El poder de la culpa
Rajoy continúa siendo Presidente del Gobierno gracias a los
votos de los que se sienten culpables. Y pretende continuar siéndolo con
la misma estrategia

La culpa tiene poder,
bien podría ser el título de una nueva rumba catalana. O quizás mejor la
letra de un rap de denuncia cantado en las movilizaciones sociales.
La culpa tiene poder y los poderosos saben por qué. Se viene utilizando
desde tiempos ancestrales y con gran éxito como elemento de dominación
social. Alcanza su cénit con las religiones monoteístas, que han
conseguido ofrecernos el pack completo. La culpa -del pecador- la
confesión, el arrepentimiento y la penitencia.
Ha sido tal el éxito histórico de la culpa que se
utiliza por ideologías y sistemas políticos de todo tipo. La autocrítica
no es más que la vertiente laica de la confesión de culpa y las
consecuencias impuestas al “autocriticado” pura penitencia en forma de
depuración política.
Si la culpa es tan poderosa para el control social es porque impone al culpable el arrepentimiento, en forma de resignación.
En España tenemos a uno de los campeones mundiales en la estrategia de
la culpa. “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” fue la
frase más vomitada por Rajoy para justificar sus políticas de ajuste. En
pleno aquelarre se llegó a decir que “hemos comprado a crédito viajes
al Caribe” para justificar en el debate parlamentario de Julio del 2012
la reducción de las prestaciones de desempleo.
Lo
más peligroso del uso de la culpa por el poder es que suele tener éxito.
Rajoy continúa siendo Presidente del Gobierno gracias a los votos de
los que se sienten culpables. Y pretende continuar siéndolo con la misma
estrategia.
Estos días, de manera desacomplejada,
los miembros del gobierno Rajoy, los expertos acólitos y sus voceros han
conseguido el récord mundial en el decatlón de la culpa.
Para justificar la congelación de pensiones y su perdida de poder
adquisitivo a perpetuidad, mientras esté vigente la ley del 2013, han
intentado sepultar a los pensionistas de sentimiento de culpa por ser
unos privilegiados.
Se pretende acallarlos con el
argumento de que son el colectivo que mejor librado han salido de las
políticas de recortes sociales. Y desgraciadamente el argumento cala,
porque son muchos los pensionistas que tienen en su entorno personas muy
maltratadas por la crisis y las mal llamadas políticas de
“austeridad”.
Diferentes “expertos” orgánicos del
Partido Popular recuerdan a los pensionistas que algunos de ellos cobran
más que lo que cobran sus hijos y nietos trabajando. Como si su pensión
fuera un regalo y los salarios de miseria de sus hijos una maldición
bíblica.
Esta es una argumentación que cala en las personas pensionista, porque tiene una gran capacidad de generar culpa, arrepentimiento y resignación. Durante años, mi madre perceptora de una pensión mínima se sentía culpable de cobrar prácticamente lo mismo que la trabajadora social que le ayudaba en su situación de dependencia.
Esta es una argumentación que cala en las personas pensionista, porque tiene una gran capacidad de generar culpa, arrepentimiento y resignación. Durante años, mi madre perceptora de una pensión mínima se sentía culpable de cobrar prácticamente lo mismo que la trabajadora social que le ayudaba en su situación de dependencia.
Por supuesto en esta orgía
culpabilizadora no podía faltar el Gobernador del Banco de España que
nos acaba de regalar la “lindeza” de decirle a los pensionistas que la
congelación de las pensiones no les afecta tanto como parece, porque la
mayoría son propietarios de sus viviendas y con ello tienen unos gastos
menores de alojamiento.
Como si la vivienda en
propiedad no fuera el fruto del ahorro de toda una vida, que en muchos
casos les sirve para pagar una plaza en una residencia privada ante la
escasez de plazas públicas.
Resulta cínico que los
mismos que justifican la congelación de las pensiones– incluso de las
mínimas – porque algunos pensionistas son propietarios de su vivienda,
sean al mismo tiempo los máximos defensores de la desaparición del
impuesto de sucesiones, incluso para elevados patrimonios. Defienden que
las personas cuyo único ahorro es una vivienda en propiedad la dediquen
a garantizar su subsistencia en los últimos años de vida, mientras al
mismo tiempo proponen que los que heredan importantes patrimonios no
paguen impuestos.
Esta estrategia de acusar de
privilegiados a los que disponen de derechos no es nueva. Se ha llegado a
decir que los jóvenes no tienen trabajo por culpa de unos padres que
tienen empleos y salarios privilegiados. Esta es de hecho la ideología
de las reformas laborales y con la que se ha intentado vender el mal
llamado “contrato único”.
Si alguien ha sufrido y continúa sufriendo la estrategia de la culpabilización por parte del poder, son las mujeres.
La ideología patriarcal pretende que las mujeres se sientan culpables
de casi todo. De no ser madres, si así lo han decidido, por poner en
riesgo la demografía de la sociedad. De ser madres y querer trabajar al
mismo tiempo sin morir en el intento. De pretender que sus opciones
vitales no penalicen sus trayectorias profesionales. De no atender bien a
los hijos por poner por delante su condición de persona. De cobrar
menos que los hombres por no estar suficientemente formadas.
Estos días asistimos a una vergonzosa ofensiva del Gobierno Rajoy y el
Partido Popular para hacer sentir culpables a las mujeres que denuncian
la brecha salarial de genero y a los convocantes de la huelga del 8 de
marzo.
Se ha llegado a decir que era una
movilización de mujeres privilegiadas, porque solo podían hacer huelga
las que trabajan y se ignora a las que están desempleadas. Increíble
pero cierto.
La avalancha de culpa que nos echan
encima a unas y otros no es una anécdota. Forma parte de una ofensiva
ideológica para que aceptemos resignadamente la máxima consigna del
capitalismo financiero global: “Repartíos el salario y las pensiones
entre vosotros, que los beneficios del capital no se tocan y de
impuestos ni se habla”.
Una estrategia exitosa que
ha conseguido hacer del agravio comparativo entre las personas
trabajadoras el motor de la historia, ocupando el vacío dejado en esa
función, antaño articuladora de la política y la sociedad, por la lucha
de clases.
Quizás ha llegado el momento de componer
un rap titulado: “A la mierda con la culpa”. Eso sí, con prudencia, no
sea que nos acusen de un delito de odio.
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