sábado, 31 de marzo de 2018

El alma colectiva es Evangelio (eu-angellós,'buena noticia' en griego) igual que el corazón y la conciencia. Gracias a La Marea porque participa de esas tres cualidades fundamentales para ser humanidad de verdad y no un rebaño de zombis violentos contra natura y orugas procesionarias vergonzantes. Gracias a Patricia Simón y a todas/os las ateas/os que trabajan por la justicia, la igualdad y el verdadero amor divino de tan humano y real. Benditas y benditos son


El Cristo de la corona de concertinas

“Si algo nos enseña el Evangelio es a desobedecer […]- Las leyes mordaza son la guinda del imperio vigente de invisibilizar a los pobres, como si no tuvieran rostro”. Quien habla así es el párroco de Entrevías, Javier Baeza
30 marzo 2018

 
El Cristo de la corona de concertinas
El Cristo de la madrileña parroquia San Carlos Borromeo amordazado contra la Ley Mordaza (@EntreBorromeos) 
 
 
“Jesús era un hombre que iba por ahí con su madre y con una prostituta, María Magdalena, echando de los templos a los banqueros de entonces por usureros, señalando a los corruptos por ser los responsables de la situación de los pobres, rodeándose de los indeseables, de los miserables y los leprosos”. Quien habla así de su gran referente es una jubilada cuya pensión no contributiva no le llega para ducharse todos los días con agua caliente. Y desde luego no es por su Dios por quien la ministra de Defensa ha ordenado que las banderas ondeen a media asta de nuevo esta Semana Santa, después de aprobar un aumento de 10.000 millones de euros para el Ejército mientras su gobierno impide un aumento real de las pensiones. Y tampoco le ofende a esta creyente que nadie ‘se cague en Dios’, pero sí que a estas alturas y en este país, haya quien se enfrente a condenas por expresarse libremente, cuando ella por poco paga con cárcel luchar contra la dictadura franquista.
Si algo nos enseña el Evangelio es a desobedecer […]- Las leyes mordaza son la guinda del imperio vigente de invisibilizar a los pobres, como si no tuvieran rostro”. Quien habla así es el párroco de Entrevías, Javier Baeza, que esta Semana Santa escribía en su cuenta de Twitter “como creyente cristiano debemos -junto con la jerarquía- oponernos a la manipulación de unos sujetos que en nombre de Dios compran armas para matar, elevan alambradas que matan y persiguen a ciudadanas que salvan vidas. No, no creemos en el mismo Dios”.
El Dios en el que cree Baeza es el que le hace estar en las movilizaciones que desde hace años piden la despenalización del top manta, el fin de las políticas asesinas de extranjería, de las redadas racistas, de los Centros de Internamiento de Emigrantes y de las políticas sociales basadas en el paternalismo y la superioridad moral. Por eso, cada domingo, en la homilía que celebran en su parroquia de San Carlos Borromeo se reúnen católicos, musulmanes, evangelistas y ateos bajo una fotografía de un inmigrante que se pasó horas encaramado a la valla de Melilla porque sabía que, si se daba por vencido, sería deportado ilegalmente por el Gobierno español al lado marroquí de las concertinas. El Dios de Baeza se revolvería si viese que en este país se encarcela a titiriteros por representar obras de teatro, a raperos por cantar o que se imputa a la concejala Rommy Arce por pedir en sus redes sociales el fin del hostigamiento policial contra los manteros tras la muerte en Lavapiés de Mame Mbaye.


Policía de Madrid persigue a inmigrantes vendedores ambulantes. Foto: Javier Bauluz (2013)

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
En Melilla, en Ceuta, en Lavapiés, en los invernaderos de Almería, en la selva colombiana, en las favelas brasileñas, en el apartheid israelí, en el puerto de Nuadibú de donde partían las pateras, en la frontera jordana donde llegaban los sirios huyendo de la guerra… Allá donde el Estado no protege o donde, directamente, es el enemigo de los despojados, siempre me he encontrado con cristianos y cristianas dando la batalla contra las multinacionales, contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, contra el terrorismo de Estado, contra la corrupción y la desolación.
Allá donde solo hay miseria, injusticia y violencia siempre me he encontrado con hombres y mujeres que vivían compartiendo su fe en la fuerza de los pequeños, en el imparable poder de la rebeldía, en la contagiosa alegría de la resistencia y en el consuelo de haber enarbolado la bandera de la dignidad para cuando haya muertos. Porque saben que siempre habrá muertos, “porque hay muchas maneras de matar: con las balas, pero también de miseria, de explotación, de enfermedad y de desesperanza”, como dice la misionera laica Carmina Bascarán.
Soy atea, pero creo inquebrantablemente en estos activistas. Personas que no lideran, sino que van de la mano; que no se ponen al frente de la pancarta, sino que se quedan en la retaguardia por si a alguien le falta el aliento; que odian las entrevistas porque al salir en la foto invisibilizan a los verdaderos protagonistas; que no hablan de dioses, sino de María que luchó por parar su desahucio; de Manuel, que una noche más no tendrá plaza en los albergues de Madrid; de Mamadou, al que después de quince años en España le siguen denegando los papeles; de Pepa, que con su trabajo de mierda no tiene ni para para pagar la luz.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Soy atea, pero no es por eso por lo que me ofende ver procesiones, sino porque en un Estado laico vayan escoltadas por alcaldes, guardias civiles, policías y militares. Porque si el Jesús de los Evangelios resucitase en uno de esos tronos se bajaría para sumarse a las protestas de Lavapiés, a las manifestaciones por las pensiones, contra la Ley Mordaza o contra las políticas de cierre de fronteras. Porque si ese Jesús en el que creen muchos amigos en los que yo creo viviese hoy le acusarían de antisistema y de populista. Porque si Cristo resucitase este domingo se iría a protestar frente al Congreso de la mano de los manteros, de los lateros, de los personas racializadas, desahuciadas, precarizadas, empobrecidas y feministas para gritar, hasta hacer estallar los cristales de sus ventanas, “¿Por qué nos habéis abandonado?”.

No hay comentarios: