Rosa María Artal
Un enrejado metálico sustentado por torres separa la
zona pública y la privada del Parque de Chamberí en Madrid. Llegarse
hasta esa tela entretejida que detiene el paso, permite visualizar una
historia que en el fondo es la eterna relación entre los señoritos y el
pueblo llano. Eterna, en España sobre todo. Una trama de desequilibrios
que se repite. Por su gestación, ni siquiera por los usuarios. No falta
ni un ingrediente.
Quiso el guión que fuese por
entonces hasta marquesa consorte la protagonista principal. Esperanza
Aguirre, convertida en presidenta de la Comunidad de Madrid gracias al
"Tamazayo" en 2004, inaugura en 2007 por primera vez –hubo más– el que
dice ser un complejo deportivo y de ocio en lugar privilegiado de la
capital. Ha modificado el plan de Alberto Ruíz-Gallardón
–que también puso una primera piedra– para construir un parque de
120.000 metros cuadrados sobre el tercer depósito del Canal de Isabel
II, ubicado en un barrio, Chamberí, con 150.000 vecinos. Aguirre le va a
comer un buen pedazo para destinarlo a un Campo de Golf privado. Y,
claro, entre que las pelotas se salen y cualquier persona puede entrar
sin pagar, le levantan el vallado. En aquella inauguración, entre gritos
a favor y en contra, Aguirre se dio unos pases de fútbol con Florentino Pérez, a la sazón presidente de la empresa constructora y un par de futbolistas famosos.
Siempre me ha parecido una propina de parque. Los
usuarios habituales se han acostumbrado sin duda, pero produce cierto
impacto verles disfrutar del trozo que les quedó en los bordes, frente a
ese campo casi vacío por lo general. Caminar, jugar al fútbol, subir a
las instalaciones del parque infantil, o sentarse, con esa vista.
La asociación vecinal es potente y ha luchado durante una década por
tener un parque completo para el barrio, escaso de zonas verdes. El
empeño dio su fruto, con la ayuda del cúmulo de irregularidades que
jalonaron el proyecto de Aguirre. Hasta que la justicia lo tumba por
considerarlo ilegal, en doble sentencia. Vean aquí un resumen de la peripecia.
Y de nuevo la España perenne resucita. La sentencia habla de
restablecer la parcela al estado físico previo a la ilegalidad, lo que
implica para los vecinos quedarse también sin la propina que les dejó el
PP de Madrid a través de sus sucesivos presidentes: Aguirre y González.
Y, como por milagro, irrumpe un afamado tertuliano especializado en
estas labores y cuenta al vecindario que todo es culpa… de Podemos y un
sector díscolo del PSOE. Ante hechos ocurridos, como siempre, mucho
antes de nacer. El sector díscolo del PSOE, desde luego el de Podemos.
Disculpen que no enlace su cosa para no contribuir a las visitas de la
publicación.
¿Y los vecinos? Las dos actitudes del
manual. De un lado los que nunca se movieron y ahora culpan a los que sí
lo hicieron de quedarse sin el algo es más que nada.
Niños llorosos que no van a poder jugar al fútbol llegaron en protesta
por alguna parte, ancianos que tampoco van a poder bajar a pasear. Del
otro, el mayoritario, un cúmulo de propuestas para mantener las
instalaciones existentes y añadir nuevas en el terreno ganado. Y, sin
duda, tirar el separador de tela metálica. Parece que las instituciones
implicadas, Comunidad de Madrid, Ayuntamiento, Canal, tienen buena
disposición al arreglo. Si no se cruzan otros intereses.
Lo llamativo es la aceptación de la propina en lugar de los derechos.
El ataque al mediador. El dardo envenenado convertido en noticia, tan
oportuno. De esta forma, la parábola del parque propina ayuda a ver una
realidad bastante más general de lo que se cree.
