jueves, 9 de abril de 2015

¿Qué le pasa a la izquierda y qué no le pasa nunca a la derecha?

Al leer comentarios de prensa abundan las críticas a los partidos de izquierda acusándoles de estar divididos. Pero nunca se critica que en la derecha no haya el más mínimo movimiento de opinión. Su monolitismo es pura normalidad. Incluso hay una especie de aura que produce "seguridad" en ciertas capas del electorado porque la derecha no cambia aunque sea para evitar su propio mal, aunque sea para no estrellarse contra sí misma. Es como aquel buen hombre que caminando por una vía ferroviaria ve venir un tren a toda velocidad que pita repetidas veces y el buen hombre le grita a voz en cuello:"chufla, chufla, que como no te apartes tú la llevas clara..." Pues eso mismo le ocurre a la derecha, ya pueden ver calamidades, desastres, desatinos, que no se dan por aludidos, erre que erre, ni la Justicia los puede parar, porque ya se han encargado de invadirla y paralizarla con su inmovilismo consuetudinario. Para qué cambiar nada si ya las cosas ruedan de por sí, se dicen a sí mismos mirando hacia el pasado y comprobando que es verdad, porque ahí sigue en pie el régimen decimonónico de Sagasta y Cánovas y no tiene visos de cambiar, visto que Podemos y Ciudadanos mantienen la tradición, a pesar de cambiar las palabras de los mismos significados y llamarle transversalidad al batiburrillo resultante. 

La izquierda en cambio y  a pesar de todo sus devaneos con el agua pasada de la historia, sí es sensible a la conciencia y se separa cuando no ve coherencia entre lo que se dice y se hace. Hay también gente apuntada a la izquierda pero que funciona como la derecha y espera que su partido sea una guardia pretoriana o un grupete de fidelidades y llama "traidores" a los que disciernen y eligen no participar en lo que no presenta garantías de ética y democracia interna. Y se van. Y si no encuentran afinidades se quedan en ciudadanía normalita. Y no pasa nada. No han delinquido ni prevaricado ni abusado, siempre y cuando sean de izquierda fetén y no derecha subrogada y camuflada de jotera, que también la hay.

Quizás a nuestra izquierda patria le falten unos cuantos hervores en el terreno del consenso porque esa palabra les suena a la vetusta y rarita transición que les ha ido quitando el lustre y las ganas de ser izquierda de verdad, en activo y no en hibernación; a los comunistas les suena a los apaños de Carrillo y su peluca, tragando quina y supuestamente salvado por la campana del real sainete del 23F, como el PSOE. Una hipoteca que no sabemos hasta cuando estarán pagando estas izquierdas nuestras que no acaban de arrancar o bien por que están verdes y no llegan o bien porque se les ha pasado el punto de maduración y están muy pochas, tanto que ya no saben si representan algo, como me confesó una vez,  apesadumbrado y muy triste, un militante de pedigrí y avatares añejos. Pero eso lo hace uno de izquierdas, porque uno de derechas jamás se plantearía lo de representar algo más que la comedia del hemiciclo. 

Dentro de la izquierda hay una zona dialogante, respetuosa, que valora la democracia tanto como la eficacia y el diálogo como herramienta de escucha, claridad y entendimiento mutuo, pero hay también otra zona más heavy metall que va a saco como un toro saliendo del chiquero, es la izquierda que se parece a la derecha como dos gotas de agua. Mano dura, barricada y coctel Molotov a discreción si se tercia. Paranoica y viendo "al enemigo" en todo lo que no le es incondicional. Para ella la política no es el arte del entendimiento mutuo para alcanzar el bien común, sino una herramienta para hacer la guerra y darle la vuelta a todas las tortillas habidas y por haber. No evolucionan, sólo revolucionan, montan el pollo y ahí se quedan atrapadas sin saber como cocinar una vez desplumado, el susodicho pollo social. Igualito que la derecha. Ambas lo que pretenden es ganar a todos, y echan el bofe en el maratón, pero al mismo tiempo el esfuerzo las desfonda y como el único empeño es ganar a la desesperada, pues, eso, una vez ganados no saben a qué dedicarse, porque con las prisas de ser eficaces se han olvidado de que la eficacia sin democracia no tiene gracia, ni pies ni cabeza ni es creible y ahí vuelven a coincidir con la derecha de toda la vida. Y ya puestos a ello, desarrollan los mismos tics politicantes. Ya si cuela se apuntan al morbo del poder, que eso sí que da mucho más juego que la rareza moralista de servir a los ciudadanos que les han elegido. Y entonces ya es la perdición y la pérdida de fronteras y de principios. Se ponen y no paran. Que todos meten la pasta en una SICAV, ellos también. Que todos aceptan sus tarjetitas black, pues no van a ser menos y que les quiten lo bailao, que hay que sacar provecho de los EREs, pues por ellos que no quede, que los cursos del INEM, pues, hale y que dios reparta gürtel por la zona diestra, que ellos ya le dan a la siniestra. Es la izquierda que despotrica y no aporta, que se aferra a los años que lleva en "la lucha" que poco a poco se ha convertido en "la hucha". Y cuando ya han perdido el gas y se desfondan por exceso de nada sustancioso y defecto de mucho superfluo, entonces de repente se regeneran las formas desde le olvido y puede aparecer el dark side de Lenin remozado, se zurzen y retintan las banderas, se hace un lifting y un peeling al viejo leguaje y zás, ya tenemos la resurrección de los muertos, con ánimo de recambio. Al mismo tiempo que la derecha va haciendo en paralelo el mismo juego de manos, sustituir un Don Tancredo gastado por otro a estrenar. 

Mientras tanto la izquierda real, la que no fantasea con el asalto a los cielos, no sabe por donde recuperarse del schock y poco a poco va tomando aliento. Es consciente de lo que busca y de lo que no quiere ser, pero es apasionante el trabajo de construir en otros registros fuera del tiesto hecho trizas. Se endereza. Se mira en el espejo de la nueva re-revolución y no se reconoce, porque tampoco ése es su camino. Aspira a ser ciudadanía, a ser tejido del bien común y eso le queda muy lejos de lo que ve en su entorno. Todo está por hacer aprovechando los materiales del derribo. Pero regenerar lo que nunca ha llegado a ser del todo no es fácil. No hay pautas ni modelo porque todos hicieron agua y se hundieron antes de llegar a la playa del desaliento donde sólo encuentran arena y olas. Pero tras las dunas está la tierra fértil, las montañas que llevan a otros horizontes y las llanuras y valles del futuro esperando ser exploradas y habitadas con otro modo de vida que ya no es crecer sin medida, no es conquistar ni colonizar sino cooperar, acoger, recuperar, sostener, amar, donde las lecturas acercan a Kropotkin y a Platón más que a Lenin o al mismo Marx. Todo ha cambiado y la izquierda es cambio, es transformación constante, es fluir y adaptar siempre subiendo en espiral, ciclo a ciclo. Nunca repetir porque eso es la muerte, y acabar siendo una derecha descafeinada y con sacarina, aunque se levante el puño y se pinte de rojo el diseño del logo. 
Ella lo sabe. Todo ser humano, sin poder evitarlo, tiene la sangre roja y el corazón orientado a la izquierda. El futuro de la humanidad y del Planeta pasa porque la derecha descubra su sangre y su corazón y porque la izquierda nunca lo olvide y haga posible la vida y la dignidad antes que ganar por ganar sin tener nada más que ofrecer que el imperio del ego, su vacío de sentido y la muerte del alma.   



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