Abajo la 'economoral'
La ciencia económica es una de las grandes perdedoras de la crisis
porque ha sido suplantada por una mezcla entre superchería y
pseudociencia
El BCE acaba de rechazar la ley griega
antidesahucios porque supone un "riesgo moral" y socava la "cultura del
pago". Idénticos argumentos a los empleados aquí para abortar nuestra
propia ley antidesahucios o una ley de segunda oportunidad que no sean
el timo de la estampita. Disfrazadas como lo más "in" del pensamiento
económico moderno vuelven a la vida propuestas extraídas del más puro
"paleoliberalismo" para privar de la sanidad, del seguro de desempleo o
de una triste beca a quien no sea nacional, o carezca de certificado de
penales. Estos días, Luis Garicano, el máximo gurú del paleoliberalismo,
se pasea por España señalando con su dedo racional y acusador a los
pueblos y territorios que aspiran a tener trenes o carreteras por encima
de sus posibilidades; que casualmente siempre son aquellos que menos
van a votar a Ciudadanos según las encuestas.
La
ciencia económica es una de las grandes perdedoras de la crisis. Ha sido
suplantada por una mezcla entre superchería y pseudociencia, la
"economoral". La ciencia y la política económicas han caído en una etapa
dominada por el pensamiento mágico y milagroso. El país, los debates
públicos y los medios se han llenado de economoralistas predicando a
diario sobre justos y pecadores, premios y castigos, buenos y malos.
No puede haber alternativa a la 'austerocracia'
dominante sin rebelión ante la "inquisición económica" predicada a
diario desde los púlpitos de las nuevas catedrales catódicas y
digitales. El debate económico debe ocuparse de las cuestiones sobre la
eficacia y la eficiencia, no de prevenir o evitar supuestos "riesgos
morales". La economía era la ciencia que versa sobre la asignación de
los recursos escasos, no sobre la asignación de la moral.
Hay que acabar con la hegemonía de la 'economoral'. Los ciudadanos y
los académicos debemos reclamar la vuelta a una discusión sobre
alternativas económicas donde dejen de imperar los juicios de Dios. La
política económica debe ser liberada de las cadenas del pensamiento
único. Urge recuperar un debate económico donde todas las opciones
vuelvan a estar abiertas y se afronte la realidad tal y como es, no como
conviene que parezca a quien pague o mande.
Lo único
que parece confirmado en esta crisis es que todo cuanto estábamos tan
seguros de saber no era tan seguro. Lo único que realmente hemos
aprendido, después de varias décadas de intentar gobernar la economía y
asegurar el crecimiento, es que todas las soluciones pueden funcionar y
todas pueden estar equivocadas.
El equilibrio
presupuestario no resulta ni necesariamente bueno, ni deseable. El
control del déficit no es una ley sagrada. Lo privado no es mejor que lo
público, igual que el mercado no funciona siempre mejor que el Estado
como mecanismo para la asignación de recursos. Más mercado y menos
Estado no aseguran más libertad y lo contrario tampoco. Bajar los
impuestos no representa una decisión beneficiosa o deseable siempre. La
desigualdad no es justa y no hay que elegir entre bienestar social y
crecimiento económico. La riqueza no gotea hacia abajo de manera natural
y espontánea. Bajar los salarios no mejora siempre la competitividad.
El gasto público supone un instrumento tan válido como el gasto privado.
El Estado puede y debe tener empresas y estas pueden funcionar tan bien
o mal como las privadas. En la vida real los mercados fallan y la
intervención pública puede corregir esos fallos.
Ya
hemos tenido suficientes ejercicios de fe. Reclamemos una era de
"renacimiento" para la economía. La austeridad apenas ha aportado un
dogma moralista que solo sirve para justificar infligir dolor a millones
en beneficio de unos cientos de privilegiados para quien nunca rigen
sus leyes. Abramos las ventanas de la 'economoral'. Dejemos que entre un
poco de luz y aire fresco para no acabar ahogándonos en nuestras
propias supercherías. Hay que recobrar la libertad de pensamiento para
poder así recuperar la libertad de decisión.
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