George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
viernes, 23 de marzo de 2018
Leyes
Un mundo claustrofóbico, cerrado, irrespirable,
negro como la sombra más oscura,
almacén de ortopedias legales sin sentido.
Vengativos flagelos, códigos del rencor abanderado
embistiendo sin tregua contra lo diferente.
Sentencias cavernarias arropadas
por palabras añejas que perdieron la voz y el contenido
mutadas en cadenas y machetes atroces
y en manos de verdugos sin alma ni empatía.
Tristes huecos de ausencia
en los que ser iguales en sustancia
pero a la vez distintos en ideas, no es riqueza
sino delito grave. Imperdonable.
Enredos asombrosos. Justificantes turbios de la contradicción
contra natura,
en los que el delincuente es ofendido
en las vagas inopias de su ilusorio "honor"
con todas sus razones leguleyas
si honrando a la verdad
le llaman por el nombre de su mangante oficio;
leyes sin Ley que amparan mil sentencias a la carta,
juicios que van marcados como naipes tramposos,
carrera hacia la gloria
y la prebenda
¡decente el último! gritan en la vorágine
de legislar a saco y como sea, a base de banderas y banquillos,
y dejando el país hecho un dolor,
como aquellas ciudades del Far West
en las que ya los buenos nunca ganan
donde el tahur acaba siendo el sheriff del condado
y el último mohicano de la ética es condenado a muerte judicial
sólo por resistirse a comulgar con ruedas de molino:
Dícese Juez Garzón sin ir más lejos...
Leyes que se cocinan con recetas de lodo picaresco,
salpicones de toga subrogada
ajenas a la luz de la Justicia
que les llena la boca y las albardas. Leyes de pan pringao
que no dan la medida, ni el grado ni la talla
pero que están ahí,
igual que los demonios que ubicaba Perales, en la canción aquella,
haciendo perrerías por Madrid.
Leyes de vacuidad, leyes de mierda, hostiles al amor
que las vulnera por el hecho de amar lo inconveniente;
un auto judicial que salva tantas veces
al 'rubio' y atildado mequetrefe
que puede ser también muy mequetrefa,
-la mequetrefidad es perfecta medida
en plena paridad de resultados
repulsivos y obscenos-
siempre condena al débil que no alcanza
a pagar defensores a la altura del rico traficante
y debe conformarse resignado
con togas sin renombre en el oficio...
Leyes que ya no son ni humanas ni divinas,
sino galimatías vergonzantes
sacados a subasta partidista. Tan solo transacción
de manos negras y máquinas que un día
creyeron ser de carne y sentimiento
hasta que destruyeron hundidas en la amnesia
y en la niebla del ego universal
la posibilidad de la conciencia.
¿Leyes? ¿Qué son las leyes
si no hay esencia humana luminosa que construya
y devuelva el sentido real a su existencia?
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