Comer (o no) con un banquero
Ser cara visible de una candidatura con posibilidades de ganar hace que de golpe te pasen cosas que no te habían sucedido nunca. Por ejemplo, de repente te llegan invitaciones a comer o cenar con banqueros. ¿Cómo lo gestionamos?
Ser candidata a la alcaldía por Barcelona En Comú es sin
ninguna duda un honor. Es un privilegio ser la cara más visible de un
proceso colectivo ilusionante que está movilizando a miles de personas,
con esfuerzo, compromiso y grandes dosis de generosidad. Por eso mismo,
es también una gran responsabilidad: cada gesto, cada palabra, ya no son
sólo mías, sino que pueden comprometer a todo un colectivo, a un
proyecto que hoy es esperanza para muchos.
De ahí que, en cuanto se formalizó la candidatura, me decidí a
publicar esta web, mis cuentas y mi agenda. Pero no es suficiente. Estar
en primera línea de unas municipales donde se juega un cambio de ciclo
político, y con unas encuestas que nos sitúan como alternativa al actual
gobierno de CiU, hace que empiecen a pasar cosas que hasta ahora las
personas que no venimos de la política profesional no habíamos vivido. Y
surgen algunos dilemas que me gustaría compartir, como es por ejemplo
aceptar o no determinadas invitaciones.
La primera vez fue en diciembre pasado. Una conocida periodista me envió un whatsapp
donde me decía: “Te llamaré para una cosa que no es de la radio y que
creo que puede ir bien”. La llamé, y me comentó que a un conocido suyo,
directivo de un banco, le gustaría comer informalmente conmigo, para
charlar. Le dije que yo encantada de hablar con (casi) todo el mundo,
pero que prefería evitar las situaciones de informalidad con
determinados sectores, y que mejor si nos reuníamos formalmente. No me
volvió a contactar más.
Hace pocas semanas volvió a pasar. A través de otro conocido
periodista, me llegó el siguiente mensaje: “Quisiera invitarte a cenar
en casa con unos amigos del mundo de la empresa que te quieren conocer y
creo que te interesarán (no es para publicar)”. Hablé con él por
teléfono y me confirmó que se trataba de directivos vinculados al mundo
financiero. Le comenté mis dudas ante este tipo de reuniones informales,
y acordamos que lo pensaría y le diría algo.
No voy a revelar los nombres de los periodistas porque creo que es
innecesario para comentar el tema de fondo, y porque no tengo ningún
motivo para pensar que actuaran de mala fe. Es más, agradezco su
confianza al contactarme. Tampoco hay nada malo en aprovechar las
comidas y las cenas para conocer gente, sobre todo con las agendas tan
cargadas que tenemos. Y sin embargo... sin embargo algo me dice que tras
las anécdotas, sin mayor importancia, se esconden prácticas habituales
que tienen bastante que ver con vicios de nuestra imperfecta democracia.
Para entendernos: una entidad social sin ánimo de lucro no suele
invitarte a comer o cenar. Te pide directamente una reunión y te expone
claramente sus demandas, incluso es probable que lo haga público en su
web o a través de un comunicado de prensa. En cambio, hay sectores
económicos muy poderosos a los que no solemos ver pronunciarse
públicamente, pero nos consta que tienen un acceso fácil y regular al
poder político. Probablemente con abundantes comidas y cenas. Incluso
con vacaciones compartidas. Sólo que no tenemos acceso a información
sobre esos encuentros.
Está claro que hay costumbres, formas de hacer habituales,
inercias. Las dos invitaciones del mundo financiero me han llegado del
mismo modo. Otro sector poderoso, el lobby hotelero, también me
invitó recientemente a comer. Esta vez la invitación llegó de manera
más formal, por teléfono y mail, cosa que nos permitió responder como
organización: aceptamos reunirnos, pero solicitamos que sea sólo una
reunión, sin comida. Aceptaron, y el encuentro tendrá lugar el próximo
miércoles a las 13h, tal y como podéis ver en mi agenda.
Nos presentamos a las elecciones dispuestos a gobernar y, por
supuesto, eso incluye hablar con todo el mundo. Es normal y pertinente
que hablemos con todos los actores y poderes existentes. Pero que sea en
igualdad de condiciones en la forma de acceder a nosotros y en el trato
recibido. ¿Eso excluye comer o cenar? No necesariamente, siempre que se
haga público, se pueda explicar lo que se ha hablado y mientras cada
uno se pague lo suyo. Cuando decimos que se puede hacer política de otra
manera, nos referimos a cosas concretas como ésta. Publicar las agendas
de los cargos electos (o aspirantes) es más importante de lo que
pudiera parecer. Ante las dudas, la transparencia será siempre nuestra
mejor herramienta colectiva para garantizar una honestidad real, y no
sólo de palabra.
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Está clarísimo que sí se puede hacer otra política. Aunque para eso hay que hacer cambios definitorios y definitivos en la forma de ser, pensar y actuar. No sólo de los políticos, sino también de la sociedad y de las expectativas que ésta tenga acerca de la gestión política y de la ética social, que comprende lo político, lo económico y los modos y las órbitas desde las se trabaja al gestionar.
Dijo Jesús el carpintero de Nazaret que no se puede guardar el vino nuevo en odres gastados ni se puede remendar con tela nueva un tejido viejo, porque en ambos casos la potencia de lo más vivo y fuerte destroza el viejo material y lo deja inservible. Y no se trata de viejo en sentido antiguo, temporal, sino viejo en sentido de desgastado, ajado, flojo, deteriorado, deslucido, roto, corrompido, inútil.
Dijo Jesús el carpintero de Nazaret que no se puede guardar el vino nuevo en odres gastados ni se puede remendar con tela nueva un tejido viejo, porque en ambos casos la potencia de lo más vivo y fuerte destroza el viejo material y lo deja inservible. Y no se trata de viejo en sentido antiguo, temporal, sino viejo en sentido de desgastado, ajado, flojo, deteriorado, deslucido, roto, corrompido, inútil.
Ada Colau es un ejemplo del nuevo tejido. Hay que escucharla, observarla y aprender de la sabiduría y frescura de su nuevo tejido, de su vino nuevo y lleno de sabores que nunca hemos probado aún en esta parodia triste de democracia con la que nos venimos conformando desde hace casi cuarenta años. La generación que hizo el paso de la dictadura-dura del totalitarismo político a la dictablanda del totalitarismo económico hizo lo que pudo. Ni lo hicimos todo, ni maravillosamente, ni somos la repera, ni nadie nos debe nada. Hicimos lo que supimos y no sabíamos qué pasaría después. La humildad es de sabios. Practiquemos. Bienvenida la bendición de esta nueva savia. Si en ella existen seres como estos, seguramente algo hicimos bien. Tal vez, haciendo un pequeño milagro al estilo Eliseo Subiela, les transmitimos algo que forjamos a pesar de los pesares y que en las dictaduras no existe: el alma.
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