No sé a vosotras, pero a mí Vista Alegre II me ha parecido un replay de Vista Alegre I, sólo que con más recortes aún en democracia interna que en la primera versión del evento.
La finalidad, tal y como se ha visto y comprobado, era la misma: seguir sacando brillo al emoticono de P.I. y reconfirmarle en el liderazgo absoluto a tutiplén, hasta con la aceptación y tragaduras de sapos de sus detractores cada vez más numerosos y variopintos, eso sí, todo ello en puritita unidad. Faltaría más.
Más que una asamblea para aclararse desde las bases, ha sido un festival plebiscitario como aquellos baños de multitudes con que nos torturaban en el franquismo, donde jamás se escuchó ni fue posible una voz disidente ni la menor objeción ante el dictador. Cualquiera era el guapo que abría la boca en semejantes convocatorias. Lo preocupante de Vista Alegre es que esta vez el plebiscito no era una imposición dictatorial, sino un despliegue voluntario de fervores de verdad, sin fuerzas mayores ni grises en la puerta marcando con anilina a los que no quisieran entrar para pasarles la factura por alta traición a la patria. Para confirmarlo allí estaba hasta el sindicato del Vaticano dando testimonio de que, efectivamente, el papado y Podemos reman en la misma dirección, como ya reconoció en su día nuestro entrañable y ocurrente Lenin de Vallecas. No es coña; un cura y una monja, de uniforme, exhibían un cartel en el que podía leerse en mayúsculas: "Pablo, Dios está contigo". Es posible que en su devota fijación, el reverendo y la reverenda de la claque sacrosanta no hayan caído en la cuenta de que si Dios no estuviese también con Urbán, Teresa, Íñigo y con todas las demás participantes, e incluso, con las y los rivales extrapodemitas, no sería Dios ni sería ná. Olvidan que no es cosa de Dios la discriminación entre "buenos y malos", sino de los fervorosos intérpretes y adaptadores del guión de todo aquello que supera la lógica infantil de una humanidad tan inmadura y primaria en su evolución como viejuna en sus sambenitos.
Puestos en este plan es lógico que la votación, sin grupos de debate ni recogida de opiniones, ni participación directa y horizontal de la ciudadanía, ni cristo que lo fundó, le diese a P.I. nada menos que un 90% de los votos del miedo a la pluralidad y al entendimiento entre lo diverso. A lo mejor es que como había que pagar la entrada, a los afectados por el empoderamiento de Podemos en el 15M, o sea, parados, sin techo, maltratadas, recortados, pensionistas en quiebra, trescientoeuristas e inmigrantes, no les llegaba el presupuesto para pagar el billete y tuvieron que privarse de participar en la exaltación de P.I como fallera mayor del festejo unionista sí o sí.
Está visto, que a los españoles les pone y les enciende el miedo al cambio y el remache plúmbeo de los mismas mantras exultantes bajo distintas banderas pero con el mismo ensañamiento recauchutado desde toda la vida por los mismos modelos de alta impostura, mucho más que la posibilidad del cambio en sí.
En el fondo, la más mínima posibilidad de cambiar algo les produce vértigo e inseguridad bloqueante. Por eso no hay manera de que aquí se pueda cambiar nada de verdad y de no terminar en las garras de otro caudillo a lomos de una mayoría absoluta que le garantice la caudillez durante un par de legislaturas, que es lo normal; en cuanto pasan unos meses en la Moncloa la propia peña votante los hace vitalicios y menos mal que hay un tope de dos legislaturas porque si no aun estarían Aznar o Zapatero gobernando (qué marciano resulta que fuese un ppero quién cambió el sine die del aposentamiento en el poderío, por 'sólo' ocho años de des-gobierno).
