Isaac Rosa
Suena en la radio una cuña publicitaria que nos hace
una gracia tremenda a quienes vivimos de alquiler, y no digamos a
quienes buscan piso estos días. Si no la han oído, se la cuento. Anuncia
una agencia inmobiliaria que filtra inquilinos y les exige requisitos
para asegurar el pago de la renta. Se oyen los ronquidos de un
propietario, y el locutor aclara: "Este señor no está durmiendo, está
practicando el tranquiler..." Ya digo, por el
patio de luces de mi edificio se oye todas las mañanas la risa loca de
los vecinos que vivimos de alquiler, y las risas histéricas de quienes
consultan webs de pisos y comprueban cómo los euros mensuales crecen al
mismo ritmo que menguan los metros cuadrados.
Para tranquiler,
el del Gobierno. El de los gobiernos, más bien, el central, los
autonómicos y muchos municipales, que llevan tiempo anunciando planes de
vivienda que nunca llegan. Mientras la burbuja del alquiler se hincha y
se hincha, desde el centro de las ciudades hacia la periferia, los
gobiernos roncan plácidamente. Pero no crean, no están durmiendo, están
practicando el tranquiler: dejan que sea el mercado, la ley de oferta y demanda, quien ponga precio al ¿derecho? a la vivienda.
Pensaba enlazar unos cuantos informes recientes sobre el
aumento de precios, pero es más fácil que se asome a idealista,
fotocasa o cualquier otro portal y lo compruebe. Precios desmadrados,
que en el caso de Madrid o Barcelona ponen por encima (incluso muy por
encima) de los mil euros un piso donde quepa una familia no muy extensa.
Si quieres vivir solo, el mercado trocea para ti fincas antiguas en
estudios de 15 metros cuadrados con cocina en el armario, y dúplex con
cama en el altillo, pero ya te aviso que el precio por metro es aún más
bestia que en pisos medianos o grandes.
Si pese a
todo estás dispuesto (qué remedio) a dejarte más de medio sueldo en
ejercer tu derecho constitucional, cuando llames lo más probable es que
te encuentres una de esas agencias "tranquilerizadoras" que te exigirá
nóminas (con antigüedad y buen sueldo, ni lo intentes con tu contrato
precario), dos fianzas y un aval familiar o bancario (que cuesta dinero,
ya te lo aviso). Y no te lo pienses mucho, porque los pisos vuelan.
Siempre estuvimos a la cola de Europa en alquiler, y cuando tras el
pinchazo hipotecario cada vez más gente prefiere alquilar a comprar, ahí
nos esperaba la tormenta perfecta: miles de pisos vacíos que no se
ofertan, otros miles en manos de fondos especuladores, y los Airbnb y
compañía para terminar de arreglarlo. En ciudades turísticas la presión
del mercado turístico se está comiendo cada vez más pisos. Normal, ganas
más alojando guiris días sueltos que con un inquilino fijo. Hay quien,
viviendo de alquiler, se va fines de semana a casa de la familia y
realquila su propia vivienda a turistas, y con lo que gana paga su
renta.
¿Se acuerdan del "No tendrás casa en tu puta
vida"? Hace ya diez años de aquella protesta, cuando eras joven y no
podías pagar un piso. Menos mal que no tiraste las chapas y pancartas,
porque ahora es un problema de jóvenes, familias, adultos precarios,
parejas separadas, exhipotecados, desahuciados y, coming soon,
la primera generación de precarios jubilados. Sin olvidar a quienes
llevamos toda la vida de alquiler, pagando rentas superiores a países de
sueldos más altos, y sufriendo una legislación que siempre
"tranquileriza" más al casero que al inquilino.
Hay
ayuntamientos (Barcelona a la cabeza) combatiendo el abuso turístico y
los pisos vacíos, buscando alternativas dentro de sus competencias. Y
están las PAH y el movimiento vecinal llevando a los parlamentos ILPs
para garantizar el derecho a la vivienda (la última, la semana pasada en
Madrid). También surgen plataformas de inquilinos (como Desllogades en
Barcelona). Y luego está el Gobierno central, que todavía no se ha
enterado de que la banca rescatada guarda miles de pisos con los que
podríamos montar un parque de alquiler público bien majo. Nada.
Ronquidos. El tranquiler de los gobernantes,
frente al sueño intranquilo de quienes vemos el mordisco a la cuenta
corriente cada primero de mes, y el insomnio de quienes no encuentran
dónde vivir.
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Tan horrible como real. Gracias, Isaac Rosa, por no callarte y denunciar estas cerdadas de tanto desgobierno al que le importa un pimiento lo que sufran sus contribuyentes. Es más, yo diría que saber que sufren, hasta les pone y les anima a mejorar el sistema de esquilme.
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Tan horrible como real. Gracias, Isaac Rosa, por no callarte y denunciar estas cerdadas de tanto desgobierno al que le importa un pimiento lo que sufran sus contribuyentes. Es más, yo diría que saber que sufren, hasta les pone y les anima a mejorar el sistema de esquilme.
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