sábado, 17 de marzo de 2018

Gracias, Lidia Falcón, espléndida como siempre






Pensionistas de segunda

Lidia Falcón

Los pensionistas, ¡por fin!, se han ofendido con el aumento del 0,25% que tan generosamente el gobierno ha aplicado a las pensiones de 2018. Ese colectivo, de casi nueve millones de personas, había aguantado paciente y resignadamente que durante cinco años les tomasen el pelo regalándoles tal ridículo porcentaje. Recuerdo el programa de televisión en el que el ínclito García Albiol presumía de que el Partido Popular no iba a congelar las pensiones como había hecho Rodríguez Zapatero porque las aumentaría cada año el 0,25 por ciento. Es decir que a la miseria se unía la burla. Y como ahora los afectados se han enfadado con esta broma  el PP y Ciudadanos tienen que arbitrar alguna manera de contener la sangría de votos que puede suponer el movimiento de pensionistas indignados.
Los partidos opositores al gobierno y el movimiento de los pensionistas han publicado largos manifiestos denunciando la pobreza en que han sumido a las generaciones que con tanto esfuerzo construyeron la España que tenemos, y la ingratitud que supone.
Pero en estos manifiestos generalistas se calcula el cómputo de pensiones sobre la media de las más altas con las más bajas, sin discriminación de sexo.  No solamente tales cuentas son siempre aquellas en las que uno se ha comido dos pollos y otro ninguno y por tanto la media indica que se comieron uno cada uno, sino que además en el caso de las mujeres oculta la más flagrante de las injusticias.
Una mayoría de las españolas, hasta muy recientes tiempos, dedicaron los mejores años de su vida a reproducir hijos y cuidarlos, a ellos y al resto de la familia, para proporcionar fuerza de trabajo en buenas condiciones al capital. El franquismo apartó del mercado de trabajo a nueve millones de mujeres, a las que se prohibió emplearse asalariadamente. Esa era la cifra que sumaban las que el Estado catalogaba como dedicadas a “sus labores” en 1975. Con la burla añadida de que las clasificaba como “población inactiva”.
Naturalmente, para alivio de las arcas del Estado, muchas han muerto desde entonces, pero esa situación laboral no se invirtió rápidamente. Aunque el aumento del número de mujeres españolas que han entrado en el mercado laboral es enorme, hemos avanzado desde el 13 por ciento de los años setenta al 55 por ciento de hoy, ha sido paulatino, dejando a millones de mujeres en el camino. Y sobre todo, a pesar de lograr empleo asalariado las que han sido madres han debido optar, en una enorme proporción, por abandonarlo para cuidar a las crías, dada la falta de servicios sociales y ayudas económicas con que nuestros gobiernos han penalizado a las madres de niños pequeños. Si a ello añadimos que los empleos femeninos están peor pagados que los de los hombres, que se les impide la promoción profesional, que el trabajo a tiempo parcial –necesario para cuidar a la prole- lo tienen que escoger las mujeres, las cotizaciones sociales de éstas han sido escandalosamente bajas.
El resultado es que hoy  las pensiones de las mujeres mayores son un 38 por ciento inferiores a las de los hombres, en un cálculo medio impreciso ya que muchas sufren una diferencia aún mayor. Y aquellas que nunca entraron en el mercado de trabajo deben contentarse o con la de viudedad que únicamente alcanza al 52% del salario asegurado del marido o con la no contributiva, cuya cuantía es de vergüenza. Es imprescindible remarcar  que su situación es la peor de todo el colectivo de pensionistas.
Cuando el gobierno se escuda en la falta de recursos para aumentar las pensiones a un nivel decente deberíamos recordarle el aumento del presupuesto de Defensa en un 38 por ciento para este año, las regalías de que se beneficia la Iglesia, el submarino hundido que ha costado 800 millones de euros y costará 1.500 más reflotarlo, los 2.000 millones de rescatar las autopistas, los aeropuertos sin pasajeros, los AVES inútiles, las obras inacabadas y faraónicas por el delirio y la corrupción de los gobernantes en Cataluña, en Santiago de Compostela, en Valencia, en Asturias. Pero ya sabemos que para la derecha el reparto de la riqueza consiste en quitarle el dinero a los pobres para dárselo a los ricos.
En este maremágnum de peticiones y rechazos, de reproches y supuestos informes económicos surge, como una seta en mitad del bosque, el tema de la pirámide  demográfica. Cada vez tenemos más viejos y menos jóvenes y no nacen niños. Y como si este fenómeno fuera provocado por alguna alteración de los astros, tanto los gobernantes como los políticos de la oposición, los que son y los que han sido, se muestran desolados e impotentes para revertirlo.
En mis continuos encuentros con diversos colectivos me deja atónita  comprobar que ni las generaciones jóvenes ni las mayores relacionan la reproducción humana con las mujeres. Que cuando se les pregunta qué producen las mujeres los y las asistentes se quedan mudas y desconcertadas. Pues esta es también la reacción de los políticos. Retorciéndose las manos de angustia y con expresión de verdadera preocupación e incertidumbre repiten que la natalidad en España es muy baja y que no va a ver relevo para la generación anterior y que, en consecuencia, no se pagarán las pensiones de los mayores, ya que aún cuando éstos cotizaron decenas de años de trabajo su dinero ya no se encuentra, y hay que sufragarlas con lo que paguen los jóvenes, que son pocos y tienen salarios basura. En pocos años solamente habrá un joven y medio para cada pensionista.  Pero de cómo incentivar la natalidad ni palabra.
En un país cuyo índice de nacimientos es de 1,3 por mujer adulta, siendo el mínimo necesario para reponer la población de 2,2, ningún gobierno se ha planteado qué hacer para convencer a las españolas de la necesidad de que se sacrifiquen trayendo más niños al mundo. La mitad de las que se hallan en edad fértil declaran que no piensan tener hijos. Si entendemos que la primera producción imprescindible es la de seres humanos, ¿qué se hace para incitarla, protegerla, aumentarla?
Se incentiva la producción de muy diversas mercancías y servicios mediante subvenciones, exenciones y rebajas de impuestos, tasas reguladas de la seguridad social, ayudas económicas sin intereses o a coste perdido, menos la producción de niños.
España tiene la inversión en asistencia social de las más bajas de UE, por ello padecemos una inexistente red de escuelas infantiles públicas y trabajadoras sociales, y  ninguna ayuda económica para las madres. Con este plan de natalidad, no muy alejado del que sufríamos en el franquismo, nuestros gobernantes, ¿esperan que las mujeres sientan de pronto un tan fuerte instinto materno que las impulse a embarazarse y parir y lactar y criar hijos, con la enorme inversión en salud, tiempo y dinero, que tal empresa supone, sin poder disfrutar de ayuda alguna estatal y teniendo que abandonar sus expectativas profesionales?
Quizá las neuronas de los gobernantes y de la mayoría de políticos españoles sufren de alguna carencia, ya que no son capaces de entender esa elemental realidad. Deberíamos pedir que les sometan a una revisión neurológica, y sustituirlos.
Mientras tanto, las manifestaciones de esforzados pensionistas provocarán debates parlamentarios y portadas de medios de comunicación, pero las españolas que ya han conocido los sistemas anticonceptivos y la libertad de abortar, van a seguir negándose a parir. Y no hay sustitución. En este sector de la producción no sirven ni nuevas tecnologías ni robots.
O en los propósitos de los gobernantes entra subvencionar la maternidad adecuadamente o ni se pagarán las pensiones ni se poblará el país.