Qué penita de país. Todo el cambio que se consigue es el subsiguiente repintado de siglas y de logos. De ahí nunca se ha logrado pasar. Sólo hay que ver cómo estamos a estas alturas de la historia. Y lo bien que nos lo tomamos. Pedazo de paz social, oye. Y las loas que se le cantan, en cuanto nos descuidamos, a ese estilazo de estar y andar por la vida, pensando que más se perdió en Cuba y que somos la releche en el emprendimiento de lo que sea, pero en plan tranquilo, y eso sí, que elijan ellos y ya si eso, el resto se va acoplando, según vayan las peroratas y las apuestas a ver quién larga mejor, quién es más fértil produciendo zascas, quién preside con más swing una gestora de incapaces, quién remata mejor los festones apócrifos, simulados en diferido, quién desbarata discos duros a mayor velocidad, quién se escabulle más y mejor en los tribunales pidecuentas ya casi a delito caducado o quién se lleva al agua de una vez todos los gatos pardos del crowdfunding telemático.
Sin ir más lejos en rarezas e incoherencias propias de Celtiberia, valga este inciso: ahí queda el lema de los catalanes clamando el sábado contra la construcción de fronteras anti-refugiados fuera de España, mientras van levantado su frontera particular con el resto de españoles en vez de luchar solidariamente codo con codo todos juntas y sin uniformar tendencias (¿cómo pueden olvidar al President Compayns en la República, recorriendo España para conocerla mejor y ayudarla a despertar?), y que el modelo de Estado terrible que tenemos se corrija en un referéndum para todos y todas las víctimas de una monarquía repuesta por un dictador. Pero eso no mola. La solidaridad queda más chula hacia fuera que hacia dentro. Mucho mejor quedarse con Pujol y Mas mientras al otro lado de la frontera los clones españoles de Pujol y Mas, se llaman Rajoy o González. Por mucho que se independicen, el pelo de la dehesa no cambia, aunque lo digan en catalán: perqué el pèl de la devesa no cavia mai. La celtiberidad, según se sufre y se aguanta, marca a hierro la inicial de la fijación como a las reses bovinas en las ganaderías.
Con tal variedad de propuestas es lógico que una se desconcierte y empiece a no saber a qué partido votar o qué programa elegir, a qué lider elevar a los altares en olor de uniformidad de pensamiento y sin debates tiquismiquis (¡con la prisa que hay por echar al inútil de turno!), que en medio del bochinche perenne ya es una garantía de que de una vez por todas recuperemos al caudillo que necesitamos para poner orden y disciplina en un pueblo tan desorientado y chisgarabís. Ése es el convencimiento inderrotable que ayer movía la entusiasmada entronización de P.I. en Vista Alegre. No era la ciudadanía en pleno la que eligió al líder, era la verbena de los 150.000 socios del club. Los fans del Elvis podemita. Los circuncisos del pueblo elegido. Las cuatro tribus de Israel, por eso estaban allí los representantes del Vaticano dando ánimos. "La gente" ya camino de convertirse en una renovada versión de "la casta". Y todos en la gloria. Encantados de ser unidad a su aire uniformado y prietas las filas, dispuestas si fuese preciso a hacer guardia junto los luceros tras el glorioso asalto a los cielos del sorpasso.
Por todas estas razones, sin razón pero ahí están, según parece y se comprueba en vivo y directo, que aún no somos capaces de distinguir entre unidad y uniformidad. Debe ser por deformación dictatorial congénita. Ains!
Lo más sano es seguir trabajando para que esa unidad tan deseada por todas no se materialice como plebiscito uniforme y a favor de unas ideas de élite castense (de casta) prefabricadas por cualquier comité o ejecutiva de enteraos,pelotas y correveydiles jugando al Monopoly de sus intereses de partido, con el sufrimiento social. Y que la humildad no se entienda como máscara ajustable a cada escena teatral para manipular sin que se note. Porque, en ese caso, sería muchísimo peor el falso remedio que la verdadera enfermedad.
P.D.
Tengo una duda sin aclarar, ¿cuando P.I.recomienda humildad y generosidad, lo dice pensando en él o en Errejón y en los anticapitalistas o incluso en IU o en el Psoe? Con ese chaval nunca se sabe por donde ni en qué momento de una delicada negociación puede aparecer la cal viva. Y eso sí que da un miedo...
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