miércoles, 1 de febrero de 2017

Minirelato


Era un domingo de julio por la mañana. Había terminado la misa de once, la de los niños, que sudaban la gota gorda con los calores normales en esa época del año. Mientras la gente salía por las dos puertas de la iglesia, una frente a otra y abiertas de par en par, el párroco se acercó a una niña que iba despacio, caminando por el pasillo central, con un vestido amarillo de tirantes y su melena de bucles rubios cayendo sobre la espalda y los hombros. Se llamaba Isabel y tenía diez años, junto a ella caminaba su hermana, Arantxa, dos años más pequeña. "Oye,tú,lectora de la epístola...has leído muy bien, pero que sea la última vez que subes al altar con los hombros al aire, en plena misa y nada menos que a leer la palabra de Dios" Las dos niñas se quedaron mirando al cura con cara de asombro."Anda, pues si Dios que ha hecho el calor del verano me ha dado unos hombros y unos brazos  ¿por qué le sienta mal a usted que se me vean?" comentó Isabel. "Has salido respondona, ¿eh? ¿Es que no te han enseñado que hay que respetar a los mayores y a no contestar con tanto descaro cuando te llaman la atención?" "Sí, también me han enseñado que decir lo que una piensa es bueno, sin insultar, claro." "Oiga, Don Paco -interrumpió de repente Arantxa, la hermana pequeña de Isabel- si es tan malo que se vean los brazos, ¿por qué tiene usted a Jesucristo en calzoncillos colgado encima del altar, enseñando todo el cuerpo?, ¿no debería ponerle pantalones y una camisa?" "Bueno, bueno, no compares a Jesús con los demás, vamos, con nosotros. Él es Dios y no puede pecar""Pero ¿por qué es pecado que se vean los brazos y los hombros que ha hecho Dios y no es pecado que se vean las heridas y la sangre de Jesús que le hicieron los hombre malos, que dan repelús  y tan mal rollo y nos dan tanta tristeza y tanta rabia?""¡Esto ya es blasfemar, niñas, no sé adónde vamos a llegar con costumbres tan irreverentes, por Dios!" "No se preocupe, padre, que no volverá a pasar. Esperaré a que deje de hacer calor para venir a misa. Seguro que Dios lo entiende y no le importa, ya leerá otro niño u otra niña. Él, que es tan bueno, seguro que lo entiende todo.Usted como no ha creado nada ni es padre de nadie de verdad, no lo entiende. Pero no se preocupe, nosotras entendemos que usted no lo entienda. Ya nos las arreglaremos con Dios, así que, tranquilo, Don Paco, que Él no se enfada por tonterías, si fuera así vaya un dios que sería ¿no?""¿Ah, y no es un poco raro que nosotras entendamos a Dios mejor que usted?"

Se hizo un silencio tan denso que se podía cortar. Las niñas salieron como si nada, reían y corrían por los jardines que rodeaban el pórtico de la iglesia.

El cura se acercó a los padres que no tenían ni idea de lo que acababa de pasar y ya habían salido del templo, entonces con verdadera pesadumbre y voz apagadísima les llevó a un rincón y dijo: "Quiero pedirles que recen para que este pobre cura se convierta, por favor""Qué cosas tiene, Don Paco, -dijo sonriendo la madre de las criaturas-, ande, y rece usted para que se convierta el cura maniático y engreído que todos llevamos dentro."




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