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Los países inteligentes no sólo comprenden la importancia de que haya población suficiente y en buen estado para el futuro, sino que cuidan muchísimo a las madres y a los niños, en Francia desde  hace muchísimos años las madres cobran del estado por el embarazo, la lactancia y los cuidados, en Alemania hay flexibilidad de horarios laborales para madres y padres durante la infancia de los hijos e hijas y las madres recién pariidas se quedan en casa durante el primer año de las niñas y niños cobrando su sueldo y tienen ayuda estatal a domicilio si la necesitan durante el tiempo que sea preciso. No tiene color con lo que padecemos en esta alcantarilla social galdosiana de las Españas retrógradas del siglo XIX y reproducidas en el XXI, de las que sólo nos separa la tecnología, el consumismo enloquecido y los programas gores en la tele. La inteligencia social de los gobiernos sigue como entonces. La conciencia de las bases sociales se ha espabilado, aunque no lo suficiente, pero todo se andará. Mientras tanto caminamos y curramos por el bien común codo con codo, corazón con corazón, convertidas en inteligencia colectiva.

La inteligencia consciente es la madre de la lógica y el fracaso y desmantelamiento del politiqueo sofista que ante su presencia se convierte en serrín.
Los estados que funcionan y producen riqueza no es debido solo a que hacen bien las cuentas sino a que saben como plantear y emplear bien esas cuentas de modo que el bien común sea el obejtivo de sus tareas y no "hacer carrera" no forrarse a costa de hundir econónicamente al prójimo más frágil y con menos  recursos. Lo primero es que en esos estados tan admirables los políticos no se corrompen en cuanto pillan los votos, (aunque en España la mayoría ya viene corrompida de casta y de casa) ni manipulan las leyes como si fueran una spontex en el fregadero, eso les avergonzaría tanto que no lo podrían soportar, y no por el qué dirán sino por su propia autoestima. Lo segundo, no permiten que las empresas amigas se repartan el mondongo de los Bigotes-setas porque saben perfectamente que el dinero público no es su cortijo sino patrimonio de la ciudadanía que paga con sus impuestos para tener un país decente y habitable y no la Cueva de Alí Babá llena de cárceles y policía domesticada y dirigida por energúmenos ministeriales. En las democracias de verdad las fuerzas de seguridad están para proteger personas y conciliar entuertos donde todo acabe lo mejor posible, pero en España están (des)pensadas justo al revés. En un estado decente las personas se valoran por el hecho de serlo, no tienen que andar a gritos reivindicando su género y la igualdad que se les niega en la práctica aunque en la teoría de las Cartas Magnas diga lo contrario, por lo que esos estados de iniutilidad son una contradicción constante y un Monopoly enjuaguista sin vergüenza ni pudor.

Nuestros avatares de la ruina aún no han acabado de entender que hay países y ciudadanías que aprenden de su historia y otros no y la repiten como los burros insisten en la inercia de dar vueltas al rededor de una noria seca. Aún no han conseguido atar cabos (claro, estan ocupadísimos en su colección de ranas y delitos y en cómo darles la vuelta para convertirlos en príncipes azules/ naranjas y en programa electoral, que no les queda tiempo para las delikatessen de la justicia, la igualdad y la decencia...es normal, pero, bah, si son simplesh tiquishmiquish...¿verdad Mariano?) y comprender que tal vez esos países son ricos, no por familia y dinastía ni porque la pasta y el bienestar les han llovido del cielo o que por birlibirloque les ha tocado la primitiva estatal, sino porque durante años han sabido ver cuáles son las preferencias sociales que producen riqueza y cuáles hunden todas las políticas en la miseria social; a ver, si el estado deja que gobiernen las empresas el trabajo digno desaparece como la sal en la sopa o el sueldo en el IVA, los salarios se encogen cada ve más, y se acaba de arreglar el pastel si las parejas humanas tienen que trabajar ambas/os constantemente y en varios trabajos miserables para poder comer, pagar la luz, el alquiler o la hipoteca, no pueden  tener hijos, of course. No tendrían tiempo para cuidarlos, educarlos y casi ni para engendrarlos, tampoco se pueden pagar un plan de pensiones. Si  no hay madres y padres disponibles y tratados con justicia por el estado social, no habrá niños y niñas que dentro de unos años sean la fuerza motriz del país, tampoco habrá pensionistas que  puedan ayudarles, puesto que las pensiones se reducen ya casi al modelo no contributivo de la limosna (no es broma, en Valencia hay algunas pensionistas que piden en la puerta de Consum porque con los trescientos euros mensuales no pueden pagar comida, casa, luz, agua y butano y eso contando con que la salud no les  dé problemas, al principio pedir les daba vergüenza, ya les da igual; trabajar toda la vida y cotizar lo que te han permitido, para rematar así  la jugada de vivir...tiene castañas la cosa...) Un estado tan torpe y miserable tampoco va a tener la cotización laboral ni la natalidad de repuesto de los imigrantes, a los que con su xenofobia cerril cierra las puertas, maltrata en los CIEs, hace picadillo con las concertinas de Ceuta y Melilla, condena a ser manteros perseguidos, o directamente se niega a acoger el cupo que nos  coreresponde como estado miembro de la Comunidad aunque la UE se lo imponga.