Empleos, como propinas del sistema. Porque aunque es cierto que las
propinas valoran servicios, a veces se convierten en versiones modernas y
dulcificadas de la limosna. Con los saques que de vez en cuando da la
patronal pidiendo, por ejemplo, pagar por debajo del salario mínimo a
los menores de 25 años. O contando como trabajo emplearse a tiempo muy
parcial. "En 2016, se firmaron 176.400 contratos de un día de duración",
contaba el economista Eduardo Garzón entre otros datos igual de
impactantes.
La salud y la vida incluso como propina, si nos portamos bien. En 10 años el Estado ha pagado a la sanidad privada de Madrid 1.500 millones de euros,
según denuncia CATMadrid, la Coordinadora antiprivatización. La factura
anual es un buen pellizco mientras se deteriora la pública niveles
hasta de derrumbe físico. Y pásense por otras muchas comunidades:
Andalucía, Cataluña, y la mayoría que quiera usted mirar. En junio
publicaba Raúl Rejón en eldiario.es otra sustanciosa historia de enriquecimiento en la sanidad
a costa de dinero público. Nada raro si tenemos en cuenta que la
inversión en sanidad pública ha descendido en Madrid, desde Aguirre
precisamente, un 77%, según informe de CCOO.
La luz que ilumina, la electricidad llave que calienta, cuece o
conserva, es otro lujo que se entrega graciosamente a los mortales. El
ministro de Energía dice que hay que "acostumbrarse" a precios de la luz más altos, en momentos en los que su cuantía ha alcanzado la alarma social.
En los medios también se huele la propina de la que debe dotarse a
puestos de cierta relevancia. De otra forma no se entenderían actitudes
tan dóciles al mando, o a los deseos del mando.
En
política, se acuerda un salario mínimo de 800 euros y luego se firma uno
de 700 como un logro. Entibiar exigencias descabalga objetivos.
Devaluar los sueños los convierte en propinas. El alpiste en el
comedero, frente al banquete en el que otros se atiborran con el dinero
de todos.
Estamos llegando a un punto en el que
hasta la democracia se está convirtiendo en una propina. Su principal
característica es la discrecionalidad con la que se otorga, impredecible
en su cuantía y momento. Generalmente para agradecer dadivosamente un
servicio. Mucho reconocimiento deben, sin duda, a la paciencia y
templanza de esta ciudadanía, pero no a base de paguitas de marqués a
vasallo.
En sentido estricto, los trabajos, los
servicios, requieren una compensación formal y adulta. Contractual. Y
las propinas sobran. De otra forma, es lo primero que se quita.
Textualmente ya. Harrods, la potente cadena de grandes almacenes
británica, sorprendió a los trabajadores de sus restaurantes hace unas
semanas requiriéndoles el 75% de las propinas
que recibían de los clientes, según denunciaron los sindicatos.
Difícilmente se puede llegar a mayor mezquindad y a mayor sumisión de
los afectados. La degradación de los derechos, por necesidad en el caso
de los empleos, es arma de doble filo. En esto, el primero que acepta
marca tendencia. También recuperar terreno y derribar vallas. Porque hay
veces que se baja tanto la cabeza que ya no se puede volver a
levantarla.
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La lucidez de los honestos es la mejor denuncia del atropello social como coartada política. Gracias, Rosa Mª Artal por tu trabajo decente y sin pelos en el teclado. Cada día estamos más 'hartales' de tanto abuso sin más sentido que esquilmar y llevarse en plan off-shore todo lo que encuentran. ¿Por qué no se harán un pparque temático en Pplutón verbenero y se irán de vacaciones sin retonno? Ay, qué alucinaciones tan bonitas nos asaltan en medio del desguace...Pero no pararemos ni callaremos: la única fuerza capaz de frenar esta barbarie es la inteligencia colectiva y su ética fraterna y justa sin exclusiones ni exclusivismos. La humanidad individual convertida por equilibrio y amor inteligente, en un yosotros sectorial y unido en el alma, la mente y el corazón. O sea, realizado en la acción que materializa el bien común.
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