Cuatro victorias incontestables de la huelga feminista
Los días siguientes a este 8M de 2018 difícilmente se salvarán,
como tantas veces antes, con otra jornada de palmaditas en la espalda y
encendidas loas masculinas a lo mucho que han logrado las mujeres.
Anoten esta fecha
La huelga feminista del
8M no ha supuesto solo un éxito por lograr visibilizar, de manera masiva
y millonaria, el protagonismo y los derechos hurtados a diario a las
mujeres en los medios de comunicación, en las empresas, en las
administraciones públicas, en las calles o en las casas. También ha
resultado una enorme victoria de las mujeres y el feminismo sobre este
nuevo neomachismo emergente, nacido con el nuevo siglo como reacción
frente a los avances en igualdad y buscando aprovechar la oportunidad de
la crisis económica para amortizar, dividir y marginalizar todo cuanto
tenga ver con feminismo, mujeres e igualdad.
La
estrategia de dar por amortizadas las políticas de igualdad con la
excusa de la crisis, en nombre de la austeridad y el déficit, ha quedado
desbordada por el 8M. El intento masculino de dar carpetazo a las
políticas de genero con un orgulloso “misión cumplida” ha sido
desmentido de manera rotunda e incontestable por la mayoría de las
mujeres. Ellas, igual que los pensionistas movilizados en defensa de sus
derechos, nos han recordado lo obvio que muchos olvidamos durante la
burbuja y preferimos no recordar durante el austericidio: la igualdad de
oportunidades no cae del cielo, ni gotea de las manos de los poderosos.
No hay progreso social ni igualdad de oportunidades sin movilización y
acción colectiva para lograrlos; nunca los ha habido y nunca los habrá.
Que a ti te vaya bien no significa que el resultado sea justo o que los
demás se merezcan que les vaya mal.
También ha salido claramente derrotada la estrategia de
dividir y vencer impulsada desde la derecha en el poder. No han logrado
dividir a las mujeres en dos tipos antagónicos y enfrentados: aquellas
que trabajan y progresan siendo mejores en un mundo regido por las leyes
de los hombres y aquellas que solo protesta y no se responsabilizan por
su vida o su futuro. El mismísimo Mariano Rajoy lo certificó con su
lazo azul y hablando en el Senado, dejando en evidencia a la ministra
Isabel García Tejerina o a Cristina Cifuentes y su intento de llamar
“huelga a la japonesa” lo que siempre ha sido esquirolear, mientras
comprobábamos cómo, también en materia de género e igualdad, Ciudadanos
ha sorpassado al PP muy por la derecha equiparando feminismo y
victimización; primero el capitalismo y después, “ya si tal”, la
igualdad.
La tercera gran victoria se ha producido
frente a la larga y sostenida operación para marginalizar al feminismo
caricaturizándolo como una ideología esperpéntica y delirante, profesada
únicamente por frikis fácilmente ridiculizables. El paternalismo de
pantuflo encarnado por probos luchadores antifeminazis como Javier
Marías, Arcadi Espada o Federico Jiménez Losantos, reprendiendo a las
feministas como si fueran señoritas en un colegio que ellos dirigen con
mano viril y firme; o el odio y la violencia dialéctica que han
destilado los medios españoles de extrema de derecha al hablar de las
mujeres y su huelga, han dejado meridianamente claro dónde habitan los
monstruos.
Aunque seguramente el mayor de todos los
éxitos sea precisamente aquel más intangible. Los días siguientes a este
8M de 2018 difícilmente se salvarán, como tantas veces antes, con otra
jornada de palmaditas en la espalda y encendidas loas masculinas a lo
mucho que han logrado las mujeres. Anoten esta fecha. El día que muchos
comprobaron que el feminismo y la igualdad siguen ahí y han venido para
quedarse. Ni pide ni espera aplausos, exige y logra avances.
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