En fin, que con tan pésima inversión de recursos imprescindibles en el factor humano que es la base de la vida y obteniendo tan altos dividendos  en buitrerío pirañil y delincuente de guante blanco y manos negras, el bien común desaparece de ese mapa que para compensar llenan de banderas estúpidas y sin más función que exaltar lo peor de cada persona enfrentando a unos con otras por ideas manipuladas desde los instintos y la demagogia más rastrera y patética, en vez de unir a la sociedad en valores y cohesión decente.
Pero ¿de qué valores estamos hablando? ¿A caso del bautismo de niños recién nacidos que no pueden elegir entre bautizarse o no?¿Tal vez la confesión y sus secretos que a cambio de un par de padrenuestros absuelve de la corrupción, pederatias varias, rituales de magia-mafia negra para pillar poder como el de Carlos Fabra en Castellón y su Bar España, o lo del latrocinio como virtud, de la mentira y la calumnia como camino triunfador y de la responsabilidad de provocar ruina, desahucios, pobreza absoluta y suicidios, en el caso de que el grado de conciencia les dé para reconocer sus culpas y acusarse de ellas? Lo natural es que ni siquiera se consideren culpables de nada, si ya Zapatero tuvo la culpa de todo...xd!
Otro valor a practicar es ir a las procesiones semansanteras con mantilla, peineta y capuchón y hasta cantar saetas si se terciase, mientras se finiquita y difiere lo que sea menester. Otro valor debe ser la obra de misericordia de enterrar a los muertos rentables en publicidad sacamantecas. O encarcelar a los enemigos de la fe patriótica con bandera díscola, otro valor es mantener enterrados a los muertos junto a su asesino y bajo la pía vigilancia de un abad comodioshmanda... O si no, llevar a las aulas la cabra de la Legión para que los niños comprendan desde la más tierna infancia el profundo vínculo entre las FFAA y la ecología animalista que tan divinamente emparenta con las corridas de toros de nada menos que la Fiesta Nacional, con todo lo que eso significa, con lo que mola y emociona, ¿a que sí? Bueno, bueno, casi me dejo en el tintero la guinda de la copa de los valores educativos a impartir en el reciclado formato patrio: las clases de moral financiera desde la EGB, -y en cualquier momento desde la mismísima guardería, chupete en ristre-, explicando la necesidad de pagar hipotecas, recibos y deudas a los bancos y empresas tan benefactores y ejemplares, sacrificados y generosos, antes que comer o comprar medicinas, que al fin ay al cabo son bagatelas perfectamente prescindibles, por eso se  recortan. Uff, es que están en todo, qué detallistas y qué maravilla de ubicuidad...en plan Carpanta

Pero quede claro que  el odio no es insultar en twitter ni a cara descubierta, el verdadero delito de odio es dañar a las personas en su esencia de seres humanos con malos tratos sociales, en su derecho a un trabajo decente que permita vivir, con poder adquisitivo sin sufrir la miseria en sus  derechos esenciales : empleo, trato igualitario, techo, alimento, higiene, ropa, educación, cultura, sanidad, pensiones justas, disponer de energías básicas para no pasar frío y poder concinar, y no verse humilladas en las colas de Caritas o pidiendo limosna, sufriendo delitos de lesa dignidad por parte de un estado irresponsable, incompetente, casposo  y absolutamente analfabeto en esa ciencia política llamada humanidad inteligente, que constituye la verdadera riqueza de los pueblos: su conciencia ética, su compasión empática, que es la verdadera justicia del amor libre de verdad, comunitario y personal. La autoestima no es egoísmo, sino también amor, quien no se ama ni se valora desde el espíritu, no puede amar a nadie como a sí misma, ni siente algo más que instintos y emociones de rebajas, como los psicópatas, que cuando son mayoría absoluta grupal y gobiernan se transforman en sociópatas.

Cuanto más indecente y torpe es el gobierno de un estado, peor es su economía, menos recursos produce, menos riqueza genera, más se deteriora como sociedad, se queda sin valores mientras crece exponencialmente su discapacidad política, social y económica, su deplorable experiencia vital como colectivo humano es pésima. La pobreza y el saqueo paralelo para todos será su futuro mientras sigan siendo la marca de su presente. El futuro nunca se improvisa, se construye o se destruye. En España tanto el gobierno como el principal partido de la oposición, en perfecta simbiosis del desastre, lo están destruyendo con una maestría fuera de serie que haría las delicias psicópatas de Jack el destripador, pero en plan social. Unos genios de la hecatombe, a la altura y torpeza congénita del mismísimo Trump o del estereotipo del estúpido en el teorema de Carlo Mª Cipolla, en su Allegro ma non troppo. No hacen más daño porque no hay más que dañar a su alcance. Tal cual.

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