por ejemplo, nada más miserable en un país que ha visto el dinero público de la corrupción salir a espuertas camino de Suiza o irse por la alcantarilla que ahora, cada vez que se hable de los recursos que se destinan a evitar asesinatos de mujeres o proteger a sus huérfanos, se ponga la coletilla de "gastarlo bien". Como todo, ¿no? Como todo el dinero público. ¿O sólo ponemos bajo sospecha el dinero de la igualdad?
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